Los ácidos biliares viajan al cerebro para modular las ganas de comer
Un nuevo estudio suizo ha encontrado una relación directa entre los ácidos biliares y la saciedad: un viaje que comienza en el tracto digestivo, continúa en el torrente sanguíneo y concluye en el hipotálamo, comprueba que cumplen un papel vital en la regulación del apetito, impactando en el cerebro. El hallazgo podría conducir a nuevos tratamientos contra la obesidad.
Los ácidos biliares llegan al cerebro ni bien terminamos de comer para detener la ingesta de alimentos: viajan desde el tracto digestivo, se alojan transitoriamente en el torrente sanguíneo y llegan súbitamente al hipotálamo después de comer. Este descubrimiento, observado en ratones por investigadores de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL), brinda nuevas precisiones sobre las señales y los mecanismos de control de la saciedad y puede tener implicaciones para el tratamiento de la obesidad en los seres humanos.
El eje intestino-cerebro es uno de los sistemas más importantes para la regulación de la conducta alimentaria y otras funciones corporales. También presenta circuitos o subsistemas que cumplen un rol trascendental.
Uno de ellos es el que se establece en el hipotálamo, donde la actividad de múltiples hormonas, proteínas y otras señales «informa» al cerebro sobre nuestra disponibilidad de energía.
De acuerdo a una nota de prensa, los ácidos biliares también deben agregarse al listado de señales destinadas a regular la sensación de hambre y a detener a tiempo la ingesta de alimentos.
Se sabía que la insulina o la leptina comunicaban al cerebro todo lo relacionado con nuestras necesidades energéticas mediante el hipotálamo, pero se desconocía que los ácidos biliares pudieron actuar en ese circuito.
En estudios previos se había constatado que los ácidos biliares podían llegar a observarse en el cerebro, pero no estaba claro cuáles eran sus funciones.
Ahora, el nuevo estudio publicado en la revista Nature Metabolism ha identificado el propósito de su viaje al cerebro desde el intestino: regular las ansias de seguir comiendo más allá de lo aconsejable para nuestro cuerpo.
Del intestino al cerebro
En el intestino, los ácidos biliares son uno de los metabolitos más abundantes, funcionado como moléculas de señalización para transmitir al cerebro datos como la disponibilidad de una clase específica de nutrientes, por ejemplo.
En el cerebro, el hipotálamo los recibe con los brazos abiertos: esta región de la base cerebral carece de las barreras contra agentes y amenazas externas que poseen todas las restantes regiones del cerebro.
Los investigadores pudieron comprobar en roedores que estos metabolitos transmiten señales desde el intestino al cerebro para regular la ingesta de alimentos en el momento indicado. Incluso se pudo verificar que los ácidos biliares cumplen una función anoréxica o de disminución intensa del apetito en ratones obesos.
¿Pueden llegar a tener el mismo impacto en los seres humanos? Según Alessia Perino, investigadora principal en el nuevo estudio, “los ácidos biliares bloquean la liberación de péptidos dedicados a estimular el apetito después de la ingesta de alimentos, pero además potencian esa acción al reducir la expresión de los neurotransmisores relacionados. Todo esto constituye un sistema agudo de represión del hambre que favorece la sensación de saciedad”, indicó.
Contra la obesidad
Ya en la Antigua Grecia se hablaba del papel de la bilis en la regulación del humor y el estado de ánimo, pero los avances científicos nos permiten determinar hoy que los ácidos biliares y su conexión con el hipotálamo desarrollan un papel vital en cuanto a la saciedad y el control del apetito.
De esta forma, pueden convertirse en aliados perfectos para el desarrollo de nuevas terapias contra la obesidad, directamente implicada en gran parte de las enfermedades crónicas que afectan en mayor medida a la humanidad.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la obesidad ha alcanzado proporciones epidémicas a nivel global, afectando casi por igual a todas las edades. Cada año, fallecen 2,8 millones de personas por su causa, al estar ligada a diferentes trastornos de la salud.
Fuente: tendencias21.levante-emv.com