Conoce gente que ya está empezando a modificar su propio genoma
Quizás el símbolo más elocuente del estado de la biotecnología es Aaron Traywick, el CEO de 28 años de Ascendente Biomedical. Traywick se subió a un escenario de la Body Hacking Con y se inyectó a si mismo un tratamiento contra el herpes que había creado otro biohacker. se trata de solo un ejemplo.
Ahora mismo, mientras escribo, hay decenas de personas alterando sus propios genomas. O, al menos, intentándolo. Así, sin más. Tal y como suena. La situación se ha hecho tan generalizada que la FDA (la agencia norteamericana del medicamento) emitió una nota en la que explicaba esto no solo es ilegal, tiene importantísimos riesgos para la salud.
La peligrosa retórica de los garajes
Hace sólo cinco años, alguien levantó la mano y sugirió que CRISPR podía usarse para modificar el ADN, hoy tenemos a gente como Josiah Zayner que gana medio millón de dólares al año enseñando a la gente cómo hacerlo en el garaje de tu casa. No es ciencia ficción, aunque aún no podemos tomárnoslo tan en serio como ellos quisieran.
Zayner, el ‘pirata loco de la biotecnología’, tiene un bagaje impresionante (doctor en biofísica y extrabajador de la NASA) y un equipo más que interesante. De hecho, George Church, el conocidísimo profesor de genética de Harvard, es asesor del equipo de The Odin, la empresa de Zayner.
Sin embargo, Zayner, que es conocido por realizar auténticas performances en las que se inyectaba “tratamientos CRISPR” para “reforzar su musculatura”, se arrepintió hace unas semanas. «Alguien se va a hacer daño», dijo hace unas semanas en The Atlantic.
Y es que, pese las promesas de todo tipo, lo cierto es que sabemos muy poco. Hace dos años, escribía que «a lo largo de esta década pretendíamos sacarnos el B1 de lenguaje genético» y no hemos avanzado demasiado. Si a finales del siglo pasado aprendimos a leer el «lenguaje genético», ahora tenemos un dominio muy rudimentario del mismo. Somos niños de siete años: no es ya que no seamos capaces de escribir el Quijote, es que lo más probable es que nos hagamos daño con el lápiz.
Niños jugando con una escopeta
Ahora mismo hay, sobre todo, humo. Los kits que están en el mercado no tienen capacidad técnica para abordar problemas reales con CRISPR, lo que conocemos sobre cómo funcionan la mayor parte de rasgos. De hecho, los grandes pasos que se están dando hoy por hoy se centran en problemas muy concretos, muy estudiados y extremadamente sencillos.
Y es que no todas las modificaciones son iguales. Hay algunas muy sencillas y otras, la mayoría, son tremendamente complejas. George Church, del que ya hemos hablado, confeccionó una lista de alelos interesantes y bastante seguros de modificar.
Son modificaciones que van desde facilitar la formación de masa muscular o aumentar la resistencia a infecciones víricas hasta reducir el olor corporal. Pues bien, con la tecnología actual de los biohackers, no sería posible trabajar sobre esa lista. El ‘tratamiento’ que Zayner se inyectó cambió, con suerte, un puñado de células musculares.
Sin embargo, sí pueden hacerse mucho daño. Cuando hablamos de estas cosas, nunca deberíamos olvidar a Jesse Gelsinger. Gelsinger entró en un programa piloto de la Universidad de Pennsylvania que intentaba diseñar un tratamiento para ayudar a recién nacidos con deficiencia de la OTC, una enfermedad que impide un correcto procesamiento del amonio en el hígado.
El 13 de septiembre recibió el vector viral que portaba la forma buena del gen y cuatro días después murió en medio de a una reacción inmune masiva producida por dicho vector. A las tres menos diez de la mañana del 17 de septiembre de 1999, se convirtió en la primera persona en morir a causa de una terapia génica. A veces olvidamos que estas cosas pasan.
A principios de este año, el equipo de Matthew Porteus publicó que había detectado anticuerpos específicos contra la proteína Cas9 en el torrente sanguinoso del 79% de los participantes de su estudio. La proteína Cas9 es un elemento central de la tecnología actual basada en CRISPR; es decir, por lo que sabemos y sin medidas de seguridad, un tratamiento DIY basado en él podría acabar como el tratamiento de Gelsinger.
Y, sin embargo, es legal
En España, al menos. La Ley de Investigación Biomédica no prohíbe editar tu propio genoma (ni la expresión del mismo) y, en general, la mayoría de legislaciones del mundo tampoco lo hacen. Traywick y compañías como la suya lo aprovechan para intentar poner en marcha ‘tratamientos’ que por la vía tradicional tardarían muchos años y más millones de dólares en aprobarse.
Sea como sea, lo que ahora es marketing, espectáculo y humo pronto en los próximos años se convertirá en herramientas poderosas para combatir la enfermedad y promover la mejora de las capacidades humanas. Y, por eso, las cuestiones éticas que generan son complejas.
Fundamentalmente porque, aunque muchos expertos hablan ya de regulación, control e incluso prohibición, la capacidad de alterar nuestro ADN es en cierta forma y salvando todas las distancias, es el equivalente biológico a la copia privada. Siempre que no afecte a la línea germinal (se transmitan a la descendencia) y no sean peligrosas para terceros, ¿por qué no deberíamos permitir la edición de nuestros genes?
Fuente: xataka.com