Salud

Gente que ‘necesita’ ser discapacitada: conoce el desorden de identidad de la integridad corporal

Imaginemos que deben amputarnos un brazo o una pierna, ¿no os dan escalofríos al pensarlo? Pues, aunque parezca increíble, las personas con desorden de identidad de la integridad corporal sienten deseo ante esa situación. Es una patología rara en la que el individuo quiere voluntariamente convertirse en discapacitado.

Sin embargo, no vale cualquier parte del cuerpo, sino que dentro de ella hay variantes dependiendo del tipo de discapacidad que la persona desee: los que quieren perder un miembro (brazo, mano, pierna o pie) son el grupo más frecuente; a continuación, los que desean quedarse parapléjicos y, por último, los casos más raros, los de tipo sensorial (quedarse sordo o ciego).

Un ejemplo de esta alteración pudimos leerlo en prensa el año pasado. Una mujer, cuya ilusión desde niña era la de perder la visión, acabó echándose un producto de limpieza en los ojos para hacer realidad su sueño.

Aunque pueda parecer nueva, esta patología comenzó a detectarse en los años ’70, aunque no fue hasta 2005 cuando se realizó el primer estudio científico en que se describían las características principales de estos pacientes. Se determinó que es más frecuente en hombres, que prefieren perder un miembro de la parte izquierda, y en mayor medida que prefieren perder la pierna al brazo.

¿Pero por qué?

Las causas todavía no están claras, lo cual no es de extrañar teniendo en cuenta que empezó a investigarse de verdad hace poco más de diez años. Por el momento existen dos áreas que intentan explicarla: la psicología y la neurología.

Estudio del origen a nivel psicológico

Inicialmente esta enfermedad se etiquetó como apotemnofilia, una parafilia basada en la amputación, ya que se estableció que había un componente sexual. Tras una serie de estudios se vio que el componente sexual no era un rasgo necesario sino más bien secundario, por lo que se renombró como “desorden de identidad de la integridad corporal” (DIIC).

Además, los pacientes con DIIC tenían en común que empezaban a manifestar ese deseo a edad temprana (11-13 años). En general, tras haber conocido a alguien discapacitado asociaban la idea de la discapacidad como una forma de alcanzar la felicidad. Para los enfermos, perder alguna parte del cuerpo se convierte en la vía para convertirse en una persona completa, por paradójico que resulte.

Probaron tratamientos utilizados previamente en otras patologías como la esquizofrenia, en los que se puede manifestar algo parecido y, a pesar de que en esas enfermedades funciona, en este caso fue inútil.

Estudio del origen a nivel neurológico

Alternativamente a los estudios psicológicos, los avances actuales en el campo de la neurología pueden aportar nuevos puntos de vista acerca del DIIC.

La primera hipótesis neurológica se plantea en 2007, asociando rasgos comunes de los pacientes con DIIC y los que tienen somatoparafrenia. Esta patología es un síntoma derivado de daños en el lóbulo derecho por el cual la persona no reconoce una extremidad como propia, habitualmente en el lado izquierdo. Nuevamente se probaron tratamientos existentes, como por ejemplo el utilizado habitualmente para tratar la somatoparafrenia, pero sin resultado.

Tras varios estudios se confirmó que existen cambios en la estructura de algunas regiones cerebrales, y por ello propusieron un cambio en el nombre de la enfermedad a xenomelia (“extremidad extraña” en griego) queriendo darle un enfoque más neurológico.

Actualmente no pueden concluir nada, dado que no hay pruebas suficientes. Se sabe que hay cambios en determinadas zonas del cerebro pero, como un mismo cambio no es común a todos los pacientes, no puede ser extrapolado como rasgo característico. En realidad tiene cierta lógica que no todos los pacientes tengan la misma alteración… si no, ¿cómo se explica que uno quiera desprenderse del brazo derecho y otro de la pierna izquierda, o quedarse parapléjico?

Este es un claro ejemplo de que la ciencia se enriquece cuando se trabaja desde el punto de vista multidisciplinar, y un área que quizás podría aportar información nueva es la genética. Lo que está claro es que hallar el origen de esta enfermedad es clave para poder desarrollar un tratamiento efectivo, pero aún queda mucho. La unión hace la fuerza

Fuente: Cienciaxplora