Inspirado en los robots espaciales, esta máquina creada por el CSIC en España digitaliza un proceso que suele realizarse de forma manual y más lenta
El campo se reinventa con nueva maquinaria. Los robots ya forman parte de muchos cultivos que permiten automatizar diferentes tareas para optimizar la producción: desde dispersar las semillas, hasta monitorizar y vigilar los cultivos. En España se han presentado recientemente varios proyectos enfocados en el diseño de robots que pretenden transformar la investigación y producción agrícola.
No es un tractor, pero sí tan pesado como la mayoría de máquinas agrícolas. CROPTIMUS-PRIME es un laboratorio andante que recorre los cultivos en busca del próximo cereal que demuestre más resistencia al cambio climático y a las nuevas enfermedades y que ya se está usando en centros de investigación en Córdoba y Zaragoza.
«Buscamos variedades de cereales que toleren mejor las olas de calor y la falta de agua», explica a EL ESPAÑOL-Omicrono, José Antonio Jiménez Berni, quien ha liderado el equipo de investigadores del Instituto de Agricultura Sostenible (IAS) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Córdoba, que ha desarrollado este robot.
CROPTIMUS-PRIME es un proyecto nacido completamente en España, fruto de la colaboración entre el IAS-CSIC, quienes se han encargado del diseño y del software de captura y análisis de datos; y desarrollado por el laboratorio AgroPhenoLab, que dirige José Antonio Jiménez Berni. La construcción del robot ha sido una labor de la empresa española Agrobot, especializada en robótica agrícola, que ha colaborado con el Grupo Álava, para el suministro y la configuración de parte de los sensores avanzados.
Dejando atrás los procesos manuales
El objetivo de este proyecto es digitalizar los procesos que tradicionalmente se han realizado de forma manual en los ensayos de variedades en los que un mejorado planta en pequeñas parcelas diferentes variedades de plantas y estudia los distintos atributos de cada una en busca de mejorías para incrementar su rendimiento y productividad.
Es lo que se conoce como fenotipado agrícola, un proceso mediante el cual se determinan, describen y analizan las características observables de los cultivos que incluyen rasgos morfológicos (tamaño, forma de las hojas, altura), fisiológicos (capacidad fotosintética, contenido de agua), bioquímicos o de comportamiento que resultan de la interacción entre la composición genética del organismo (genotipo) y las condiciones del ambiente.
De forma tradicional, este estudio se lleva a cabo, por ejemplo, midiendo con una regla la altura de la planta, mientras otro especialista se dedica a cortar las plantas para llevárselas al laboratorio, pesarlas y estudiar su biomasa. «Tratamos de hacer este proceso más rápido y preciso, pero también más objetivo, por ejemplo, la resistencia a enfermedades es un parámetro muy importante, pero muchas veces es una cuestión muy visual, aunque se siga cierto protocolo», explica Jiménez Berni.
El investigador hace hincapié en que “este proyecto posiciona a España en la vanguardia de la agricultura inteligente, combinando ciencia, tecnología y sostenibilidad”. Aunque CROPTIMUS-PRIME se centra en la investigación preliminar de las variedades de cultivos, sus progresos repercuten en último lugar en el trabajo de los agricultores y la compra de las familias.
Como un tractor autónomo
El robot, de aproximadamente 2.000 kilogramos de peso, tiene una altura para cubrir cultivos de 1,7 metros máximo. Se ha diseñado de forma robusta como la mayoría de maquinaria agrícola, e inspirándose en los robots destinados a la exploración espacial.
Se desliza sobre cuatro ruedas motrices y directrices, lo que le permite desplazarse en cualquier dirección con gran estabilidad. «Tenemos un sistema GPS muy preciso que nos da la posición del robot con una precisión de 1 o 2 cm, el robot va haciendo zigzag sobre las diferentes parcelas, gira 90 grados y continúa haciendo la cuadrícula que se le ha marcado», explica el investigador.
Sobre esas ruedas se sostiene una plataforma modular que integra diversos instrumentos. El que más destaca son las cámaras LIDAR, estas se usan para generar reconstrucciones 3D de alta precisión, lo que permite calcular la altura, biomasa y arquitectura del cultivo, o lo que es lo mismo, la distribución de las hojas o espigas.
Además, integra sensores hiperespectrales que analizan la luz reflejada, dato con el que se puede determinar el contenido de agua, la clorofila, pigmentos y metabolitos del cultivo, así como la capacidad fotosintética y los niveles de estrés.
Con estos sensores, explica Jiménez Berni, «medimos la luz reflejada, pero en vez de tener tres bandas de luz como las cámaras de fotos ( azul, rojo y verde), tenemos 2.000 colores: desde el ultravioleta hasta el infrarrojo». Esto permite obtener la composición de la planta, una técnica que se usa mucho en laboratorio, pero que para este proyecto han conseguido adaptar el sensor para usarlo en el campo.
También cuenta con otros instrumentos como cámaras térmicas para medir la temperatura del dosel y cámaras RGB de alta resolución para un análisis visual detallado.
El uso de estos instrumentos también sirve para mejorar y probar la tecnología que puede ampliarse a más funciones, como instalar los sensores LIDAR en tractores y robots autónomos. Precisamente, otro equipo del CSIC ha presentado recientemente un coche eléctrico automatizado que monitoriza y vigila los cultivos.
Renault Twizy, se centra en la siguiente fase agrícola, cuando las variedades de plantas descubiertas llegan a los cultivos y los agricultores necesitan ayuda para detectar plagas a tiempo o estimar las cosechas de forma más eficiente.
Fuente: elespanol.com


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