La humorista que se ríe de los robots poniéndolos a tejer o a inventar refranes
La inteligencia artificial está en la base de las herramientas que usamos a diario en internet. Gracias a las técnicas de aprendizaje automático (el famoso ‘machine learning’), el traductor de Google es capaz de trasladar cualquier texto de un idioma a otro (aunque a veces se mete en líos como con la web turística de Santander), los muros de Facebook filtran las publicaciones para mostrarnos las que más nos interesan (aunque en ocasiones censuran por impúdica alguna que otra estatua de hace milenios) o Instagram y Snapchat son capaces de ponernos a vomitar arcoiris cuando abrimos la boca frente a la pantalla.
Ya de por sí hay un cierto humor en los algoritmos, pero si hay alguien que de veras ha sabido explotar su potencial cómico es, sin duda, la ingeniera estadounidense Janelle Shane. Sus trabajos, a medio camino entre la ciencia y el arte, no te van a dejar indiferente. Se dedica a entrenar redes neuronales para que imiten a los humanos en cosas tan aparentemente sencillas como poner nombres a nuevos colores, idear frases supuestamente románticas para San Valentín o diseñar disfraces de Halloween. Los resultados siempre son desastrosos y dejan a las máquinas bastante mal.
Técnicamente, lo que hace Janelle podría resumirse en recopilar cientos o miles de ejemplos hechos por humanos (por ejemplo, una base de datos de refranes u otra de recetas de cocina) para que la máquina pueda estudiarlos y extraer patrones, tratando de entender el proceso para replicarlo. Como el robot no llega a ver la intención del creador de carne y hueso, normalmente se queda lejos del acierto.
Con los refranes, por ejemplo, lo que llega a comprender es que existen unas ciertas estructuras que suelen repetirse, así que las aplica con distintas palabras. “Un buen yunque no es el que más ruido hace”, “un buen vino hace el mejor sermón”… Quizá no son tan fáciles de comprender como un “más vale pájaro en mano que ciento volando”, pero seguro que algún mensaje encierran que los humanos nos estamos perdiendo. O, como mínimo, son una buena muestra de que los robots no siempre consiguen superarnos. Hay tareas, como bien demuestra Shane, que aún se les resisten.
La costura es otra de ellas. En su proyecto más reciente, Shane se ha aliado con un foro de entusiastas del punto para enseñar a su red neuronal cómo se diseña un patrón que luego los esforzados miembros de la comunidad tenían que intentar poner en práctica.
No fue sencillo. El algoritmo fue capaz de respetar todas las normas que tiene que cumplir un buen patrón (el tipo de símbolos que utiliza, cómo se indica cada movimiento y el número de repeticiones, etc.), pero no hizo un gran trabajo en lo que a concebir pasos viables se refiere. Los humanos tuvieron que poner todo su empeño (y rellenar algunos huecos) para seguir sus instrucciones, y aún así el resultado dejaba bastante que desear.
“Cuando empiezas a tejer un patrón, sabes qué es lo que estás intentando hacer (un calcetín, un suéter…) y el patrón a menudo viene acompañado de una imagen del objeto terminado que te permite ver los detalles. Te pones a ello sabiendo lo que pretendía el creador”, comentaba uno de los participantes. “Con los patrones de la red neuronal, no hay foto, y no se sabe lo que se supone que el objeto terminado debe ser, lo que significa que no tienes ni idea de hacia dónde vas cuando empiezas a tejerlo”.
Tampoco se desempeña con maestría cuando tiene que hacer algo que parece un juego de niños: poner nombres a cosas, ya sean grupos de heavy metal (desde Arena Inhumana a Sufre el Azul, pasando por Cielo Negro Clónico), personajes de Pokémon (Tortabool, Stangute, Mawuh…), colores (rojo pedorro, azul fumado…) o marcas de cerveza (Horda Solitaria, Gato Celestial…)
Y en lo que respecta al arte del ligoteo, también está un poco pez. Ni sus eslóganes para San Valentín ni sus frases para ligar son propias de un auténtico Casanova: “Eres tan hermosa que ya sabes lo que quiero decir”, “si me dieran una rosa cada vez que pienso en ti, tengo un precio ajustado”… No te esfuerces demasiado en encontrarles sentido porque no lo tienen. Si alguien usa esto para romper el hielo en Tinder y le funciona, probablemente lo tenía tan hecho que hubiera dado igual lo que dijera.
Mención aparte merecen los disfraces de Halloween que la inteligencia artificial de Janelle Shane inventó tras estudiar una base de datos con miles de propuestas humanas. En este caso, salieron grandes ideas que, si bien serían complejas de poner en práctica, convertirían en el rey de la fiesta a aquel que se atreviera a probarlas. Salir la noche del 31 de octubre vestido de Gandalf Espartano, de Caja Enmascarada de Árbol Punk es un éxito prácticamente asegurado.
La inteligencia artificial es cada día más sofisticada y se acerca a reemplazar a los humanos en cientos de tareas cotidianas. Sin embargo, está muy lejos de ser perfecta y las labores más creativas son, seguramente, su gran talón de Aquiles. Viendo los trabajos de Shane, cuesta pensar que los robots nos vayan a quitar el trabajo. Quizá haya muchas cosas que puedan hacer mejor que nosotros, pero hay oficios que, al parecer, seguirán vedados al silicio durante mucho mucho tiempo.
Fuente: Tecnoxplora.com