Nana y Lulu: las mellizas transgénicas del ‘rico’ He Jiankui
La noticia de la televisión china en agosto del 2017 pasó desapercibida salvo para los expertos del sector. Un profesor chino presentó en público el que decía ser el secuenciador de ADN -un aparato capaz de trazar el mapa genético de una persona- más rápido del mundo.
Según su afirmación, este nuevo artilugio era capaz de describir un genoma humano entero en menos de 30 minutos con una certeza del 99,7%, y por un precio irrisorio: unos 100 dólares frente a los 1.000 que cuesta hacerlo mediante otros aparatos de la competencia. El jefe del equipo de la Universidad Sureña de Ciencia y Tecnología de Shenzhen (SusTech) convocó una rueda de prensa para promover su descubrimiento, que dijo debía comenzar a producirse de forma masiva a finales de este año.
Cuando Shenzhen sacó al mercado el primer secuenciador Made in China en 2015, el mismo personaje no pudo reprimir el orgullo que decía sentir al figurar entre los integrantes de un sector destinado a transformar la imagen de un país asiático asociado con las manufacturas de bajo coste.
“El gobierno (chino) tiene ambiciones. Shenzhen se ha transformado, pasando de ser una industria de trabajo intensivo a una de alta tecnología. Somos una segunda generación de empresarios”, aseguró el profesor, un tal He Jiankui, de 34 años, a una publicación especializada.
El enseñante, un dinámico investigador que había regresado a China en 2012 tras concluir su formación en Estados Unidos -se preparó en Stanford con el científico Stephen Quake, profesor de bioingeniería y física aplicada que trabaja en secuencias de ADN-, ha demostrado tres años más tarde que el ejecutivo chino no era en realidad quien atesoraba una ambición desmedida.
He Jiankui se ha convertido en cuestión de días en uno de los científicos más polémicos y mediáticos de la nación asiática, después de que este lunes anunciara que supuestamente ha posibilitado el nacimiento de dos gemelas, Lulu y Nana, con el ADN modificado.
De la exposición que hizo en la conferencia internacional sobre genética a la que asistió en Hong Kong se deduce que su equipo llegó a modificar 31 embriones humanos, dos de los cuales dieron lugar a la pareja de bebés, sin que se sepa qué ocurrió con el resto.
Al margen de la ingente controversia que ha propiciado la noticia tanto por el estilo al que ha recurrido el investigador -que la difundió por medio de vídeos en YouTube, al margen de todos los usos habituales del mundo científico- como por el secretismo que ha rodeado todo su proyecto y las notables dudas éticas y morales que plantea, los experimentos de He Jiankui han puesto también de relieve el riesgo que entraña mezclar la ciencia con los negocios, especialmente si se trabaja en asuntos como la manipulación de genes donde se supone que todavía existen líneas rojas.
Avispado empresario
El diario South China Morning Post descubrió esta semana que el afán de notoriedad quizás no sea el único motivo de inspiración del científico chino ya que He es propietario de acciones o participa en la dirección de al menos nueve empresas vinculadas precisamente al desarrollo de la genética.
He Jiankui preside Direct Genomics Biotechnology, en donde posee el 33,2% de las acciones, una compañía que fundó en 2012.
El pasado mes de abril esa misma compañía consiguió recabar hasta 31 millones de dólares de un fondo de inversión especializado en el sector de la salud acompañado de otras compañías. No era la primera colecta que realizaba. En 2016 recibió otra aportación de cantidad desconocida de otro trío de inversores, según apunta el mismo medio de comunicación. Hay más.
Una segunda firma que también controla y dirige He Jiankui -Shenzhen Vienomics Biotech- ha conseguido aportaciones por valor de hasta 10 millones de euros desde 2016.
Es decir, la dedicación del investigador -se supone- enfocada al progreso de la ciencia le ha reportado al menos unos 40 millones de euros.
Durante su intervención en la convocatoria de Hong Kong, el experto negó que ninguna de estas compañías hubieran participado en su proyecto de manipulación de genes y aseguró que él mismo había cubierto los gastos de la investigación, incluidos los de las siete parejas que aceptaron participar en los ensayos, aunque, como toda su historia, esta afirmación no estuvo refrendada por prueba alguna.
“Cuando empecé con esto era un profesor universitario (SusTech). Comencé hace tres años, cuando la universidad estaba pagando mi salario (ahora está en excedencia). Algunos otros gastos se cubrieron gracias a financiación del centro”, explicó el polémico científico.
El profesor chino no ignoraba en cualquier caso que el sector de la biotecnología se ha convertido en uno de los 10 ejes del llamado plan “Hecho en China 2025”, que se anunció en 2015, un magno proyecto que pretende colocar a la nación asiática a la cabeza de la producción de últimas tecnologías en ámbitos como la Inteligencia Artificial, la aeronáutica o la salud, y en esta última es donde participan miles de expertos como Jiankui.
De hecho, el genetista regresó a su país bajo el auspicio del plan que apadrina Pekín para repatriar a talentos chinos instalados en el extranjero. Según las cifras oficiales, ya ha conseguido “recuperar” a cerca de dos millones de técnicos o expertos en diversos campos, incluidos unos 250.000 vinculados a la ciencia.
Pekín quiere que la biotecnología represente un 4% de su Producto Interior Brutoen el año 2020, lo que ha generado un boyante negocio donde se multiplican la aparición de decenas de parques de investigación y una miríada de firmas dedicadas a esos menesteres, que se han beneficiado de las generosas subvenciones del estado.
La mayoría de estas instalaciones y empresas -hacia las que se canalizaron más de 45.000 millones de dólares, sólo entre 2014 y 2017- están concentradas en el área de Guangzhou y Shenzhen, donde reside He Jiankui.
China, por ejemplo, ya se encuentra casi a la par que Estados Unidos en los estudios y el registro de patentes sobre la llamada técnica CRISPR (la edición genética), la misma que supuestamente usó el profesor Jiankui para alterar los genes de Lulu y Nana.
Brillante genetista
Jiankui, que se graduó en 2006 en la Universidad de Ciencia y Tecnología de China, consiguió un doctorado en la Universidad de Rice de Texas (EEUU) y después trabajó como investigador en la Universidad de Stanford, siempre fue descrito como un alumno aventajado. “Estoy seguro que tendrá un gran éxito en su carrera”, llegó a decir de él, uno de sus mentores, el profesor de bioingeniería Michael Deem.
Para el interesado, la hipotética venida al mundo de Nana y Lula podría confirmar el vaticinio de su instructor pero la mayoría de la comunidad científica local no comparte esa actitud. Pekín ya ha anunciado que castigará su atrevimiento, mientras que sus homólogos chinos no cesan de descalificar sus ensayos.
Qiu Renzong, miembro de la Academia China de Ciencias Sociales y uno de los investigadores más reputados del país, fue más que contundente: usar la manipulación genética para frenar el VIH “es como cazar pájaros con cañones”, precisó.
Fuente: elmundo.es