La “dislexia para las matemáticas” existe, y se llama discalculia
Casi todo el mundo ha oído hablar de la dislexia. Sin embargo, la discalculia, su “homólogo” matemático, es un gran desconocido en la sociedad. Este problema de aprendizaje afecta a muchas personas, y sus consecuencias pueden afectar al futuro laboral de quien lo padece. Existen cada vez más investigadores y soluciones que tratan de abordar el problema. ¿Cómo se enfrentan al problema?
Discalculia, una sombra más común de lo que pensamos
La dificultad en el aprendizaje de las matemáticas, o discalculia, se considera el equivalente a la dislexia pero, en vez de afectar a la expresión de la lengua materna, supone un problema a la hora de comprender y realizar cálculos matemáticos. “La discalculia es una dificultad para el aprendizaje de las matemáticas que tiene un origen neurobiológico y que no se debe a problemas de atención, intelectuales o de privación escolar”, nos cuenta Javier García Orza, del Laboratorio de Cognición Numérica, en la Universidad de Málaga.
Según nos explica, esta definición es importante porque implica que hay niños que tienen dificultades con las matemáticas pero no por ello tienen discalculia. “Sabemos que los problemas de atención, los déficits intelectuales y la carencia de una adecuada instrucción dificultan el aprendizaje. Sin embargo, los niños con discalculia, tienen especiales dificultades para aprender las relaciones numéricas y la operatividad, incluso a pesar de contar con una buena instrucción, niveles intelectuales normales y poder tener una atención normal. Dicho esto, a veces la discalculia convive con déficits de atención, pero esto no quiere decir que sea originada por ellos”.
La incidencia de la discalculia, continúa el experto, se estima entre el 4 y 8% de la población. “Estos datos sugieren que un maestro que tenga 25 alumnos con bastante probabilidad puede tener un estudiante con discalculia en clase”. Las consecuencias de la discalculia pueden ser tan graves como otras derivadas de los problemas de aprendizaje. “La sintomatología varía con la edad y a veces se disimula algo, sobre todo en niños con niveles intelectuales altos. Cuando son pequeños, antes de la escolaridad obligatoria, el mundo de lo numérico les es relativamente ajeno”.
En los primeros años esto se traduce en que los niños entienden pequeñas cantidades pero no mucho más allá del tres o el cuatro, nos explica Javier. “También les cuesta decidir dónde hay más elementos, contar, y pueden tener dificultades para entender palabras y conceptos relacionados con las matemáticas, como ‘más grande que’ o ‘el más pequeño’. En primaria siguen teniendo algunas dificultades con el conteo sobre todo de números grandes”.
“En cursos avanzados”, continúa, “siguen usando los dedos para resolver operaciones, olvidan con facilidad conceptos y procedimientos matemáticos como los empleados en sumas multidígitos a pesar de parecer dominarlos el día anterior. También tienen muchas dificultades para aprender las tablas de multiplicar, no se alertan cuando dan un resultado claramente erróneo, y en su vida diaria se equivocan con el dinero y las horas con facilidad. En secundaria muchos de estos problemas persisten y, aunque puede que dominen algunos procedimientos, no entienden la lógica que subyace a los mismos”.
Todos estos problemas, como ocurre con la dislexia, tienen unas consecuencias muy negativas en la etapa de aprendizaje de los niños. “A nivel académico, el niño fracasa en matemáticas y huye de las asignaturas relacionadas con este área. A nivel emocional sufre, no entiende su incapacidad y lo asocia a que es torpe. La discalculia debilita su autoestima y esto, con frecuencia, deviene en falta de motivación y abandono de otras asignaturas, incluidas aquellas que no tienen que ver con las matemáticas. A largo plazo, la discalculia y sus consecuencias más inmediatas, pueden comprometer el futuro laboral del niño”.
La ‘dislexia de las matemáticas’
Al hablar de la discalculia es imposible no pensar en su prima hermana, la dislexia. Existe un claro paralelismo entre las dos disfunciones. Sin embargo, su origen y su manifestación son diferentes, por supuesto. “A pesar de tener una incidencia prácticamente similar (y a veces darse ambas conjuntamente), el conocimiento sobre la dislexia y la discalculia es claramente distinto”, nos confirma el investigador.
