En diciembre de 2007, un grupo de arqueólogos terminaba su extenuante temporada de trabajo en un yacimiento cercano a la ciudad de Xuchang, en la provincia de Henan en China, cuando entre los sedimentos aparecieron unas bellas herramientas de cuarzo. Encantados con el hallazgo, los científicos prolongaron sus labores dos días más para extraerlas, pero en la última mañana se llevaron una sorpresa que iba a compensarles con creces el esfuerzo. La pieza amarilla de una redonda calavera asomaba del suelo fangoso de la fosa, en la misma capa donde habían encontrado las herramientas. El equipo volvió otras seis temporadas y logró desenterrar 45 fósiles más que, como si de un puzle en tres dimensiones se tratara, encajaban en dos cráneos parciales de hace unos 100.000 años. No había caras ni mandíbulas, pero aún así apreciaron un parecido notable con los neandertales.
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