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El ChatGPT que usas ya está viejo: todo lo que va a cambiar el último invento de OpenAI

Cuando muchos esperaban un navegador, Sam Altman presentó un agente de inteligencia artificial todoterreno que ya ha empezado a desplegarse entre los usuarios. Esto es lo que puede hacer y lo que podría dejar obsoleto

Hasta ahora, las inteligencias artificiales generativas funcionaban de una manera similar a como lo podría hacer un copiloto en un viaje por carretera de los de hace unos años. Uno de esos que sabían desplegar un mapa y leerlo, que conocía dónde solía haber más tráfico y era capaz de indicar alguna ruta alternativa. Si se lo pedías, podía decirte cuánto quedaba para la próxima estación de servicio, en cuál se comía mejor o peor o incluso escribir un SMS en tu nombre a alguien del trabajo. Pero había dos condiciones fundamentales: siempre esperaba a que le dijeras lo que tenía que hacer y nunca tomaba el volante.

Con su último lanzamiento, OpenAI propone cambiar de marcha y que ChatGPT deje el asiento del copiloto para ponerse a los mandos del automóvil. Su nuevo desarrollo, bautizado como ChatGPT Agent, ya no se trata de un asistente que acompaña en las tareas, sino que es capaz de conducir por su cuenta.

Imagina que, antes de arrancar, le dices a tu coche: «Quiero ir a la Sierra este fin de semana, pero antes reserva un hotel rural, compra algo de comida, revisa el tiempo y busca alguna actividad para hacer». Y el coche se pone en marcha. Mientras vas hacia tu destino, busca opciones, compara, toma decisiones y ejecuta las acciones sin que tenga que recibir tu ok constantemente ni que le tengas que indicar qué hacer en cada momento.

Es como pasar del modo asistido al piloto automático. O mejor dicho: de tener a alguien que te ayuda a conducir, a contar con alguien que entiende a dónde quieres ir y se ocupa de todo el trayecto. Desde mirar el GPS hasta repostar si hace falta.

Ese es el salto que prometen los agentes de inteligencia artificial. Un sistema capaz de actuar con iniciativa, de entender un objetivo amplio y moverse entre aplicaciones, webs y servicios sin pedir permiso cada cinco segundos. No solo generar texto, sino hacer cosas. Y ese matiz lo cambia todo.

La empresa dirigida por Sam Altman no es, ni mucho menos, la primera que llega a este punto. Desde Microsoft hasta Anthropic, pasando por Google u Oracle, todas ellas habían presentado agentes inteligentes de algún tipo. Eso sí, la mayoría estaban pensados para colectivos profesionales como programadores, para tareas muy concretas como atención al cliente, o no habían dejado de ser cosas experimentales lanzadas a muy pequeña escala.

Pero OpenAI ha dado un golpe en la mesa con ChatGPT Agent, que ya está desplegando a nivel global para los usuarios de sus diferentes planes de pago. Eso sí, tal y como explicó la compañía, tanto la Unión Europea como Suiza tendrán que esperar para poder disfrutar de estos agentes de IA. Las personas suscritas a la versión Plus tendrán 40 peticiones de este tipo disponibles cada mes; los del paquete Pro, 400.

Realmente, ChatGPT Agent no hace nada que no supiera hacer ya el ChatGPT clásico que llevabas utilizando hasta ahora. Porque sus capacidades son la combinación de todo lo anterior. La nueva herramienta se nutre, por una parte, de Deep Research, el modo de ChatGPT pensado para investigadores o usuarios que necesitan rascar más allá de la superficie. Permite hacer preguntas complejas, seguir hilos largos, pedir fuentes, comparar datos o repreguntar sin que la conversación se deshilache. Por otra, de Operator, el sistema que coordina todo lo que el agente necesita para pasar de las palabras a los hechos. Tanto Operator como Deep Research eran considerados agentes por la compañía, aunque sus funcionalidades y capacidades estuvieran muy limitadas hasta ahora.

Operator es quien se encarga de recordar lo que estás haciendo, decidir qué pasos dar y utilizar las herramientas necesarias para que las cosas ocurran sin que tengas que estar encima. Y, además, suma todas esas habilidades para la generación de imágenes, ejecución de código, conectores a servicios de terceros o la creación de documentos.

El agente de OpenAI refleja perfectamente las posibilidades que se abren con esta nueva metamorfosis de la inteligencia artificial. Si esta herramienta es capaz de utilizar un navegador virtual para completar tareas y puede generar un PowerPoint o una hoja de cálculo descargable… ¿tiene sentido seguir atado a una suite ofimática como Office? Aunque es imposible romper por completo la dependencia, lo cierto es que todas estas funciones reducen notablemente la necesidad de este tipo de software.

