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Voluntarios ofrecen infectarse con parásitos para ayudar a combatir una enfermedad

Un grupo de científicos holandeses ha realizado uno de los experimentos más controversiales de los últimos tiempos al infectar a 17 voluntarios con un parásito que puede causar dolor, desnutrición, en algunas ocasiones, la muerte. El caso ha sido reportado por Science Magazine.

La investigación a cargo de Meta Roestenberg del Centro Médico de la Universidad de Leiden comenzó infectando a los pacientes con un parásito llamado Schistosoma mansoni. Este gusano es una de las cinco pequeñas especies transmitidos por el agua que causan esquistosomiasis, una enfermedad que enferma a millones de personas en África, Medio Oriente y América Latina y mata a miles cada año.

El objetivo de Roestenberg es tener información suficiente para fabricar una nueva vacuna, debido a que la existente “praziquantel”, es antigua e inadecuada. Infectar a los humanos podría ayudar a acelerar el desarrollo de nuevas intervenciones.

El parásito, usualmente vive en poblaciones de caracoles, los cuales pueden arrojar millones de larvas en las aguas de los lagos en un solo día. Cada larva viene equipada con un sensor químico que le permite ingresar a los humanos que entran al agua. Después de penetrar la piel, migran al hígado, donde maduran y se aparean. Una vez formadas las parejas, tanto hembra como macho permanecen juntos moviéndose hacia los vasos sanguíneos en el intestino, donde pueden residir durante años, arrojando cientos de huevos al día.

La mayoría de los huevos terminan en la orina y las heces, y si regresan al lago pueden infectar nuevos caracoles completando el ciclo. Pero algunos quedan atrapados en el hígado, los riñones o el bazo (el ciclo de vida es de 5 a 10 años), causando daños y provocando dolor, pérdida de sangre, desnutrición y, a veces, la muerte.

Los investigadores de este mismo laboratorio ya recrearon el ciclo de vida del parásito hace décadas, con hamsters en vez de personas. Ahora, Roestenberg está utilizando humanos en los experimentos. Los ensayos de campo, especialmente de vacunas, son muy costosos y complejos, y el riesgo de fracaso es alto. Un estudio de infección controlada puede ser muy útil, dice ella: «Te da una indicación de si algo puede funcionar en humanos o no». De tener éxito, el equipo espera probar sus vacunas en este mismo año.

El experimento

Cada uno de los voluntarios recibió una pequeña dosis en el brazo conteniendo 20 larvas del gusano. «Me gusta el hecho de que el estudio esté relacionado con las vacunas, porque he trabajado en ese campo antes», dice uno, un joven científico. La mujer a su lado dice que viene de África oriental y conoce la enfermedad de primera mano. También se les pagará 1000 euros por el experimento.

Todo el tiempo Roestenberg ha estado observando el proceso con un recipiente de plástico transparente que contiene epinefrina, antihistamínicos y corticosteroides. «Esta es la caja de emergencia», dice, en caso de que un sujeto tenga una fuerte reacción alérgica. Ninguno de los voluntarios infectados hasta el momento la ha tenido, aunque uno que se infectó con 30 larvas desarrolló una fiebre fuerte.

Además, los voluntarios han sido evaluados para descartar factores de riesgo como la infección por VIH y el embarazo. En la naturaleza, las personas se infectan con parásitos masculinos y femeninos, pero Roestenberg usó solo machos, por lo que no habrá óvulos, ni crías, ni síntomas. Y cuando el estudio termine en 12 semanas, los voluntarios recibirán praziquantel para curarlos.

Una vez infectados, los voluntarios regresarán al laboratorio todas las semanas para que el equipo de investigación pueda analizar su sangre en busca de una molécula llamada CAA, que los gusanos regurgitan desde sus estómagos. La presencia de esta molécula indicará que los gusanos todavía están vivos; en ensayos futuros, su ausencia podría significar que una vacuna o medicamento ha funcionado.

Riesgos

Roestenberg afirma haber diseñado el experimento para evitar que los parásitos se reproduzcan, y dice que el riesgo para los voluntarios es extremadamente bajo. Sin embargo algunos colegas no están convencidos porque no hay garantía de que los sujetos se deshagan de sus parásitos cuando termine el estudio.

«No me ofrecería como voluntario para este estudio y si tuviera un hijo o hija que quisiera ser voluntario, recomendaría no hacerlo», dice Daniel Colley, investigador de esquistosomiasis de la Universidad de Georgia en Atenas y que, obviamente, no está involucrado en el experimento.

Esta no es la primera vez que se plantea el uso de parásitos. El año pasado, farmacias alemanas plantearon vender larvas de parásitos de cerdo como suplemento alimenticio, lo que despertó las alarmas de la comunidad médica en el país teutón.

Fuente: nmas1.org