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Construye Argentina el reactor multipropósito más moderno del mundo

Dentro del gran predio que ocupa el centro atómico ubicado a 33 km de la Capital, enmarcado a lo lejos por la cortina verde de los bosques de Ezeiza, se oyen martillazos, se advierte la actividad de las grúas y crece un monumental enjambre de cemento, tubos y varillas de hierro.

Se trata del esqueleto de un reactor nuclear multipropósito que se convertirá en el más moderno del mundo y, si todo se desarrolla como está planeado, ubicará al país en un puesto de avanzada en el mercado de radiofármacos y en la investigación con haces de neutrones, un área crítica para la producción, testeado y estudio de materiales.

El RA-10, tal su nombre técnico, «tendría que haberse finalizado antes, si hubiéramos recibido los fondos presupuestados -cuenta Herman Blaumann, gerente del proyecto de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA)-, pero esperamos que esté completo en 2022. Estamos previendo que podrá producir el 20% del molibdeno que se consume en el mundo [un isótopo que se utiliza para los estudios de medicina nuclear, como obtener imágenes funcionales de distintos órganos, y que genera un mercado de unos 100 millones de dólares]. La idea es que la Argentina entre a ese partido como un jugador importante. Pero además nos permitirá ensayar materiales y combustibles que hasta ahora no teníamos facilidades para testear. Y tendrá herramientas para investigación y desarrollo basadas en ‘técnicas neutrónicas’, algo que abre un horizonte nuevo para el país. Es una instalación que sostiene la posición de referencia que tiene la Argentina en el escenario de la tecnología nuclear».

«El RA-10 cuadruplicará la producción actual de radioisótopos en la Argentina y cubrirá las próximas décadas -agrega el licenciado Osvaldo Calzetta, presidente de la CNEA-. Hoy, hay unos cuantos países que los fabrican, pero entre 2024 y 2028 se producirá un vacío importante, porque varios de los reactores que están actualmente activos habrán cumplido su vida útil, lo que presenta una oportunidad importante».

Según explica Calzetta, entre otras aplicaciones figura el «dopaje» de silicio, una operación que permite, a través de técnicas neutrónicas, lograr que el metal se vuelva un semiconductor, insumo para los autos eléctricos, que en los próximos años elevarán la demanda de ese material. Desde el punto de vista de la ciencia, ofrecerá algo que nunca tuvimos: una herramienta para hacer investigación y desarrollo con haces de neutrones, como estudios de materiales, composiciones, estructuras cristalinas. Pero además completará la capacidad que tiene el país de desarrollar y calificar combustibles para centrales nucleares.

Será algo así como un banco de pruebas: «Este tipo de equipos permiten hacer un envejecimiento más rápido del combustible nuclear que el que tendría en una central normal -destaca Calzetta-. Eso se hace para asegurar que no se va a deteriorar antes de lo previsto. Irradiar este tipo de materiales es un problema mundial y nosotros vamos a tener una herramienta que no solo utilizaremos aquí, sino que podremos ofrecer como servicio a otros».

Hecho en la Argentina

Desarrollado íntegramente en el país, este tipo de reactor se llama «multipropósito» porque genera neutrones (partículas del núcleo atómico sin carga eléctrica) en cantidad suficiente como para hacer irradiación de blancos que permiten fabricar isótopos de uso médico e industrial.

«Lo hacen mediante el proceso normal de fisión nuclear, pero en lugar de generar calor para producir energía eléctrica los liberan para irradiar materiales o para investigación -explica Tulio Calderón, gerente del área nuclear de Invap, contratista principal de este proyecto y compañía que construyó el más moderno de la actualidad, el OPAL, ubicado en Lucas Heights, Australia-. Son de potencias bajas, 20 o 30 megawatts, a diferencia de los reactores para generar electricidad, que pueden ser de 3000».

La idea de construir un nuevo reactor surgió alrededor de 2010, entre otras cosas para complementar al RA-3, que ya supera el medio siglo de vida.

«Esta facilidad es parte de un complejo de ciencia, radioisótopos y servicios a la industria que nos dejará parados en un lugar de avanzada en el mundo -destaca Calderón-. Los isótopos son cada vez más. Hasta ahora, alrededor de un tercio se fabrica en Holanda, en un reactor muy antiguo. Ese país hizo una licitación para reemplazarlo (que también ganamos nosotros), pero estará listo recién dentro de cinco o seis años como mínimo. La Argentina fabrica menos del 5% y exporta muy poco. Cuando otros países no pueden abastecer, como está pasando ahora, tenemos una oportunidad muy interesante para transformarnos en un proveedor importante en la cadena mundial de suministros. Para 2030, se espera que estén funcionando solamente los reactores de Australia, de Holanda (que está en la etapa del diseño básico, en los papeles), uno coreano y el RA-10. Quizás uno brasileño, que también estamos haciendo nosotros, pero que solo está en la ingeniería de detalle».

«Big science»

Delante del edificio que albergará el reactor (cuyo núcleo estará inmerso en una pileta con agua pesada de 14 metros de alto), se despliega una enorme plataforma sobre la que se construirá el «hall de haces de neutrones».

Será el edificio científico del complejo o Laboratorio Argentino de Haces de Neutrones (LAHN). Proyectado con la idea de un centro abierto y provisto de un conjunto de instrumentos de última generación y alto impacto para el estudio de materiales, materia condensada, piezas industriales, muestras biológicas, fármacos y varias otras aplicaciones, estará a disposición no solo de la comunidad científica y tecnológica local, sino también de la internacional. Es lo que se conoce como «big science», ya que requieren instalaciones muy específicas, de alta complejidad y alto costo que no poseen todas las naciones.

«Al no tener carga eléctrica, los neutrones interactúan con la materia de forma muy diferente de la de un electrón, un protón o cualquier otra partícula cargada -ejemplifica Calderón-. Como no se deflectan (desvían) por los campos magnéticos, las ‘neutrografías’ permiten ver otras características de los materiales, y hacer un tipo muy específico de ciencia. Cada una de las líneas tendrá neutrones rápidos, normales o lentos. Los haces llevan los neutrones a equipos de experimentación que permitirán analizar piezas mecánicas, de material orgánico (ya que cuando estas partículas están casi a la temperatura del cero absoluto no destruyen la materia, sino que son difractadas, y generan información muy distinta de la que se obtiene cuando uno ilumina con rayos X). Cada uno de estos equipos valen millones de dólares y los usa la comunidad mundial. En Australia, por ejemplo, ya están tomados todos los turnos de todos los días del año para los próximos 24 meses».

«Con este proyecto, por primera vez estamos donde hay que estar», dice Blaumann, ingeniero nuclear egresado del Instituto Balseiro que lo conduce desde su creación. No puede ocultar su orgullo. Igual que Nelson Salazar, veterano de estas lides que exhibe su casco, el mismo que usó en la construcción de Atucha. O Angie Machain, la jovencísima encargada de higiene y seguridad, que vigila celosamente que cada uno de los que ingresan a la construcción tenga equipamiento adecuado. O Ana Paula Cappadoro, ingeniera egresada de la Universidad Tecnológica Nacional de Santa Fe que dirige la obra civil.

«Esperamos que el Gobierno ayude, que se entienda la prioridad que tiene este emprendimiento; por supuesto, dentro del contexto general», concluye Blaumann, tan comprometido con este desafío que quienes lo conocen le dicen que tiene tres hijos biológicos, y un cuarto hijo llamado RA-10.

Fuente: lanacion.com.ar