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Qué tan cerca están las grandes potencias de la creación de «supersoldados»

Con bolsillos profundos y el deseo de sacar ventaja, los ejércitos del mundo a menudo han impulsado la innovación tecnológica, desde lo más moderno hasta lo más sencillo.

Un ejemplo es la cinta adhesiva, el resultado de una sugerencia de un trabajador de una fábrica de artillería de Illinois que tuvo hijos que sirvieron en la marina durante la Segunda Guerra Mundial.

Preocupado por los soldados bajo fuego que tenían que manipular la endeble cinta de papel que se usaba para sellar las cajas de municiones, a Vesta Stoudt se le ocurrió una solución: una cinta de tela impermeable.

No pudo ganarse el apoyo de sus supervisores, pero tuvo más éxito cuando le escribió al presidente Franklin D. Roosevelt, quien instruyó a los productores de guerra para que hicieran realidad su idea.

Y si la necesidad militar puede darnos una mejor cinta adhesiva, ¿qué más es capaz de hacer?

Al anunciar una nueva iniciativa en 2014, el entonces presidente Barack Obama les dijo a los periodistas: «Básicamente, estoy aquí para anunciar que estamos construyendo a Iron Man».

Hubo risas, pero hablaba en serio: el ejército estadounidense ya había comenzado a trabajar en el desarrollo de un traje protector, conocido como Traje de Operador Ligero de Asalto Táctico (Talos).

Un video promocional similar a un videojuego mostraba a un usuario irrumpiendo en una celda enemiga mientras las balas rebotaban en la armadura.

Iron Man no llegó a ser: cinco años después, la iniciativa terminó. Pero los fabricantes esperan que los componentes individuales del traje tendrán otros usos.

Los exoesqueletos son solo una de las tecnologías prometedoras que los ejércitos están explorando para mejorar sus soldados.

Esta ambición no es nada nueva: desde la antigüedad, las tropas se han estado reforzando gracias a avances en armamento, equipo y entrenamiento.

Pero hoy estamos hablando de mucho más que simplemente darle a un soldado una mejor arma. Podría significar alterar al mismo soldado.

En 2017, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, advirtió que la humanidad pronto podría crear algo «peor que una bomba nuclear».

«Uno puede imaginar que un hombre puede crear un hombre con algunas características dadas, no solo en teoría sino también en la práctica. Puede ser un genio matemático, un músico brillante o un soldado, un hombre que pueda luchar sin miedo, compasión, arrepentimiento o dolor», dijo Putin.

Y el año pasado, el entonces director de Inteligencia Nacional (DNI) de Estados Unidos, John Ratcliffe, fue más allá con una acusación contundente contra China.

«China ya ha realizado pruebas en humanos con miembros del Ejército Popular de Liberación con la esperanza de desarrollar soldados con capacidades mejoradas biológicamente. No hay límites éticos para la búsqueda del poder de Beijing», escribió en The Wall Street Journal.

China calificó al artículo como «una sarta de mentiras».

Pero cuando se preguntó si la nueva titular del DNI, Avril Haines, compartía la evaluación de su predecesor, su oficina dijo que tenía comentarios, pero señaló declaraciones en las que advertía sobre la amenaza que representa China.

Y si bien el gobierno del presidente Joe Biden ha descartado gran parte de la agenda de Donald Trump, es probable que las tensiones con China sigan siendo una característica de la política exterior de Estados Unidos.

Ambición vs realidad

Tener un supersoldado en sus filas es una perspectiva tentadora para los militares: imagina un soldado que pueda soportar el dolor, el frío extremo o la falta de sueño.

Pero como muestran los intentos estadounidenses por construir a «Iron Man», los límites de la tecnología pueden arrastrar la ambición por tierra.

Un documento de 2019 de dos académicos estadounidenses, sin embargo, afirma que el ejército de China ha estado «explorando activamente» técnicas como la edición de genes, los exoesqueletos y la colaboración entre humanos y máquinas.

El informe se basó principalmente en comentarios de estrategas militares chinos.

Y una de las autoras, Elsa Kania, se mostró escéptica con los comentarios de Ratcliffe.

«Es importante comprender lo que el ejército chino está discutiendo y aspirando a actualizar, pero también reconocer la distancia entre esas ambiciones y la realidad de dónde está la tecnología en este momento», dijo Kania, investigadora principal del Centro para una Nueva Seguridad Americana.

«Si bien los ejércitos de todo el mundo pueden tener mucho interés en la posibilidad de supersoldados… al final del día, lo que es factible dentro de la ciencia impone una restricción a cualquier actor que esté tratando de empujar las fronteras», agregó.

Por ejemplo, Ratcliffe mencionaba pruebas en adultos. Pero si bien algunas de sus características podrían alterarse mediante la edición de genes, cambiar el ADN de embriones ofrecería una de las rutas más plausibles hacia un «supersoldado».

Y para la Dra. Helen O’Neill, genetista molecular del University College London, la pregunta es si los científicos estarían dispuestos a usar esa tecnología, en lugar de si la misma existe.

«Esas tecnologías -de edición del genoma y su combinación con reproducción asistida- se están convirtiendo en prácticas de rutina en transgénicos y agricultura. Es solo la combinación de los dos para su uso en humanos lo que se considera poco ético en este momento», dijo.

En 2018, el científico chino He Jiankui hizo un anuncio sorprendente: había alterado con éxito el ADN de los embriones de unas gemelas para evitar que contrajeran el VIH.

El anunció provocó indignación, pues este trabajo de edición genética está prohibido en la mayoría de los países, incluida China. Normalmente se restringe a los embriones de fecundación in vitro desechados, siempre que se destruyan inmediatamente después y no se utilicen para producir un bebé.

