Supositorios, cremas y aguas con radio pusieron en riesgo la vida de los consumidores en las primeras décadas del siglo XX. Los fabricantes de estos falsos remedios afirmaban que su secreto era la radiactividad y se comercializaban a pesar de la falta de evidencia científica sobre sus efectos.
Después de que Marie y Pierre Curie descubrieran el radio en 1898, comenzaron a llegar al mercado distintos productos que afirmaban tener propiedades curativas gracias a la radiactividad. Sin ningún tipo de base científica, estos falsos medicamentos prometían curar todo tipo de dolencias, desde la artritis al dolor crónico, y tenían muchas posibilidades de envenenar a los que se convertían en consumidores habituales.
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