El sentido magnético: el misterio que intentaron resolver durante décadas
Muchas especies de aves son capaces de recorrer enormes distancias sin desviarse de su ruta. Durante mucho tiempo, los científicos trataron de entender cómo estas criaturas aladas se orientan en el espacio, ya que sus trayectos abarcan miles de kilómetros. Se sabía que las aves perciben el campo magnético terrestre, pero el mecanismo exacto seguía siendo un enigma.
Se manejaban varias teorías. Una de ellas sugería que en el organismo de las aves existen cristales de magnetita que reaccionan a las líneas del campo magnético y transmiten una señal al cerebro. Otra hipótesis relacionaba la navegación con proteínas especiales en los ojos, capaces de modificar sus propiedades bajo la influencia de la luz y el campo magnético. La tercera propuesta se basaba en el principio de la inducción electromagnética: se suponía que el oído interno de las aves podía generar una corriente eléctrica al moverse en el campo magnético.
Un enfoque experimental: del cerebro a los sensores
En una investigación reciente, los científicos decidieron cambiar el método tradicional. En vez de buscar células magnetosensibles en distintas partes del cuerpo, comenzaron por analizar la actividad cerebral. Para ello, colocaron palomas en un campo magnético rotatorio artificial y observaron qué zonas del cerebro respondían a la estimulación.
Como marcador, se utilizó la proteína C-FOS, presente en las neuronas activas. El cerebro de las aves se volvió transparente mediante un tratamiento especial, y luego se escaneó con láser para obtener un mapa tridimensional de la actividad. Los experimentos se realizaron tanto en la oscuridad como bajo iluminación, para descartar la influencia de la visión.
Los resultados fueron inequívocos: solo los núcleos vestibulares mediales, conectados con el oído interno, respondieron al campo magnético. Las zonas responsables de la visión y el nervio trigémino permanecieron sin cambios. Esto permitió descartar las hipótesis sobre el papel de los ojos y el pico en la magnetorrecepción.
Oído interno: la clave de la navegación
El análisis posterior se centró en el oído interno, específicamente en las ampollas de los canales semicirculares. Mediante la secuenciación de ARN de células individuales, los investigadores identificaron un tipo especial de células ciliadas: el tipo II. Estas células contienen proteínas específicas de canales iónicos que las hacen sensibles a los cambios más pequeños en el potencial eléctrico.
Curiosamente, estos canales también se encuentran en tiburones y rayas, conocidos por captar señales eléctricas débiles. Este hallazgo llevó a los científicos a suponer que, en las palomas, las células ciliadas tipo II pueden funcionar como electrorreceptores biológicos.
Cuando el ave vuela y mueve la cabeza, el líquido en el oído interno se desplaza, cruza las líneas magnéticas y genera una débil corriente eléctrica. Son precisamente estas señales las que detectan las células sensibles, transmitiendo la información al cerebro.
Repensando la navegación: nuevos horizontes para la ciencia
El descubrimiento de la integración del sentido magnético en el sistema de equilibrio explica muchos fenómenos observados. Por ejemplo, las palomas mensajeras suelen dar vueltas en el mismo lugar antes de elegir la dirección de vuelo. Ahora está claro que estos movimientos son necesarios para activar su brújula biológica: los movimientos de la cabeza intensifican la señal que detecta el oído interno.
Este estudio no solo refuta hipótesis anteriores, sino que también abre nuevas perspectivas para investigar la migración de aves y otros animales. Comprender cómo funciona la magnetorrecepción podría inspirar la creación de nuevas tecnologías de navegación basadas en la naturaleza.
Además, los resultados subrayan la importancia de un enfoque integral en la investigación biológica. En lugar de buscar sensores individuales, es más eficaz analizar el funcionamiento de sistemas completos y su interacción.
Por si no lo sabías: lo que se conoce sobre la paloma bravía
La paloma bravía (Columba livia var. domestica) es una de las aves más comunes del mundo. Sus antepasados fueron domesticados por el ser humano en la antigüedad y, desde entonces, las palomas se han convertido en un elemento inseparable de los paisajes urbanos. Estas aves son conocidas por su capacidad de regresar a casa desde grandes distancias, lo que las convirtió en asistentes imprescindibles en los servicios postales durante siglos. Las palomas destacan por su gran capacidad de aprendizaje y excelente memoria, lo que les permite recordar rutas complejas. En la investigación científica, la paloma bravía se utiliza a menudo como organismo modelo para estudiar el comportamiento, la navegación y los sistemas sensoriales. Gracias a su resistencia y adaptabilidad, las palomas se han extendido por casi todos los continentes, excepto la Antártida. En la cultura y el arte, estas aves simbolizan la paz y la fidelidad. Los estudios genéticos modernos ayudan a comprender mejor la evolución y las características biológicas de esta especie. Es interesante saber que algunas palomas pueden distinguir rostros humanos e incluso diferenciar obras de distintos artistas. Sus singulares habilidades de navegación siguen sorprendiendo a los científicos e inspiran nuevos descubrimientos.
Fuente: russpain.com


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