Tres consejos para científicos tímidos

La persona sentada a mi lado en aquel taxi berlinés, espetó de repente: yo siempre he sido una persona tímida. La confesión me sorprendió, lo reconozco, puesto que esa persona, ese crack de la comunicación científica, se llama Luis Quevedo y aparece cada día en la televisión de Estados Unidos. Sin embargo, no es algo inusual: muchas personas que trabajamos a cara descubierta, comunicando ciencia o cualquier otra cosa, somos también personas tímidas. Así que, si eres científico y tímido, ya no tienes excusa: puedes contar tu historia.

Esta escena en el taxi berlinés, vino a mi mente hace unos días, mientras viajaba al Reino Unido para participar en un evento sobre nanotecnología, y me llevó a reafirmarme en una idea que llevaba días rumiando: pese a haber trabajado más de diez años en nanotecnología, mi mayor aportación a los asistentes no era hablarles de experimentos, sino de comunicación. El mensaje (que aparece también en el vídeo) era el siguiente: contad vuestras historias porque las historias que no se cuentan, son historias que nunca han sucedido.

Porque muchos investigadores hemos dado por sentado en alguna ocasión, entre otras razones porque ése es el mensaje que se nos ha transmitido de forma insistente, que publicar artículos en revistas especializadas es el objetivo final de nuestros esfuerzos. Al llegar ahí nos hemos sentido satisfechos, hemos cumplido con nuestra misión y los requisitos necesarios para seguir haciendo girar la rueda del sistema científico. Además, sé de buena mano que la vida del investigador es dura y que, en muchas ocasiones el tiempo apremia y las energías faltan para dedicarse a otros menesteres. Sin embargo, cada vez nos estamos dando más cuenta de que comunicar la ciencia podría ser una tarea tanto o más importante que lo que hemos conseguido en el laboratorio. Ahora bien, esta necesidad se enfrenta a, como mínimo, dos obstáculos:

Pero lo que me gustaría contaros aquí y ahora: hay que dejar esos obstáculos atrás. Lo que propuse en Manchester algunas semans atrá son básicamente tres consejos para investigadores que, aunque sean “tímidos”, quieran comunicar su trabajo ante un público no experto:

Cuenta tu propia historia: contar tu historia en primera persona, o la de tus investigaciones, hacen que la comunicación pueda ser más efectiva, al ser más afectiva. Como ya he dicho en alguna que otra ocasión, aparte de presentar datos necesitamos conectar con las personas, y una de las mejores forma de hacerlo es presentarles nuestra historia. Para ello, existe algo ya conocéis y que estáis leyendo ahora mismo: blogs científicos. #SciLogs de Investigación y Ciencia, es un excelente ejemplo de ello.

Cuéntale tu historia a otros, para que ellos le den forma por ti. Y es que para muchos investigadores, la fórmula de explicar las propias historias o investigaciones en primera persona, tal vez no sea la opción predilecta. Es por ello, que otra opción sea la de hablar con un profesional de la comunicación científica, por ejemplo un periodista científico. Aunque pueda existir cierta reticiencia por parte de algunos investigadores a acudir a medios de comunicación, por miedo a que su trabajo se banalice, simplifique, o ambos, si el trabajo es concienzudo por ambas partes, el resultado puede ser muy bueno (puedes consultar este otro artículo en BigNano llamado “El científico como autor: consejos para publicar sin desvirtuar tu obra”). Además, no debes olvidar que tu institución te puede apoyar en este periplo, si dispone de un equipo propio de comunicación.

Cuéntale tu historia a todo el mundo: habla con tu novia, novio, tus amigos, tus padres, tus vecinos, empresarios, con cualquiera que se te ponga a tiro. Habla de ciencia en el bar, o en el cine, en la playa o en el monte. Te vas a llevar sorpresas. Y, si todavía eres más atrevido, apúntate a participar en eventos organizados por Pint of Science, FameLab, o Brain&Beer Barcelona. Yo creo que debemos humanizar la ciencia, que la gente nos ponga cara y ojos. De este modo, creo que la ciencia puede llegar mucho más lejos.

Terminando, la intención real de este artículo era la de transmitiros, una vez más, algo que a mí nunca me contaron: escribir un artículo científico, salvo raras excepciones, es contar una historia para un grupo muy reducido. Y, al fin y al cabo, las historias que no se cuentan, son historias que, para la gran mayoría, nunca sucedieron.

Por suerte, en un taxi berlinés aprendí de la mano de un gran profesional de la comunicación, que hasta los más tímidos pueden llegar a convertirse en exquisitos divulgadores científicos. No hay excusas.

Fuente: investigacionyciencia.es