Más que un juego: cómo hacer para motivar a los chicos a ser innovadores
De los finales abiertos a las impresoras 3D, los expertos recomiendan juegos poco estructurados y sin objetivos definidos
Con varios años de trabajo en distintas agencias de publicidad y en el cine de animación, Gastón Gorali pensaba que había estado en contacto con varios de los mejores creativos del mundo. Hasta que el año pasado, una muestra del jardín de su hijo le hizo relativizar ese concepto. «Era una exposición de superhéroes inventados, y la verdad es que los resultados superaban a cualquier idea de los mejores creativos publicitarios del planeta -cuenta Gorali-, ahí había ocurrencias frescas, desprejuiciadas y honestas».
Ese mismo día por la tarde le habló del tema a su socio en la productora MundoLoco, Juan José Campanella, y ambos se preguntaron qué pasaría si se conectara esa frescura creativa con los mejores profesionales del campo narrativo, audiovisual y de animación. Gorali trajo un tercer elemento a la mesa: su recuerdo de Telescuela Técnica, «un programa de TV que pasaban cuando yo era chico y que odiaba, porque su cortina musical significaba que habían terminado los dibujitos».
De ese cóctel surgió la idea de hacer un programa entretenido que funcionara como un tutorial para que los chicos consumieran no sólo un programa de supehéroes empaquetado, sino que tuvieran herramientas para crear los propios.
La directora del canal Paka Paka, Karina Wroblebsky, se entusiasmó con la propuesta y así nació Laboratorio de Superhérores, correalizada entre MundoLoco y 100bares, que se verá en noviembre por el canal estatal para chicos. En cada capítulo, hay un tutor invitado para diferentes categorías (Natalia Oreiro, Joaquín Furriel, Marcelo Birmajer, Alejandra Lunik, Magdalena Fleitas, entre otros). El resultado final tiene a superhéroes locales e insólitos como la Perrántula, una mezcla de perro y tarántula.
El concepto de «final abierto» es el que recorre hoy la mayor parte de las iniciativas para promover el pensamiento creativo desde los primeros años de vida. Desde la animación a los videojeugos estilo Minecraft, pasando por la producción de juguetes tangibles. «Hay juguetes muy complejos, que en apariencia tienen mucho para enseñar; capturan rápidamente la atención, pero hacen demasiadas cosas, al punto que al final la chica o el chico no necesitan hacer nada», explica Laura Lospenatto, experta en innovación en juguetes y directora de la empresa Ikitoi. «Si los juguetes tienen tantas funciones acabadas, terminan obstruyendo la creatividad en los chicos. Se convierten más en una distracción que en una herramienta, y la única habilidad que se estimula es la distinción de causa y efecto. En cambio, si el juguete no puede hacer todo, los niños deben recurrir a su propia creatividad para iniciar y construir el juego. A esto apunta el concepto de open ended toys, o juegos de final abierto».
Cada uno como quiere
Se los reconoce porque son juegos poco estructurados, no poseen un único uso, ni un objetivo final determinado. «Esto significa que no hay una forma correcta de jugar, sino que cada niño va encontrando y creando la propia según su imaginación promoviendo el desarrollo de la creatividad», agrega Lospennato.
La ejercitación de la creatividad también se plasma en la capacidad de resolución de problemas: al no haber instrucciones a seguir a rajatabla, las soluciones pueden ser múltiples, lo cual genera una mayor flexibilidad y adaptabilidad ante un conflicto.
Los productos icónicos de esta movida son Minecraft y los Lego, pero hay infinidad de marcas que se vienen sumando. Esta semana se anunció en la Argentina el regreso de Mecanno, de la mano de la firma Wabro, una franquicia que tiene 100 años y que se renovó con el eslogan Maker System. En los Estados Unidos ya hay más de tres mil colegios que incorporaron a sus currículas actividades con LittleBits, un producto similar a los Lego pero que permite armar pequeños dispositivos electrónicos modulares, con motores, hélices, etc. No es un juego barato: el módulo para una clase cuesta 300 dólares, pero un kit para consumo familiar sale menos de la mitad.
La movida maker
El emprendedor y divulgador tecnológico Santiago Bilinkis coincidió con Gorali en el viaje de vuelta de Mar Del Plata del último Coloquio de Idea y le contó que les compró a sus hijos un kit de LittleBits: «Hoy la movida maker (que promueve la construcción de productos electrónicos personalizados) está que arde y es muy adaptable para hacer actividades con los chicos», explica Bilinkis. Hasta las impresoras 3D, una herramienta maker por excelencia, se vienen impulsando fuerte para promover la creatividad infantil.
«Vemos que las impresoras amplían el campo de lo que se puede crear, incentivan y acompañan la creatividad que surge intuitivamente de los niños», dice ahora Dalia Drajnudel, responsable del área de educación de Trimaker, una firma de impresión 3D.
«Siguiendo la pedagogía construccionista de Seymour Papert, creemos que en la escuela la impresora puede usarse como una herramienta que permita a los alumnos construir sus conocimientos, ya que no sólo aprenderán a imprimir y modelar los archivos digitales sino que también estarán involucrados los conocimientos y habilidades que se aprenderán a lo largo del proceso hasta la obtención del objeto que se está queriendo realizar», explica.
Los LittleBits, los Lego, los paneles modulares de cartón ecológico de Ikitoi, los Mecanno y otros juguetes de esta categoría sirven para «prototipar», armar y desarmar, experimentar y trabajar en equipo. Hoy cada avenida de la agenda de la creatividad y la innovación tiene su desarrollo «para niños». Hay, por ejemplo, herramientas de design thinking (pensamiento basado en el diseño) para educadores, especialmente desarrollado por la facutad de diseño de Stanford, la meca de esta tendencia. La técnica que fomenta la empatía, la iteración y la prototipación ya no es exclusiva de posgrados de negocios y ahora se traslada a aulas de primaria e incluso de jardín de infantes.
Como se trata de movidas muy recientes, las series estadísticas son cortas y aun no hay evidencia -o la que hay es extremadamente débil- de que todos estos esfuerzos promuevan realmente el pensamiento creativo más que trepar árboles, jugar un picado de fútbol o saltar al elástico.
«El principal diferencial creativo que se puede ver en los chicos es su libertad de pensamiento, la forma no lineal de la narrativa, el sentido del humor y la honestidad con la que se expresan», dice el socio de Campanela. «Creo que cuando los adultos interferimos lo menos posible y simplemente ayudamos a desarrollar la imaginación y el deseo ocurren cosas sorprendentes».
A Gorali su vocación por la animación infantil -hizo metegol junto a Campanela- le nació a partir de una frustración que tuvo a los 4 años, cuando su mamá decidió llevar solamente a su hermano mayor a Disney, dado que Gastón «era muy chico y no se iba a acordar», y lo mandó con su abuela a Córdoba. «Hoy, casi cuarenta años después, el trauma sigue vivo. Recuerdo que paseaba en un burrito gris. La pasé muy bien hasta que volví y vi las fotos de mi hermano con Mickey Mouse. Los colores vibrantes, la prosperidad, la alegría… era demasiado. Desde entonces juré venganza para mí y para mi burrito cordobés».
Fuente: lanacion.com.ar