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“Por años menospreciamos a la ciencia”, dice investigadora mexicana que trabaja en la vacuna del Covid

Desde el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav), ubicado a las faldas del Cerro del Chiquihuite en la Alcaldía Gustavo A. Madero de la Ciudad de México, una parte del equipo multidisciplinario “Consorcio de Científicos Innovadores en Vacunas”, creado por la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), trabaja para ejecutar el plan de acción que conduzca a la fabricación de la vacuna contra el COVID-19.

La doctora Cecilia Bañuelos, quien forma parte de este equipo de científicos coordinado por la doctora Esther Orozco, explicó en entrevista en qué consiste el trabajo de estos investigadores mexicanos, que en un inicio se conformó por 20 especialistas en vacunas y que ahora se amplió a expertos que realicen pruebas diagnósticas y fármacos para contrarrestar el nuevo coronavirus.

Actualmente hay siete empresas que tienen acuerdos bilaterales con México para realizar ensayos preliminares clínicos de Fase 3 en el país: Janssen (Estados Unidos), Sputnik V (Rusia), Casino (China), Novavax (Estados Unidos), Curevac (Alemania), Sanofi-Pasteur (Francia) y ReiThera (Italia). Las primeras cinco para realizarse en octubre, Sanofi en enero de 2021 y ReiThera está por definir fecha.

En el caso de la vacuna de AstraZeneca-Universidad de Oxford, se acordó que el terminado y envasado para América Latina se realice en México.

Además de estas vacunas que llevan a cabo los laboratorios extranjeros, la Secretaría de Relaciones Exteriores impulsa seis proyectos mexicanos a través de cooperación internacional: la vacuna basada en el virus de la enfermedad de Newcastle, desarrollada por Laboratorios Avimex, el IMSS, Cinvestav y la UNAM, que comenzará ensayos clínicos en el corto plazo; Nanoplásmidos npJS19 (ITESM/Universidad de Baja California e IPN), despliegue de epítopos (Instituto de Biotecnología de la UNAM), quimera recombatiente multiepitópica (Universidad de Querétaro), Péptidos sintéticos (Grupo Neolpharma e Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM) y Proteína “spike” (Cinvestav y Neolpharma).

Sobre estos proyectos mexicanos, la doctora Cecilia Bañuelos expuso que la gran mayoría está en fase preclínica debido a los pocos recursos e infraestructura que tienen los laboratorios de las instituciones académicas del país. Esta situación, detalló, ha puesto en desventaja a México de otros países como Noruega, donde la pandemia no los agarró desprevenidos.

Históricamente México ha destinado menos de lo que mandata la ley a ciencia y tecnología, que es un gasto anual de 1 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). En 2021, de acuerdo con el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación, este rubro tendrá 102,720 millones de pesos, un incremento del 4.2 por ciento en comparación con el mismo periodo pasado.

“Si el Gobierno dijera: ‘te doy todo lo que no te he dado’, no va a funcionar porque es un proceso de comprar equipos, preparar a la gente y eso lleva tiempo”, mencionó la doctora Bañuelos y enfatizó que la ciencia depende de la voluntad de los políticos. “Aunque tratemos de responder ahorita la comunidad científica mexicana, lo cierto es que no vas a poder enmendar años de descuido en ciencia y tecnología”.

–¿En qué consiste la labor del equipo multidisciplinario “Consorcio de Científicos Innovadores en Vacunas” que conformó la SRE?

–La motivación directa para convocar a este grupo de investigadores nació de que México fue invitado por el gobierno de Noruega a incorporarse en una iniciativa global que se llama CEPI (Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias, por sus siglas en inglés). Es decir, tener acceso a insumos para afrontar epidemias con potencial pandémico.

México tiene un lugar en este Consejo que está pendiente del desarrollo de estas vacunas que fueron apoyadas por éste. La Cancillería lo que hizo fue conformar este equipo de investigadores para que confeccionaran proyectos económicos y concursaran para participar en estos proyectos de vacunas que son carísimos. Además de que nuestro país dejó mucho tiempo olvidado la inversión para desarrollar vacunas, casi todas las importamos.

