En una entrevista brindada a Conclusión, el psicólogo Mariano Montecchiesi explicó cómo cambió el uso de los celulares. Alertó que la ausencia de tolerancia a la frustración es una consecuencia del uso abusivo de las redes sociales y señaló: «Toda esa falta de entrenamiento hace que cuando vayamos a la vida real, nos pase por arriba»
En los últimos días, la empresa Meta (fundadora de Facebook e Instagram) comenzó a notificar a los menores de 16 años de Australia sobre la próxima desactivación de sus cuentas. Esta ley, que entrará en vigencia a partir del 10 de diciembre en el país de Oceanía, limita el acceso a las redes sociales a niños y adolescentes.
En el comunicado oficial aclararon que comenzaron con las notificaciones 14 días antes de que empiecen a perder acceso a las redes, para que tengan la posibilidad de «descargar sus archivos y actualizar sus datos de contacto para que puedan regresar cuando cumplan 16».
Esta nueva disposición abrió el debate sobre las prohibiciones, los impactos de las redes sociales en la salud mental de niños y adolescentes y otros tantos interrogantes que surgen en esta nueva sociedad atravesada y muchas veces «atrapada» en las pantallas.
Conclusión entrevistó al psicólogo Mariano Montecchiesi, quien se refirió al uso de las redes sociales a temprana edad y explicó que «si bien existen muchas diferencias entre Argentina y un país como Australia, a nivel social nos pasa lo mismo. La tecnología llega y nos afecta a todos por igual«.
«Lo que hay que preguntarse es cómo entrenan nuestro cerebro y nuestra mente para la inmediatez, para que no podamos tolerar estímulos mayores a un minuto, que son los videos cortos que nos ofrecen todas las redes sociales u otro tipo de plataformas». Esto lleva a la automatización de sentires: «No puedo aburrirme, si no me gusta algo, simplemente scrolleo y me voy a ver otra cosa. Y paso tantísimo tiempo procesando información de esta manera».
Esta situación trae aparejado consecuencias en actividades académicas como falta de concentración, aburrimiento y falta de comprensión lectora, porque desde los cinco años esas personas están scrolleando. «Se desecha lo que representa un poquito más de esfuerzo cognitivo».
Con respecto a esto hay que tener en cuenta que las capacidades cognitivas se entrenan, pero para ello «hay que hacer un esfuerzo, y aquí no solo hablamos de los chicos, sino también de los adultos. Y muchas veces esa dificultad está más en los grandes que en los niños», sentenció el profesional.
¿Quién aplica los límites?
Hay un adulto que debería plantar el uso de los dispositivos. «Ese adulto debe dejar el celular, dejar de scrollear, agarrar una pelota y salir a jugar -en un horario propicio para eso-. Y aquí también vemos a muchos padres que empiezan a paternar a partir de las diez de la noche, porque vivimos en un mundo que invita a trabajar cada vez más».
En cuanto a lo que acontece en Australia, Montecchiesi observó: «Creo que es una respuesta a una carencia. Los límites tienen que provenir de los padres, cuando tiene que salir el Gobierno a hacer una declaración de estas características es porque -evidentemente- hay un rol en casa que no se está cumpliendo. Estos límites son necesarios y los niños necesitan que se cumplan».
Y, en relación a la prohibición, aclaró: «No sé si es lo mejor, pero es un alguien haciendo algo. Sin dudas mucho mejor a no hacer nada».
Un mundo de frustraciones
En redes social se puede decir y hacer cualquier cosa. «A partir de allí empezamos a mostrar una gran fantasía, ya sea con el uso de los 1.500 filtros que nos ofrecen, o en el punto en el que podemos crear un mundo de irrealidades, ya sea desde la violencia o el paraíso representado en una foto. De ahí se gesta algo que después no se sostiene y los chicos terminan transitando un mundo de infinitas frustraciones porque no es real«.
