Una mayor estatura parece ser un factor asociado a más riesgo de infarto o ictus
De acuerdo con las estimaciones de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC), el tromboembolismo venoso o trombosis venosa, esto es, la formación de coágulos o trombos sanguíneos en las venas, muy especialmente de las piernas, constituye a día de hoy la tercera causa más común para la presentación de un infarto de miocardio o de un ictus. Un tromboembolismo venoso que padecen cada año más de 600.000 estadounidenses y cuyos principales desencadenantes son, entre otros, la cirugía, el cáncer –y su tratamiento–, la inmovilización –ya sea por una estancia prolongada en cama o, incluso, por un viaje prolongado–, el embarazo y la toma de anticonceptivos orales o de terapias hormonales durante la menopausia. Sin embargo, es posible que el riesgo de padecer este tipo de trombosis también se vea influido por un factor congénito e inalterable: la estatura. Y es que como muestra un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Lund (Suecia), las personas más altas tienen una probabilidad significativamente superior de desarrollo de tromboembolismo venoso que las ‘más bajitas’.
Como explica Bengt Zöller, director de esta investigación publicada en la revista “Circulation: Cardiovascular Genetics”, “la estatura no es un factor sobre el que podamos llevar a cabo una intervención. Sin embargo, la estatura de la población ha aumentado y sigue creciendo, lo que podría estar contribuyendo al hecho de que la incidencia de trombosis se haya incrementado”.
Altos y bajos
Para llevar a cabo el estudio, los autores analizaron los datos registrados de más de dos millones de hermanos suecos y observaron una clara relación entre la estatura y el riesgo de tromboembolismo venoso. Concretamente, y según muestran los resultados, los varones cuya estatura es inferior a los 1,60 metros tienen una probabilidad hasta un 65% menor de desarrollar trombosis venosa que aquellos cuya altura igual o supera los 1,88 metros.
Por su parte, y en el caso de las mujeres que se quedaban embarazadas por primera vez, aquellas cuya estatura no alcanzaba los 1,55 metros presentaban un riesgo de tromboembolismo venoso un 69% menor que aquellas con una altura igual o superior a los 1,83 metros.
Pero, ¿por qué esta mayor estatura se asocia a una mayor probabilidad de aparición de trombos en las venas y, por tanto, de padecer un infarto o un ictus? Pues según indican los autores, por una mera cuestión de gravedad.
Como refiere Bengt Zöller, “la razón podría explicarse por el hecho de que las personas más altas tienen unas venas más largas en sus extremidades inferiores, por lo que la superficie en la que los problemas pueden aparecer es mayor. Pero también hay una presión gravitacional superior en las venas de las piernas de las personas con mayor estatura, lo que podría aumentar el riesgo de que el flujo sanguíneo se ralentice o, incluso, se detenga puntualmente”.
Sin embargo otro estudio publicado en 2015 sugería casi lo contrario al concluir que a menor estatura, mayor es el riesgo de padecer una enfermedad cardíaca. Esta fue la principal conclusión de un estudio dirigido por la Universidad de Leicester (Gran Bretaña) y publicado en “The New England Journal of Medicine” que comprobó que por cada variación de 6,5 cm en la estatura se produce un aumento en el riesgo de enfermedad cardiaca de un 13,5%. Por ejemplo, en comparación con una persona que mide 1,70 metros, otra que tiene una estatura de 1,50 tiene un 32% más de riesgo de tener una enfermedad cardiovascular., La razón, según este trabajo es, en parte, genética y no se debe a otros factores conocidos, como la alimentación durante la infancia.
Cuestión de genes
Los investigadores suecos ya publicaron un estudio en 2013 en el que mostraban que el riesgo de padecer trombos en las venas profundas de las piernas o la pelvis tenía un carácter hereditario. Un factor de riesgo para la presentación de un infarto o un ictus al que ahora se suma un segundo detonante igualmente genético: la estatura.
Como concluye Bengt Zöller, “consideramos que a la hora de establecer el riesgo de una persona deberíamos, tal y como ya hacemos con el sobrepeso, incluir también la estatura. Además, necesitamos más estudios para determinar la forma exacta en la que la estatura interactúa con los trastornos hereditarios de la sangre y otras enfermedades”.
Fuente: abc.es