Lo primero que hicimos en el grupo fue hacer un levantamiento para ubicar los especialistas e infraestructura, pero también a los expertos que tuvieran alguna investigación en curso o que tuvieran una plataforma vacunal que pudiera ser de utilidad contra la COVID-19.

–El Canciller Marcelo Ebrard informó esta semana que siete empresas están interesadas en realizar sus ensayos de Fase 3 en México y que comenzarán en octubre. ¿Cuál será el trabajo que realicen estas empresas en México?, ¿cómo es esta Fase 3?

–Todas las vacunas tienen que ser analizadas por etapas y las etapas más próximas a lo que será el producto final corresponde a la Fase 3, incluso hay otra fase, la 4, pero esa ya es ver el comportamiento, lo que llamamos farmacovigilancia.

La Fase 3 es probar la vacuna en diferentes países porque no va a responder igual de una población a otra, dependiendo de la raza o comorbilidades, por eso se hace ese tipo de ensayos. En esta fase son vacunas que ya han sido validadas lo suficiente como para liberarlas en diferentes países con diferentes tipos de población. Incluso a veces se comparan grupos placebos para ver si tienen la misma respuesta.

–Sobre los seis proyectos de vacunas mexicanas realizadas por universidades e institutos, ¿en qué proceso van?

–En el caso de los colegas mexicanos, como no se tenía prevista esta situación (de COVID), es gente que venía trabajando con sus propias plataformas y moléculas y han tenido ciertos avances, sin embargo, la gran mayoría de estos seis proyectos están en fase preclínica, es decir, tienen las moléculas y ahora los están estudiando en modelos de animales, posteriormente viene la Fase 1. Casi la mayoría están entre la Fase Preclínica y algunas están por entrar a la Fase 1.

Es una cuestión de tiempo y de complejidad, cuanto más vas avanzando en las fases hay mayor complejidad porque no es lo mismo trabajar con animales que con seres humanos y se debe tener mucho cuidado en los llamados protocolos clínicos. Aquí hay una limitante porque el protocolo tiene que ser minuciosamente revisado por expertos que están en estas instancias reguladoras, como la Cofepris en el caso de México.

Si los protocolos dicen que están bien ya empiezan a correr las pruebas, es decir, ver cómo evolucionan los voluntarios. Se debe tener mucha especificación respecto a los grupos de trabajo, decir las edades, en qué momento se van a aplicar y por qué, y esto lleva mucho tiempo.

–¿Las comorbilidades que hay en México podrían hacer que la vacuna no funcione en todos?

–No necesariamente. Yo estimo que un criterio de consideración para cuando lleguen las vacunas es que se tendrá que priorizar por qué tipo de población se empieza la vacunación, es muy probable que se empiece precisamente por este grupo que tiene comorbilidades.

Se esperaría que la respuesta inmunológica sea favorable en este grupo, pero reitero que aquí cobra valor las pruebas de la Fase 3, donde hay una muestra más representativa de los grupos.

–¿Cuál es la expectativa que tienen sobre el éxito de una vacuna para ya aplicarla en México?

–Yo creo que no hay fechas exactas, creo que está sujeto a muchos factores que no podríamos precisarlo. Por ejemplo, una cosa es que ya esté lista la vacuna y otra es la capacidad de producción que requiere cada país. Ahí entran los procesos de transferencia tecnológica, si la descubre AstraZeneca, esa empresa tendrá que decidir a quién le comparte la manera de hacer la vacuna y bajo qué condiciones lo hace. Claro, ahorita están la ONU y la OMS que vigilarán que no haya abusos.

Hay que tener paciencia. Sea la vacuna rusa o cualquier otra, todas tienen que pasar todo un proceso de validación, si no pasan esos pasos no se puede. Las vacunas siguen un proceso en su control de calidad y en su eficacia. Para esos pasos, la comunidad científica y empresarial están trabajando de la mano para ir rápido y eso no quiere decir que van a obviar pasos.

