Tener un órgano o una parte del cuerpo extra es más común de lo que pensamos
Los casos de personas con órganos, miembros u otras partes del cuerpo adicionales o supernumerarias llevan siglos documentándose. Desde un tercer pezón a un riñón de más, este tipo de anomalías se originan durante el desarrollo embrionario, muchas veces sin que su dueño se percate jamás de su existencia.
Los órganos o partes del cuerpo supernumerarias -aquellas que exceden la cantidad habitual- siempre han despertado una mezcla de fascinación y temor en la sociedad. Por ejemplo, entre los siglos XVI y XVII tener un tercer pezón se consideraba un distintivo de las brujas, aunque, para desgracia de muchas inocentes, solían confundir la protuberancia con lunares y manchas.
Durante la época victoriana, los casos más sorprendentes se exhibían en circos y espectáculos ambulantes. Junto con mujeres barbudas y supuestas muñecas vivientes, algunas de estas ferias incluían a personas con varias piernas o brazos, condiciones resultantes de haber nacido unidas a un hermano gemelo parcialmente formado del que no se desprendieron durante el desarrollo embrionario (también denominados ‘gemelos siameses asimétricos’).
Aunque estos ‘shows’ mostraban los casos más extremos como verdaderas rarezas, lo cierto es que tener una parte del cuerpo accesoria no es algo extraño. Desde dientes y los ya citados pezones hasta dedos y órganos internos como el bazo, el desarrollo de este tipo de malformaciones es más habitual de lo que solemos imaginar.
“Cuestión de genética y factores externos”
La aparición de órganos y miembros supernumerarios se produce por la ocurrencia de algún error durante el desarrollo embrionario. Estas alteraciones pueden ser genéticas, pero la mayoría tienen lugar de forma espontánea y no es posible identificar su verdadera causa.
Mientras el feto se encuentra en el útero, los grupos de células que formarán las distintas partes de la anatomía de un bebé deben plegarse, moverse, fundirse y desaparecer en el momento preciso. Si una de estas estructuras surge muy pronto o persiste demasiado tiempo, puede impedir que otra se ubique en su lugar, mientras que, si se duplica o no logra unirse con su homóloga, puede dar lugar a un órgano extra.
En algunas ocasiones, sin embargo, los expertos han encontrado el desencadenante de la anomalía. Sucedió en el famoso caso de la talidomida, un medicamento que se prescribía a las embarazadas en los años ’50 y ’60 para tratar las náuseas y que provocó el nacimiento de miles de niños con malformaciones, entre las que se incluían dedos adicionales en los pies.
“Alteraciones que pasan desapercibidas”
Independientemente de su causa, muchas veces se trata de estructuras que no suponen ningún problema para sus dueños. Por eso, hay personas que se percatan de su presencia por casualidad o a causa de una operación, mientras que otras nunca llegan a enterarse. Así, no son pocos los cuerpos donados a la ciencia en los que se encuentran órganos supernumerarios sin que el individuo hubiera tenido constancia de su existencia durante su vida.
Los cuadros más llamativos y preocupantes, como la aparición de órganos genitales o riñones accesorios, sirven a investigadores y estudiantes de medicina para mejorar el diagnóstico de las posibles complicaciones que puedan ocasionar.
Una de cada 10 personas tiene un uréter extra -un conducto que almacena y lleva la orina de los riñones a la vejiga-, una circunstancia que suele pasar desapercibida. No obstante, puede causar problemas cuando este fino tubo conecta los riñones con el órgano equivocado, como la vagina o la uretra, aunque estos casos son rápidamente detectados y solventados quirúrgicamente durante la infancia.
Otra condición que los futuros médicos deben conocer es el de la llamada costilla cervical o de Eva, una pieza supernumeraria que sale de la séptima vértebra cervical (en la base del cuello), por encima de la caja torácica. Esta anomalía, presente en el 0,2 % de la población, puede llegar a comprimir los nervios y vasos sanguíneos que circulan entre el cuello y el hombro dando lugar a dolores y entumecimiento de brazos y dedos.
Gracias a los avances científicos y culturales que se han sucedido desde el siglo XVI, nadie señala ya un tercer o incluso un cuarto pezón como un signo de brujería. Te lo hayan contado o no, seguro que has conocido a alguien con esta anomalía anatómica que no tiene nada de mágica.
Fuente: tecnoxplora.com