Y aunque el científico defendió su trabajo, este lo llevó a la cárcel por desafiar las prohibiciones del gobierno.

Muchos de los entrevistados para este artículo aludieron al caso He Jiankui como un momento clave en la bioética.

Pero científicos también han informado que, además de protegerlas del VIH, el tratamiento aplicado a las gemelas también trajo mejoras cognitivas para ellas.

He Jiankui utilizó la tecnología crispr, una forma de realizar cambios específicos y precisos en el ADN contenido en las células vivas. Algunos rasgos se pueden eliminar y otros se pueden agregar.

Es una tecnología muy prometedora, ya que potencialmente podría servir para tratar o incluso curar enfermedades hereditarias. ¿Qué podría hacer entonces por los militares?

Christophe Galichet, científico investigador principal del Instituto Francis Crick de Londres, describe crispr como una «revolución».

Pero tiene límites, dice, comparándola con la función de buscar y reemplazar texto en un documento: puede intercambiar fácilmente frases precisas, pero lo que funciona en un punto del texto puede no tener sentido en otro.

«Es incorrecto pensar que un gen tendrá un único efecto», explica. «Si tomas un gen, podrías tener un individuo con músculos más grandes o que pueda respirar a gran altura. Pero tal vez más adelante el individuo desarrollará cáncer».

También es difícil aislar algunos rasgos. Por ejemplo, muchos genes están involucrados en la altura. Y cualquier rasgo que se cambie se transmitirá de generación en generación.

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Algunos analistas ven los esfuerzos de China como una respuesta directa a Estados Unidos.

Un reportaje de 2017 de The Guardian dijo que una agencia militar estadounidense estaba invirtiendo decenas de millones en tecnología de extinción genética que podría acabar con las especies invasoras, algo que los expertos de la ONU advirtieron que podría tener aplicaciones militares.

Y China y EE.UU. no son los únicos países que buscan una ventaja: las fuerzas armadas de Francia han recibido aprobación para desarrollar «soldados mejorados» y ya hay un informe que establece los límites éticos de la investigación.

«Debemos enfrentar los hechos. No todos comparten nuestros escrúpulos y debemos estar preparados para lo que nos depare el futuro», dijo del mismo la ministra de Defensa francesa, Florence Parly.

Incluso si los científicos pudieran mejorar de manera segura los atributos de un individuo, la aplicación en el campo militar también plantea sus propios problemas.

Por ejemplo, ¿un soldado individual podría consentir libremente en un tratamiento potencialmente riesgoso dentro de la estructura de mando del ejército? Se informa que tanto China como Rusia han probado las vacunas para la covid en sus tropas.

«El ejército no existe para proteger los intereses del soldado, existe para obtener una ventaja estratégica o ganar una guerra», die el profesor Julian Savulescu, experto en ética de la Universidad de Oxford.

«Hay límites a los riesgos que se pueden imponer a los soldados, pero son más altos que los impuestos a la sociedad normal», agrega.

El profesor Savulescu dice que, para cualquier persona, es importante sopesar los riesgos de una mejora con los beneficios.

«Pero, por supuesto -agregó- la ecuación es diferente en el ejército; los seres individuales asumirán los riesgos, pero a menudo no se beneficiarán», advierte.

De hecho, los soldados son a menudo puestos en situaciones de vida o muerte, y podría pensarse que la mejora debería ser bienvenida si aseguraba su supervivencia.

Pero para el profesor Patrick Lin, filósofo de la Universidad Politécnica Estatal de California, la cosa no es tan simple.

«Las mejoras militares significan experimentar y poner en riesgo a sus propios ciudadanos, por lo que no está claro qué tan mejor protegidos podrían estar los soldados mejorados. Todo lo contrario, podrían ser enviados a misiones más peligrosas o correr más riesgos que los no mejorados», explica.

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Es posible que el Capitán América aún no esté a la vuelta de la esquina, pero siempre existe la posibilidad de un desarrollo sorpresa.

«Es difícil ejercer algún control ético o democrático sobre cómo evolucionan las cosas en el ejército porque, por naturaleza, utilizan el secreto y la privacidad para proteger el interés nacional», advierte el profesor Savulescu.

«Entonces, es una cuestión ética difícil. Ya es bastante difícil en estos días en ciencia o medicina, donde las cosas están razonablemente abiertas», agrega.

Y en cuanto a lo que podría, o debería, hacerse para regular el campo, el profesor Lin cree que «un desafío clave es que casi todo esto es investigación de doble uso».

«Por ejemplo, la investigación de exoesqueletos tuvo como primer objetivo ayudar o curar a personas con afecciones médicas , como para ayudar a los pacientes paralizados a caminar de nuevo», recuerda.

«Pero este uso terapéutico puede adaptarse ara fines militares fácilmente, y no es obvio cómo evitar que eso suceda, lo que significa que no es obvio cómo regularlo sin tal vez también frustrar la investigación terapéutica», agrega.

Por su parte, el Dr. O’Neill advierte que China ya ha avanzado en la investigación genética y otros países se han puesto en desventaja.

«Creo que hemos perdido el tiempo en argumentos éticos, en lugar de centrarnos en la realidad del aquí y el ahora», dice.

«Se gasta demasiada energía en la especulación y la distopía, y se debe dedicar mucha más energía en riesgos reales y en aplicar la tecnología para entenderla mejor, porque se hará en otra parte y ya se hace en otra parte. Y es solo con más investigación que entenderemos dónde es que las cosas pueden salir mal», concluye.

Fuente: BBC