Cada vez parece más claro que el riesgo de desarrollo de enfermedades cardiovasculares y, por tanto, de fallecer prematuramente a consecuencia de un infarto o un ictus, no se encuentra tanto en los genes como en el estilo de vida. Y asimismo, que el denominado ‘estilo de vida occidental’ no es demasiado cardiosaludable. Así se explica que, como muestra un estudio dirigido por investigadores de la Universidad de Nuevo México en Albuquerque (EE.UU.), los pueblos indígenas que no recurren a la comida rápida, no utilizan el coche para desplazarse, no pasan horas y horas delante de la televisión y no fuman, tienen una probabilidad ínfima de padecer una patología cardiovascular. De hecho, los autores se centraron en los chimanes –o ‘tsimanes’–, pueblo indígena de la Amazonia boliviana, y constataron que tienen los menores niveles de envejecimiento vascular observados en cualquier población, hasta el punto de que su incidencia de aterosclerosis es cinco veces menor que la de los estadounidenses. Por tanto, y en aras de reducir nuestro riesgo cardiovascular, la solución parece clara: menos vida occidental y más dieta y estilo de vida chimán.
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