El gigante asiático ha inaugurado en Rizhao un complejo de economía circular que produce hidrógeno verde y agua dulce del mar más barato que en Estados Unidos, un hito tecnológico logrado sin desalinización previa que abre un nuevo horizonte
China ha dado un golpe de autoridad en el complejo escenario de la innovación energética global desde la ciudad costera de Rizhao, en la provincia de Shandong. La clave de este avance reside en la superación de uno de los mayores obstáculos históricos de la ingeniería: la corrosión de los equipos por la salinidad. Gracias al desarrollo de unos catalizadores especiales y resistentes, esta nueva infraestructura permite realizar la electrólisis directa del agua marina, eliminando por completo la necesidad de desalar el agua previamente, un paso que solía disparar los costes.
En este mismo sentido, la planta destaca por su inteligencia a la hora de integrar los recursos industriales con los naturales para cerrar el ciclo productivo. El sistema aprovecha el calor residual de las fábricas cercanas y lo combina con el agua del mar para generar tres productos de alto valor en una sola tacada: hidrógeno verde, agua dulce de alta pureza y salmuera rica en minerales. Estamos ante un ejemplo de libro de economía circular casi perfecta, donde lo que antes eran simples desechos térmicos ahora se convierten en el motor que impulsa todo el proceso.
Por otro lado, la eficiencia energética es uno de los puntos fuertes que avalan este modelo frente a las alternativas existentes. Según informa el diario South China Morning Post, el rendimiento de esta unidad es un 20% superior al de las plantas convencionales que dependen de la electrólisis de agua dulce. Para la obtención del hidrógeno, el consumo eléctrico se sitúa en 4,2 kilovatios por metro cúbico, unas cifras que confirman la robustez técnica del proyecto y su viabilidad para ser implementado a gran escala.
Asimismo, la fiabilidad del sistema ha sido sometida a un riguroso examen práctico sobre el terreno para despejar dudas. La instalación ha operado de forma continua durante más de tres semanas sin registrar ningún tipo de incidencia técnica ni paradas no programadas. Este periodo de pruebas ha servido para certificar la estabilidad de un suministro energético con cero emisiones, sugiriendo un horizonte cercano donde los océanos podrían convertirse en la gran batería del futuro industrial.
Rentabilidad y volumen de producción
De igual manera, el análisis de los costes revela que esta tecnología no es solo un hito científico, sino también un éxito comercial en potencia. La planta es capaz de producir agua dulce a 2 yuanes el metro cúbico, lo que equivale a unos 0,28 dólares al cambio. Esta tarifa sitúa a la industria china en una posición de ventaja competitiva indiscutible, superando en rentabilidad a las grandes desalinizadoras que operan actualmente en potencias como Estados Unidos o en los países de Oriente Medio.
Finalmente, los números brutos de procesamiento ilustran a la perfección la enorme capacidad de esta tecnología. Por cada 800 toneladas de agua de mar procesada anualmente, el sistema devuelve 450 metros cúbicos de agua potable y la impresionante cifra de 192.000 metros cúbicos de hidrógeno. Se logra así un aprovechamiento máximo de los recursos naturales, exprimiendo el potencial energético y material de cada gota que entra en el circuito de producción.
Fuente: larazon.es


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