“Ambas son dificultades de aprendizaje con importantes consecuencias”, explica. “Sin embargo, la diferencia en conocimiento de una y otra hace que mientras al niño que tiene dificultades para la lectura rápidamente todo el mundo le ponga la etiqueta de disléxico, y de alguna forma se le disculpe y se busquen soluciones en forma de programas de intervención y adaptaciones curriculares, al niño con dificultades en matemáticas se le pone la etiqueta de torpe, y se asume que no da más de sí”.
Esto tiene importantes consecuencias en el futuro de los niños. “En estudios realizados recientemente en el Reino Unido, se ha observado que aquellos niños que tenían más dificultades con las matemáticas tenían peor nivel socioeconómico y menos oportunidades laborales años después”, destaca Javier.
“Y se encontró que las matemáticas tenían un mayor poder predictivo en el estatus sociolaboral que las habilidades lectoras”, comenta, comparando las implicaciones entre estos dos problemas del aprendizaje. “Los números están presentes en prácticamente todas las actividades laborales, tanto de alto como de bajo nivel, más incluso que la lectura. De ahí su impacto”.
La pregunta del millón: ¿se puede curar?
“La discalculia se puede tratar, pero eso no quiere decir que sea fácil, ni que vayamos a alcanzar siempre niveles de normalidad”, aclara rápidamente el experto. “Deben emplearse programas específicos para el aprendizaje de las matemáticas que deben partir del nivel en el que se encuentra el niño, el cual no siempre coincide con el del curso en el que está, es decir, con el que le piden en su escuela”.
Pero, ¿pueden las nuevas tecnologías ayudar en este papel? Nos hemos puesto en contacto con Daniel González de Vega, es ingeniero industrial especializado en Robótica y fundador de Smartick, un aplicación para niños destinada a complementar y mejorar el aprendizaje de las matemáticas. Aunque existen cientos de aplicaciones similares, hemos hablado con Daniel por su implicación directa con la discalculia. Actualmente están trabajando con la Universidad de Málaga para desarrollar un método de diagnóstico precoz de esta disfunción.
“Estamos trabajando con especialistas de la Universidad de Málaga en el diseño de una prueba online para el diagnóstico precoz de la discalculia”, confirma el ingeniero. “La idea, una vez tengamos la prueba validada y baremada, es poder, con un grado de precisión razonablemente alto, identificar perfiles de riesgo. Un diagnóstico preciso y concluyente siempre habrá de hacerse con un especialista”.
Según los expertos, como explicaba Javier, la detección del problema es imprescindible para poder tratarlo adecuadamente. Como ocurre con la dislexia, los diagnósticos precoces son esenciales a la hora de minimizar sus consecuencias. Curar tal vez no sea la palabra adecuada. Pero sí que se puede tratar. Y para ello es imprescindible conocer el problema.
Herramientas digitales para aprender matemáticas
Smartick es una aplicación que ayuda al aprendizaje de las matemáticas. Por su origen español y su implicación con la discalculia, nos ha llamado la atención, especialmente porque nos hizo descubrir su existencia. “En niños con discalculia, u otros trastornos para el aprendizaje de las matemáticas, es imprescindible un acercamiento a la materia muy bien pautado”, nos explica Daniel.
“Uno que les permita avanzar exactamente al ritmo que son capaces de progresar, sin imponerles un ritmo que no son capaces de seguir y que les acaba generando frustración, baja autoestima y rechazo a la materia”, continúa. Javier nos amplía la visión al respecto: “Suele ser necesario dar un paso atrás, ir al origen, para luego dar pasos hacia delante”.
“Muchos programas entrenan la memoria o la atención”, continúa. “Es decir, diferentes procesos cognitivos con la esperanza de que al mejorar esos mejore la discalculia. Desde mi punto de vista, si bien esto es un buen complemento, los programas deben ir dirigidos a trabajar las habilidades numéricas básicas como la manipulación física de cantidades, la asociación de números arábigos con cantidades, el empleo de la línea mental, etc.”.
“Si queremos facilitar el aprendizaje debemos usar programas progresivos”, coincide con Daniel, “bien estructurados por niveles y que representen lo numérico en diferentes formatos, es decir, que se apoyen en lo manipulable y en representaciones visuales. Gran parte del éxito, está ahí”. “En ese sentido”, añade Daniel, “Smartick, en la medida que se ajusta de forma precisa al perfil y rendimiento de cada niño, facilita mucho el aprendizaje”.