«En consultorio lo que veo es un retraimiento de las relaciones vinculares, personales, no virtuales«. En este sentido alerta sobre una dificultad creciente para transitar momentos de frustración en contextos y situaciones que, generaciones adultas, las vivían con mucha gratificación.
Sin ir más lejos y aplicando un ejemplo sencillo, ir a jugar un partido de fútbol en donde se puede ganar o perder. «Hoy, para muchos eso representa un drama, la frustración de que no te salga y que no tengas otra vida para intentarlo, ‘simplemente perdiste’. Este tipo de situaciones generan ataques de pánico, crisis de angustia en situaciones de partido, durante un juego«.
La ausencia de tolerancia a la frustración es una consecuencia de las redes sociales. «Toda esa falta de entrenamiento hace que cuando vayamos a la vida real, nos pase por arriba».
¿Cuánto vale la presencialidad?
Argentina se diferencia en algo con respecto a otros países. «Si bien no somos la excepción, Argentina tiene algunas cosas distintivas ‘muy nuestras’ en torno a lo deportivo, que los chicos no ceden. El partido de fútbol, el entrenamiento, cosas que aún no se negocian por el uso de redes sociales».
La tecnología llegó para quedarse. «Está y va estar, lo que hay que saber es cómo acompañar a los niños en el crecimiento y en el acceso a estas tecnologías. Por ejemplo con la IA (Inteligencia Artificial) es necesario que puedan hacer un buen uso de la misma, identificándola como una herramienta y no como un estilo de vida».
«Los adolescente están tan acostumbrados a relacionarse a través del teléfono que en algún punto es lo mismo que chatear por WhatsApp con alguien, que hacerlo con la IA», añadió el profesional.
Otro mundo a tener en cuenta es el de los gamers, apuntó Montecchiesi. «Vos antes te juntabas a jugar a la play en la casa de un amigo, ibas hasta esa casa, merendabas, jugabas y charlabas. Hoy nos conectamos y listo. El vínculo pasó a ser virtual, desde una consola».
¿Cómo marcar límites?
Las pantallas en la niñez, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) podrían introducirse a partir de los 2 a 4 años, según las particularidades de cada niño. «Cuando se le permite el acceso a las mismas debería estipularse un horario, siempre y cuando la pensemos para algún tipo de actividad y no como red social«.
La redes sociales deben llegar más adelante, «primero tenemos que saber relacionarnos desde la presencialidad, el contacto humano y físico y después que aparezca la virtualidad para aportar algo distinto. Pero primeramente debemos gestar nuestros vínculos desde lo real».
A partir de allí, se debe acompañar, supervisar y dialogar cómo es adentrase en el mundo de las redes. En cuanto a la edad de ingreso en las mismas, el profesional explicó que si bien existen particularidades, «en los inicios de la secundaria, primer o segundo año, suelen ser momentos en donde empieza a haber una libertad un poco mayor».
Lo viejo funciona
Para finalizar, señaló la importancia de no perder de vista las horas que pasamos con los dispositivos. «Scrollear dos horas es ‘matar el tiempo’, es hacer algo que carece de sentido. Si quiera puedo determinar que nos genere alguna emoción«.
Todas las cosas que emergen a nivel social «tienen que ver con que en la familia cambio la manera de vincularse, en definitiva la manera de ser familia. Por eso, hay cosas de nuestra infancia que tenemos que empezar a recuperar, como por ejemplo esperar el momento para ver un dibujito animado, para de esta manera ejercitar la capacidad de espera, que sin duda la hemos perdido».
Primero, «esa capacidad la perdimos nosotros cuando tuvimos acceso a un ‘teléfono’. El celular o las redes sociales no fueron pensadas para niños, se pensaron para nosotros. Somos justamente los adultos los que debemos hacer una autocrítica y desde allí, retomar cosas de nuestra infancia y aplicarlas».
Fuente: conclusion.com.ar


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