Cada año, 40 mil nuevos casos de mexicanos en enfermedad renal crónica

Según información de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la enfermedad renal crónica afecta al 10 por ciento de la población mundial. Y de acuerdo con el último estudio Epidemiología de la Insuficiencia Renal en México, realizado por la Secretaría de Salud (Ssa), cada año se suman 40 mil casos nuevos.

“La ausencia de un diagnóstico temprano genera consecuencias graves, pues la pérdida progresiva del funcionamiento de los riñones deriva en un pronóstico mortal. De hecho, la enfermedad renal crónica tiene cinco estadios, en el último de ellos ya se requieren procesos de diálisis”, refiere el doctor Víctor Argueta Villamar, especializado en Nefrología en el Hospital General de México de la Ssa (donde también labora).

Agrega que el problema es que muchos pacientes llegan a consulta con el especialista indicado cuando hay poco por hacer, es decir, el padecimiento se encuentra en fases avanzadas. “Lo ideal es brindar tratamiento en etapas tempranas para prevenir que la enfermedad evolucione a insuficiencia renal crónica”, recomienda el también catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y de la Universidad Anáhuac.

El doctor Argueta Villamar explica que el primer paso es determinar si se trata de enfermedad renal primaria o secundaria a una enfermedad que dañe la función renal. Las causas más frecuentes son la diabetes y la hipertensión arterial, “lo que nos obliga a controlar estos padecimientos en forma muy cuidadosa”.

Posteriormente, explica, es necesario valorar la condición del paciente a fin de impedir que exista un daño mayor, para lo cual es preciso solicitar análisis clínicos de forma periódica. Esta información permite al especialista diseñar un esquema de tratamiento, a base de medicamentos y una dieta muy específica, que mantenga al paciente en condiciones satisfactorias.

En la primera etapa hay una pérdida mínima de la función renal, por lo que es fundamental controlar la hipertensión y la diabetes para impedir que el deterioro de los riñones sea mayor. Si el paciente se encuentra en la segunda, donde el daño a estos órganos es de leve a moderado, se requiere, además, determinar la existencia de infecciones asociadas o un consumo de sustancias tóxicas y automedicación.

En el tercer estadio, los riñones ya han perdido la capacidad de eliminar una enorme cantidad de toxinas, por lo que es fundamental revisar lo que el paciente come. Se le diseña un régimen alimenticio personalizado, acorde a su condición renal, edad, peso y estatura.

La cuarta fase se define como la etapa previa a la necesidad de emplear los procedimientos de diálisis. Además, se caracteriza por el deterioro progresivo de la capacidad funcional de los riñones para limpiar la sangre de impurezas, hasta prácticamente un 80 por ciento.

“Los medicamentos que requiere el paciente son múltiples. Tienen que manejarse antihipertensivos; si es diabético insulina (no se usan hipoglucemiantes orales); complementos alimenticios (como hierro, calcio, ácido fólico y complejo B); fármacos que modifiquen el metabolismo del calcio y el fósforo, así como eritropoyetina, sustancia que favorece la producción de glóbulos rojos”, detalla el nefrólogo.

Si en el estadio tres y cuatro, pero principalmente en este último, manejamos cuidadosamente la dieta y los medicamentos, es posible retrasar varios años la llegada de la insuficiencia renal crónica terminal. (Agencia ID)