Yo estimo que nos vamos a ir hacia 2021. Puede ser que las vacunas se tengan que detener si hay algo que se sale del comportamiento que se había venido observando. Por ejemplo, si lo que pasó con la vacuna AstraZeneca, de estos dos casos (que tuvieron reacciones), si ellos hubieran dicho que esto implicaba ya no seguir adelante, pues todo lo que avanzaron no importaría, se tendría que volver a empezar todo el proceso.

Por eso es importante tener la vacuna mexicana, para que empecemos a transitar hacia esa experiencia porque de aquí a que llegan las otras vacunas mientras nosotros vamos avanzando. Esto lo ha dicho AstraZeneca, que si su vacuna no funciona, esos lotes se van a la basura, se destruyen.

–Se sabe que México no produce vacunas y en lugar de eso las compran al extranjero. Cuando llegó la COVID al país, ¿qué problemas enfrentó el Gobierno y la sociedad científica para contrarrestar este problema generado por anteriores gobiernos?

–Estamos desprotegidos como comunidad científica y sí, efectivamente no hay recursos económicos suficientes. En años anteriores y por décadas se ha solicitado un incremento en la inversión para investigación y desarrollo, y aunque ha habido esfuerzos, son insuficientes. Esos países que están respondiendo ahorita con el desarrollo de vacunas están en esa posición precisamente porque llevan años dedicándose a la investigación y desarrollo. Lo que se ha revelado con esta pandemia es la necesidad de impulsar el que la comunidad científica mexicana enfoque todo su conocimiento y toda la infraestructura a abordar esos problemas que en algún momento se pudieran salir de control, y no va haber problema en abordar estos problemas como las pandemias si tienes todo el equipo y material, pero para eso necesita dinero.

A la ciencia no se le regatea, necesitas darle todo lo que requiera para que en su momento tengas las respuestas, ya sea a nivel de vacunas o por ejemplo en un derrame de petróleo, que se tenga la tecnología para poder remediarlo. Dependemos mucho de la voluntad de los políticos. En estos momentos es necesario que el Conacyt apuntale sus programas y que aglutine sus programas alrededor de los principales problemas del país.

Se ha desvelado una serie de requerimientos y esfuerzos con esta pandemia, y la necesidad de trabajar en equipo. No es posible que cada institución tenga un laboratorio equipado, a lo mejor habría que replantear la estrategia e invertir en una infraestructura disponible para todos.

Ahorita estamos respondiendo como comunidad científica, pero vamos lentos a diferencia de esos países que ya tienen toda la plataforma. Ahorita aunque el Gobierno dijera ‘te doy todo lo que no te he dado’, no va a funcionar porque es un proceso de comprar equipos, de ir preparando a la gente y eso lleva tiempo. Aunque me dieras los millones de dólares, eso no alcanza. Ese rezago es el que se refleja en esta capacidad de respuesta para la vacuna.

En el caso de la Cancillería, ellos tuvieron esa visión de convocar a los científicos y decir ‘¿cómo nos ayudan?’ Este equipo que originalmente se construyó con científicos se amplió a la inversión para que investigadores hagan pruebas diagnósticas y fármacos para la COVID. Está padre porque se ve la actitud política.

Aunque tratemos de responder ahorita la comunidad científica mexicana, lo cierto es que no vas a poder enmendar años de descuido en ciencia y tecnología.

–Una vez que se tenga la primera vacuna, ¿a qué personas tendría que ir dirigida y cuántas dosis esperan adquirir?

–Esta decisión es competencia del Gobierno, la Secretaría de Salud tiene que evaluar conforme a los datos del comportamiento epidemiológico, ellos pueden identificar quiénes van primero. Yo creo que tiene que ser una estrategia escalonada porque no nos va a alcanzar la vacuna a todos.

Fuente: proyectopuente.com