DestacadaTecnología

Desarrollan músculos «casi humanos» para mejorar la movilidad de los robots

Los robots no son ni han sido un elemento ausente en el imaginario futurístico de libros, programas de televisión y películas. A pesar de que muchas de las profecías que se plantearon sobre el rol de estos seres robóticos en la sociedad no se cumplieron (aún), el desarrollo de robots tiene cada vez mayores y más inquietantes avances.

Ahora, un equipo de científicos estadounidenses logró desarrollar un material lo suficientemente elástico y resistente como para reproducir de manera eficaz el funcionamiento de los músculos humanos. Es así que la imagen rígida y acartonada que se representa en el imaginario colectivo al pensar en un robot, tampoco parece asimilarse a lo que realmente podrán ser en un futuro estas máquinas.

El hallazgo, liderado por el profesor de ingeniería mecánica Hod Lipson, del equipo Creative Machines de la Universidad de Columbia, podría servir incluso para mejorar la fabricación de robots que interactúen con el público.

Según los responsables del estudio, publicado en la revista Nature Communications, el descubrimiento resolvió uno de los grandes obstáculos para la creación de robots: emular con éxito los movimientos de organismos vivos. «Hemos logrado grandes avances en inteligencia artificial, pero hasta ahora el cuerpo de los robots era todavía primitivo», afirmó Lipson.

«El nuevo material es una pieza clave en el complicado puzzle de la ingeniería robótica, y, al igual que lo que sucede en la biología, puede ser modelado y remodelado en miles de formas. Estamos traspasando una de las últimas barreras para crear robots realistas», concluyó. Este tejido, que cuenta con una «habilidad expansiva intrínseca», es tres veces más fuerte que el músculo humano, tiene una gran capacidad de estiramiento y resistencia y es suave al tacto, explicaron los expertos a la agencia EFE.

Según los investigadores, la cualidad más destacable del descubrimiento es su capacidad par estirarse de forma autónoma, sin ayuda de ningún mecanismo externo. Además, cuenta con suficiente elasticidad y resistencia -incluso más fuerte que un músculo humano- para usarse en cualquier función.

Hasta la fecha, la tecnología existente dependía de dispositivos neumáticos o hidráulicos que expandieran o contrajeran los tejidos blandos por acción del aire o del agua, lo cual dificultaba la posibilidad de fabricar piezas pequeñas o crear robots que pudieran moverse por sí mismos.

Dentro de esta área conocida como soft robotics, que apunta a crear prototipos que no sólo tienen exteriores flexibles sino que, al igual que muchas estructuras biológicas, ya existían iniciativas que funcionan gracias a que contienen una red de canales huecos por los que se hace pasar un fluido a presión. El MIT, por ejemplo, presentó hace unos años un prototipo de robot blando que emula los movimientos de un pez bajo el agua.

El material, que se puede crear con impresoras 3D para obtener la forma deseada con precisión (reduciendo así su costo), fue elaborado por Aslan Miriyev con una goma de silicona con etanol distribuido a través de microburbujas. «Es el material artificial más parecido al músculo humano que tenemos», declaró el experto. Según los investigadores, es «fácil de fabricar, barato y está elaborado con materiales seguros para el medio ambiente».

Los músculos artificiales pueden activarse solos, según pudieron comprobar los investigadores, quienes únicamente utilizaron un impulso eléctrico para ponerlo en marcha. El equipo de Lopso probó sus posibilidades en varias funciones robóticas y pudieron comprobar sus posibles usos, además de su gran capacidad de expansión y contracción.

La aplicación de tejidos blandos en la robótica inspirados en organismos vivos abre un gran campo de posibilidades, sobre todo en campos como la manufactura o la asistencia sanitaria, en los que los robots necesitan interactuar con los seres humanos. El prototipo desarrollado por los investigadores «puede empujar, estirar, doblar, retorcer y levantar peso», según afirmó Alsan Miriyev.

Fuente: Nature Communications