“Partiendo de un entorno lúdico, y gracias a su algoritmo adaptativo”, nos explica Javier, quien colabora como investigador con el equipo de Smartick, “el programa presenta ejercicios adecuados al nivel del niño. Esto le permite tener éxito, sentirse bien haciendo matemáticas, a la vez que poco a poco se le va subiendo el nivel e introduciendo nuevos conceptos. De esta forma aprende y deja de ver las matemáticas como algo imposible”.
Especialistas y aplicación un dueto exitoso
Las aplicaciones de este tipo son útiles en el aprendizaje. Pero pueden ser especialmente positivas cuando nos enfrentamos a un problema como la discalculia. Sin embargo, no todo es un camino de rosas ni son una panacea. “Evidentemente una plataforma informática, por muy buena que sea, no puede sustituir a un buen maestro”, especifica Javier.
Le preguntamos concretamente por Smartick, en base a su colaboración como investigador en la discalculia: “Es una herramienta muy útil”, corrobora, “que usada como complemento nos da un plus en la intervención. Nosotros recomendamos a los padres que, junto a las sesiones de intervención con el profesional correspondiente, sus niños con discalculia (y también los que no la tengan) la usen de forma diaria”.
“Smartick en principio funciona por la forma en que está concebido”, explica Daniel, “Los niños trabajan el contenido de forma muy pautada y siempre al ritmo de su propia capacidad. Más allá de eso, estamos trabajando con especialistas para incluir ajustes más específicos para estos niños, y que hagan el aprendizaje aún más efectivo, fácil y llevadero”, explica el ingeniero haciendo referencia a su colaboración con la Universidad de Málaga.
“Tenemos muchos testimonios en donde, padres de niños con un diagnóstico de discalculia, nos han transmitido una mejora evidente de sus hijos con el uso de Smartick”, nos comenta. Le preguntamos a Javier, quien trabaja directamente con algunos niños: “Hemos aplicado el programa en casos individuales”, nos cuenta, “y los resultados son buenos. Por ejemplo, está el caso de una niña que en 15 días con ayuda de la aplicación fue capaz de pasar de sacar ceros a sacar cincos”.
“En esa niña”, continúa describiendo el caso, “se daban dos circunstancias, una leve discalculia y un problema de ansiedad a las matemáticas y baja autoestima. Usar la aplicación, como apoyo, le hizo disfrutar y ganar confianza para enfrentarse a las matemáticas en la escuela. Por otro lado, en el marco de una investigación que estamos finalizando, hemos aplicado Smartick durante varias semanas en un colegio de educación compensatoria, en el que muchos de los niños presentaban niveles muy bajos en matemáticas, los resultados, aún preliminares, indican una clara mejoría”.
Daniel parece bastante satisfecho con los resultados de los investigadores: “El equipo con el que estamos trabajando de la Universidad de Málaga tiene casos (todavía no estadísticamente significativos) en donde ha podido medir de forma clara el impacto de Smartick en la mejora del trastorno, incluso con un uso limitado de la aplicación. La idea es seguir trabajando para poder detectar precozmente casos de riesgo y ajustar la herramienta para maximizar el impacto en esos niños”.
Elegir la herramienta adecuada es importante
“Existen muchos programas informáticos diseñados para el aprendizaje de las matemáticas”, nos explica Javier. “Pero, no todos valen. Es necesario que tengan una lógica interna clara, que de forma progresiva y teniendo en cuenta el rendimiento del niño se adapten a él y lo vayan guiando”.
Para el experto, los tutoriales de las aplicaciones son un complemento fundamental. “No valen los programas que solo plantean ejercicios y no se adaptan al nivel del niño. Las herramientas tienen que aprovechar sus potencialidades para facilitar el autoaprendizaje y luego combinar todo esto con un entorno lúdico que motive al usuario”.
“Junto a esto”, continúa, “la aplicación debe facilitar la supervisión del profesional y los padres. Es necesario que ofrezca instantáneamente la información sobre los resultados de cada sesión: tipo de ejercicios hechos, rendimiento en los mismos, etc. Eso sí, no debemos olvidar que la persona con discalculia debe estar bajo la supervisión del profesional correspondiente: un psicólogo, un maestro e, incluso, un logopeda, que tengan conocimientos específicos sobre discalculia”.
Fuente: xataka.com