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El virus del sarampión destruye la memoria del sistema inmunitario

Tos, erupciones cutáneas y fiebre, incluso complicaciones potencialmente mortales, como neumonía y encefalitis, una inflamación del cerebro, son efectos del virus del sarampión, que en 2017 causó 110.000 muertes en todo el mundo a pesar de que existe una vacuna segura y económica.

Dos estudios publicados en Science y Science Immunology enfatizan una vez más no solo la necesidad de una vacunación generalizada que prevenga esta infección, sino también que evite el debilitamiento de la inmunidad colectiva –la protección de un grupo gracias a una masa crítica que es inmune– frente a otros tipos de patógenos.

“Esta es la primera vez que se utiliza la genómica para crear un mapa del sistema inmunitario en respuesta al sarampión. Esto nos permitió responder a cómo causa esta inmunosupresión y por qué las personas sufren más infecciones hasta cinco años después de contraerlo”, explica a Sinc Velislava Petrova, una de las autoras.

El primer trabajo analiza el sistema inmunitario de 77 niños de los Países Bajos (entre 4 y 17 años) no vacunados antes y después de la infección por sarampión en un brote que se extendió por su comunidad. El tiempo promedio entre la recolección de ambas muestras fue de 10 semanas.

Los resultados revelan que la infección puede paralizar la inmunidad contra virus y bacterias a largo plazo, lo que daría lugar a una ‘amnesia inmunológica’ que haría a los individuos más vulnerables frente a futuras infecciones, incluso a los virus con los que ya se ha tenido contacto.

Así, aunque el equipo no tuvo problemas para ver los anticuerpos contra el sarampión, el resto parecía estar desapareciendo. De hecho, los anticuerpos que los niños habían acumulado a lo largo de su vida se redujeron notablemente.

“Hemos encontrado pruebas sólidas de que el sarampión destruye el sistema inmunitario”, explica Stephen Elledge, coautor del trabajo e investigador del Instituto Médico Howard Hughes (EE UU). “Cuando este virus ataca, los anticuerpos desaparecen”.

La hipótesis de que el virus borra la memoria del cuerpo de anteriores patógenos ya había sido apoyada en investigaciones previas, que asociaban el sarampión con hasta el 50 % de las muertes infantiles por enfermedades infecciosas, pero faltaba saber cómo se producía.

En este estudio los autores observaron que el sarampión eliminó, dos meses después de la infección, entre el 11 y el 73 % de los anticuerpos protectores de los niños, es decir, las proteínas sanguíneas que ‘recuerdan’ los encuentros anteriores con los virus y ayudan al cuerpo a evitar infecciones repetidas.

Los investigadores hicieron también el experimento en cuatro monos macacos, esta vez recolectando muestras de sangre antes y hasta cinco meses después de la infección. Los monos perdieron, de media, entre el 40 y 60 % de los anticuerpos que los protegen de otros patógenos. No obstante, no se observó disminución de anticuerpos en bebés vacunados contra el sarampión, las paperas y la rubéola.

Según los autores, aunque la reconstrucción del repertorio de anticuerpos es posible mediante la reexposición a los patógenos, esto podría llevar meses o años y podría plantear varios riesgos para la salud.

“El virus es mucho más nocivo de lo que pensábamos, así que vacune a sus hijos”, subraya Elledge. “Y si se han saltado la vacuna y se han infectado de sarampión, pueden necesitar ser revacunados de enfermedades anteriores”.

Un sistema inmunitario de bebé inmaduro

Por su parte, la investigación publicada en Science Immunology explica por qué los niños a menudo contraen otras enfermedades infecciosas tras el sarampión. Los autores, del Instituto Wellcome Sanger de Reino Unido y la Universidad de Ámsterdam, confirmaron que este virus elimina parte de la memoria del sistema inmunitario, destruyendo la inmunidad previa.

Además, el equipo demostró por primera vez que el sarampión reajusta el sistema inmunitario humano y lo devuelve a un estado similar al de un bebé inmaduro, con una capacidad limitada para responder a nuevas infecciones.

Para llegar a esta conclusión, secuenciaron anticuerpos producidos por los linfocitos B –una de las células inmunitarias primarias capaces de reconocer y atacar un virus– en 26 niños no vacunados antes y unos 40 días después de la infección en tres escuelas ortodoxas protestantes de los Países Bajos.

Al comparar los datos, los investigadores identificaron dos puntos que alertaban sobre la inmunosupresión del sarampión: una reposición incompleta de la reserva de linfocitos B y una memoria inmunológica comprometida debido al agotamiento de los clones de estas células. En algunos niños el efecto era similar a recibir medicamentos inmunosupresores potentes.

“Este estudio es una demostración directa en humanos de la ‘amnesia inmunológica’, en la que el sistema inmunitario olvida cómo responder a las infecciones encontradas anteriormente”, indica a SINC Velislava Petrova, que trabaja en la institución británica.

“Significa que en algunos individuos el sarampión no solo borraría nuestra memoria inmunológica, sino que limitaría nuestra capacidad de construir una nueva inmunidad”, añade.

En estudios adicionales en hurones, los científicos encontraron que los animales infectados con sarampión ya vacunados contra la gripe se volvieron menos inmunes al virus y experimentaron síntomas más severos en el momento de esta infección secundaria.

La reducción de las tasas de vacunación está provocando un aumento de los casos de sarampión, lo que también podría provocar un incremento de otras infecciones peligrosas como gripe, difteria o tuberculosis, incluso en personas que antes eran inmunes. Esta investigación tiene grandes implicaciones para la salud pública, ya que demuestra que la vacunación contra el sarampión no solo protege contra este virus, sino también contra otras enfermedades.

“Para mantener la inmunidad colectiva, la tasa de vacunación en un país debe ser del 95 % como mínimo, ya que el sarampión es muy contagioso. Los padres deben ser conscientes de que su elección sobre no vacunar a sus hijos también puede tener consecuencias para la salud de otras personas”, concluye Petrova.

Fuente: sinc