La niña que jamás olvidaba una cara
Durante años, su familia notó que tenía un don. Podía reconocer por la calle sin problemas a alguien que había visto cuando solo tenía cinco años, incluso aunque hubiera cambiado considerablemente de aspecto con el tiempo. Viendo la tele, identificaba a quienes cruzaban fugazmente la pantalla como personas que se había encontrado anteriormente en un día cualquiera. Su madre, impactada por esta facultad inusual, decidió poner a su hija en manos de la ciencia. Así es como conocimos a O. B., la adolescente británica con el superpoder de reconocer rostros.
La madre de O. B. tocó la puerta del laboratorio de Sarah Bate, una especialista en la materia a quien había visto en los medios hablando de su trabajo para seleccionar policías con esta habilidad para las caras. Bate se puso de inmediato a trabajar para conocer si esta muchacha, que entonces tenía 14 años, era realmente una súper-reconocedora, como les llaman. Tras una serie de experimentos, comparando sus resultados con otras chicas de su edad y adultos con el don de los rostros, Bate no tuvo dudas: “El rendimiento de O. B. en múltiples tareas sugiere que ella es una súper-reconocedora: la más joven reportada hasta la fecha”.
La capacidad de reconocer caras la damos por hecha, sobre todo las familiares, pero como explica Bate se trata de una capacidad cognitiva que se mueve en un amplio espectro, desde estos superdotados hasta los inquietantes casos de prosopagnosia, esa condición que impide prácticamente reconocer a nadie y que fue popularizada por el gran divulgador Oliver Sacks en El hombre que confundió a su mujer con un sombrero.
En las pruebas, la adolescente logró resultados comparables a los de los escasos súper-reconocedores adultos conocidos. Y en algunas hasta superó esas marcas. Además de por las buenas notas, el desempeño de O. B. permite hacerse una mejor idea de lo que implica esta aptitud. La muchacha tenía un cociente intelectual normal y no se podía considerar extraordinariamente capaz en ningún otro aspecto. Es más, como sucede en los adultos con su don, sus puntuaciones eran normales memorizando objetos, manos o rostros invertidos. Tampoco destacó identificando emociones en las caras. Ella solo tiene un poder: grabar en su memoria las facciones de la gente.
“Descubrimos que ella mira principalmente al centro de la cara, particularmente alrededor de la región de la nariz”, explica Bate, que es el mismo truco que usan todos estos superdotados de forma espontánea. “Estos individuos muestran una estrategia visual especial para la percepción de rostros, para ver las características juntas como un todo, más que de manera fragmentada”, indica la investigadora. Buena parte de este don se explica porque en lugar de mirar a los ojos hacen un escaneado más lento, centrándose en el centro de la cara, “punto focal óptimo para el procesamiento integral, lo que les permite reunir información de identidad de la manera más eficiente y precisa posible”, según Bate.
Hasta la fecha, la ciencia solo había reportado este don en adultos y se desconocía si la capacidad se puede detectar antes en el desarrollo, explica Bate, que tuvo su primer encuentro con la niña superdotada hace un par de años, aunque es ahora cuando ha publicado junto a su equipo su estudio en Cognitive Neuropsychology. La investigadora de la Universidad de Bournemouth está buscando ahora casos entre niños más pequeños, para descubrir a qué edad temprana se puede adquirir esta madurez para los rostros.
Los científicos todavía se preguntan si reconocer y leer rasgos en las caras es una capacidad innata o adquirida. Recientemente, unos investigadores criaron a macacos hasta un año de edad sin ver caras, ni de humanos ni de congéneres, para adivinar cuánto de innato hay en la maquinaria de los primates para procesar rostros. El resultado fue sorprendente: los macacos desplazaron esa atención hacia las manos, que se convirtieron en el objeto más expresivo e interesante que conocían.
O. B. tiene una hermana, pero ni ella ni nadie más en su familia tiene estas habilidades, a pesar de que se sabe que es una condición bastante heredable. Por ejemplo, se sabe que la prosopagnosia (la ceguera para las caras) es un trastorno que se puede repetir dentro de la misma familia. Y los gemelos idénticos comparten más las mismas capacidades que los que no lo son. Además, se ha comprobado que no es una habilidad que se pueda mejorar mucho con el entrenamiento: el personal que lleva años trabajando en el control de pasaportes no es mucho más capaz que un empleado recién llegado al puesto.
Bate también se dedica a ayudar a la policía metropolitana del Reino Unido a seleccionar a agentes con estas dotes. “Conocí a un oficial que había visto un retrato robot construido por un testigo ocular y un tiempo después arrestó a alguien por otro crimen. Pensó que se parecía al de aquel retrato ¡y resultó que el sospechoso era responsable del crimen anterior!”, cuenta la especialista. Reivindica que estos agentes pueden ser de gran utilidad, sobre todo porque los sistemas basados en inteligencia artificial todavía fallan bastante cuando las condiciones no son óptimas, que suele ser lo habitual. Estos agentes han servido para capturar criminales, para reconocer abusadores sexuales en la multitud y también para dar con personas perdidas en el caos posterior a una catástrofe, asegura Bate. No todos los superhéroes llevan capa.
Fuente: elpais.com