Lo que va a decir el investigador Tomás Egaña, apenas se siente en este cuarto blanco y vacío del nuevo Instituto de Ingeniería Biológica y Médica de la Universidad Católica, es que, en último término, todo lo que están haciendo, el proyecto que tiene a una veintena de cirujanos plásticos, botánicos, ingenieros eléctricos y estudiantes de doctorado de Alemania y de Chile trabajando contra el tiempo, que el próximo año podría tener su primera prueba en humanos en la Universidad de Valparaíso o en la Universidad Técnica de Múnich, que acaba de financiar Corfo con 220 millones y que ha levantado capitales privados en Santiago y California, no es más que una vieja, repetida idea.
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