Microorganismos de la Antártica ayudan a atenuar la contaminación por combustibles: Patricia Valdespino
Norma Ávila Jiménez
Algunos de los problemas que pueden presentarse en las bases científicas establecidas en la Antártica, son los derrames accidentales en el suelo de petróleo y gasóleo -sustancias que llegan almacenadas en barcos de diferentes naciones para aprovisionarlas-. De allí que varios grupos de científicos dediquen sus esfuerzos para estudiar a bacterias y hongos capaces de convertir los hidrocarburos en biomasa, lo cual significa que deshacen los residuos tóxicos. “Para los países miembros del Tratado Antártico esto es un tema muy delicado porque han asumido un gran compromiso para cuidar el medio ambiente en sus proyectos de ciencia y de paz. Por ello trabajan por conservar limpia esta superficie prístina de 14.2 millones de kilómetros cuadrados”, asegura la doctora mexicana Patricia Valdespino, investigadora postdoctoral del Lawrence Berkeley National Laboratory.
Cuando estudiaba en el Instituto de Ecología de la UNAM, tuvo la oportunidad de viajar en tres ocasiones al continente blanco para hacer ciencia básica con investigadores de Argentina, Chile y Uruguay. Su formación en las áreas de biogeoquímica y de geomicrobiología le han permitido estudiar la resiliencia, adaptación y evolución de los ecosistemas, y se interesó en la Antártica por ser uno de los pocos sitios puros del planeta. “Con el grupo del Instituto Antártico Argentino hemos estudiado lo que se conoce como proceso de biorremediación”, que consiste, en este caso, en entender las estrategias de los citados microorganismos para lograr la biodegradación de las sustancias que llegan a derramarse, ocasionalmente, en el suelo donde están las grandes cisternas que guardan el combustible necesario para el funcionamiento de las bases. “El metabolismo especial de esos microorganismos únicos del continente helado es aprovechado en esa labor que literalmente limpia la contaminación”, subraya la doctora Valdespino.
Esta investigación es un ejemplo del alcance que involucra estudiar a los microbios habitantes del Polo Sur. “La Antártica es un laboratorio vivo con poca influencia humana y su naturaleza lucha por la sobrevivencia, entonces es importantísimo estudiarla para entender más a fondo el origen de la vida, la evolución y las respuestas adaptativas de los organismos ante condiciones extremas. Eso permitirá descubrir, entre otras formas orgánicas, a nuevas enzimas que por ejemplo, podrían utilizarse en procesos industriales que no requieran incremento de temperatura para funcionar, lo cual permitiría bajar costos”, subraya la también integrante de la recién fundada Agencia Mexicana de Estudios Antárticos (AMEA).
Un microorganismo marino que ha llamado la atención y el cual estudian especialistas del Instituto Antártico Chileno y de la Universidad de Los Lagos, son los traustoquitridos. “El 70 por ciento de su masa son ácidos grasos omega 3 y omega 6; tienen un potencial natural que se puede utilizar para acuicultura con salmones y como consecuencia, obtener un pescado más nutritivo sin modificarlo”, asegura la científica mexicana, quien asimismo ha trabajado con este grupo de investigadores.
Valdespino, experta en la exploración de señales genéticas de microorganismos, subraya que los resultados de este estudio serán una herramienta valiosa que abonará tanto a la salud humana como a la del océano.
Actualmente, junto con otros investigadores de la AMEA y del Instituto Antártico Uruguayo, planea diferentes proyectos para continuar estudiando esta microfauna nativa que ofrece nuevas posibilidades como biorremediadores, en la producción de aceites nutritivos y en la medicina.