Este tipo de sistemas, que ya no esperan órdenes sino que actúan con iniciativa, no solo representan un cambio técnico. También están empezando a transformar, de manera silenciosa pero significativa, la estructura del mercado laboral. Porque si las herramientas anteriores eran copilotos eficientes, los nuevos agentes son conductores que ya no necesitan a nadie en el asiento del copiloto. Y eso empieza a tener consecuencias, especialmente para quienes ocupaban tradicionalmente ese lugar: los perfiles más junior.

Más presión para los juniors

Durante años se ha insistido en que la gran sustitución laboral estaba aún lejos. Que la tecnología no era capaz de asumir tareas complejas o de alto valor añadido. Pero esa distancia se acorta, y lo está haciendo por la parte baja de la tabla. En países como Estados Unidos, la Reserva Federal ya ha alertado del aumento del desempleo en los escalafones más bajos de las organizaciones. Y cada vez más voces señalan a la inteligencia artificial como la responsable: los nuevos sistemas están absorbiendo tareas rutinarias que antes desempeñaban becarios, asistentes o empleados sin experiencia.

El caso de Amazon es un buen ejemplo. Según publicó el New York Times, la empresa ha impuesto el uso de herramientas de IA generativa en sus departamentos de desarrollo para hacer frente a la creciente demanda de código. Las consecuencias no se han hecho esperar: algunos equipos han visto recortada a la mitad su plantilla, mientras se les exige el mismo volumen de trabajo en menos tiempo. Los empleados denuncian que han pasado de escribir código a limitarse a supervisar lo que produce una IA.

Y lo que hoy afecta a unos pocos, mañana puede escalar. Dario Amodei, cofundador y CEO de Anthropic —una de las firmas más punteras del sector, respaldada por Amazon y Google— ha asegurado que «la IA va a dejar fuera de juego a millones de trabajadores jóvenes». En una entrevista con Axios, advirtió que hasta el 50% de los puestos junior en trabajos de cuello blanco —como consultoría, derecho o finanzas— desaparecerán en un plazo de entre uno y cinco años. Cree, además, que el desempleo en Estados Unidos podría rozar el 20% si no se actúa a tiempo. «Parece una locura y por eso nadie se lo cree», reconocía. Pero insistía: «Como creadores de esta tecnología, tenemos la obligación de ser honestos sobre lo que está por venir».

Este discurso, lejos de ser marginal, ha empezado a calar en círculos políticos. Steve Bannon, uno de los asesores más cercanos a Donald Trump durante su primera legislatura, ha dedicado varios capítulos de su pódcast al asunto. Está convencido de que el desempleo provocado por la inteligencia artificial será uno de los temas clave de las elecciones de 2028.

Porque si bien la IA ha sido presentada como una palanca de eficiencia, también ha servido como coartada. En muchos casos, se ha automatizado mal, se han recortado plantillas o se han disfrazado decisiones empresariales cuestionables como avances tecnológicos inevitables. La gran sustitución, por ahora, no ha llegado en forma de avalancha. Pero sí como una erosión constante. Silenciosa. Y casi siempre, empezando por los eslabones más débiles: becarios, juniors, recién llegados. El trabajo no ha desaparecido. Pero cada vez cuesta más empezar.

Las dudas que quedan por responder

A pesar de lo prometedor —y a la vez amenazante— que puede resultar esta tecnología, hay muchas dudas aún por resolver. La primera y más básica es su funcionamiento. ¿Sufrirá alucinaciones? ¿Qué pasará cuando encuentre problemas inesperados en los encargos? ¿Realmente será más rápida que nosotros? En las demostraciones que la compañía ha hecho a diversos medios y especialistas, se ha explicado que el tiempo medio ronda entre los 10 minutos y el cuarto de la hora, pero todo es muy variable. Algo como planificar una escapada que incluya revisar el calendario y encontrar un restaurante puede demorarse unos 5 minutos. Algo más complejo, como elaborar un PowerPoint de un informe de resultados, podría llegar a la media hora.

Otra pregunta que puede surgir es si el ChatGPT Agent puede navegar libremente por toda la web. La respuesta es no. La compañía ha delimitado una lista de sitios web a los que considera arriesgado acceder. Entre ellos se encuentran las redes sociales o las webs de los bancos. En estos casos, la herramienta exige que el usuario observe la interfaz activamente y no ponga la ventana en segundo plano.

La tercera gran duda es la de la transparencia. Si la plataforma tiene el encargo de encontrar unos vaqueros, un restaurante o una noche de hotel, ¿cuáles serán los criterios que seguirá para mostrar la opción o las opciones más adecuadas? ¿Qué hará que un resultado se quede dentro o fuera del radio de acción de este agente? No hay que olvidar que esto ya ha traído mucha cola en el pasado, y empresas como Amazon o Google han sufrido importantes sanciones en este sentido.

Sea como sea, ha llegado el momento de dejar de decirle a la tecnología lo que tiene que hacer. Y tenemos que preguntarnos qué hará sin que se lo pidamos.

Fuente: elconfidencial.com

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