Los defensores de los alimentos transgénicos contraatacan: “Es inmoral no usarlos en un mundo hambriento”
¿Qué harías si en tu mano tuvieses la oportunidad de curar un gran mal en el mundo? ¿La usarías? ¿Y si existiera la posibilidad de que tuviera consecuencias inesperadas? Los organismos modificados genéticamente pueden ser una herramienta muy útil o el objeto de una gran controversia. ¿Estamos ante una solución contra el hambre en el mundo o una muestra de la opulencia científica sin control? El debate está servido.
Un mundo moderno, un mundo con hambre
En 2016 la Organización Mundial de la Salud levantaba las alarmas: el hambre en el mundo había crecido de nuevo. Treinta y ocho millones de personas más que en 2015, contando un total de 815 millones de seres humanos, padecieron serios problemas para alcanzar una alimentación mínimamente adecuada. Actualmente, según los datos del Programa Mundial de Alimentos (o WFP, por sus siglas en inglés), una de cada nueve personas no tiene suficientes alimentos para llevar una vida saludable y activa.
La gran mayoría pertenece a uno de los países en vías de desarrollo donde un porcentaje significativo de la población, especialmente en Asia, padece de desnutrición. Para entender con más crudeza estos datos contaremos que casi la mitad de los fallecimientos de niños menores de cinco años se debe a la desnutrición, lo que supone la pérdida de tres millones de vidas infantiles por año.
¿Cuales son las causas de este aumento de la hambruna? Dejando a un lado la gestión global de los recursos, los principales factores que atentan contra un mundo bien alimentado son económicos (la pobreza), los conflictos bélicos y el cambio climático. “En la última década, el número de conflictos ha aumentado de forma dramática y se han vuelto más complejos e irresolubles por su naturaleza”, afirman los responsables de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
“Esto ha hecho saltar alarmas que no podemos ignorar: no acabaremos con el hambre y todas las formas de malnutrición para 2030 a menos que abordemos todos los factores que socavan la seguridad alimentaria y la nutrición”. Está claro que la resolución de los conflictos sociopolíticos y bélicos es una necesidad para erradicar el hambre en el mundo. ¿Pero qué pasaría si tuviésemos una herramienta con la que facilitar la manera de enfrentar una crisis de recursos? ¿Y si pudiéramos combatir las pérdidas ocasionadas por el cambio climático? Las posibilidades están ahí. Ahora, conozcamos su precio.
O. G. M.
Organismos modificados genéticamente, ¿qué significa este término? “Por definición legal son aquellos organismo que tienen un trozo de ADN de otro organismo y que han sido introducidos así mediante ingeniería genética”, explica para Xataka Jose Miguel Mulet, doctor en Bioquímica y Biología Molecular, investigador en el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas (IBMCP) y autor de títulos como Comer sin Miedo, Medicina sin Engaños o Los productos naturales ¡vaya timo!. Entonces, un OGM, por su acrónimo, es un organismo con ADN de otro ser, ¿no?
“Hay métodos de transmitir información genética entre organismos que no se basan en ingeniería genética: hibridación, cruces, injertos… La definición de organismo transgénico hace referencia a un hecho concreto y a una técnica concreta, y tiene más en cuenta el método utilizado que el producto final”. Con estas palabras, el experto da unos retazos sobre la realidad de los OGM y es que estos son muchos y muy diversos. Por ejemplo, se puede obtener un OGM mediante diversas técnicas genéticas como la transgénesis o la cisgénesis, ambas muy relacionadas pero distintas en su método de aplicación.
En algunos lugares de Estados Unidos, valga el caso, se consideran organismos modificados genéticamente incluso aquellos organismosobtenidos por selección artificial. Esta es la manera tradicional de domesticar a los vegetales en busca de plantas más productivas y útiles, y se viene haciendo desde hace miles de años.
En estos lugares, para distinguirlos, se especifica que los organismos han sido modificados mediante ingeniería genética. Todo esto muestra la heterogeneidad del término, que a veces es complicado acotar ya que el resultado es siempre parecido: un organismo con caracteres genéticos de otro en su genoma. Pero aquí hablaremos de organismos modificados mediante las técnicas de ingeniería genéticas más conocidas como la transgénesis.
“Transgénicos” en el plato
En primer lugar, siguiendo el argumento anterior, hablar de transgénicos y OGMs indistintamente es un error, puesto que los organismos modificados por transgénesis son solo parte de todos los que podemos encontrar. Eso no evita que se use la palabra “transgénico” en la coloquialidad del día a día sin ningún reparo para referirnos a todo tipo de organismos modificados por ingeniería genética. Y cuando hablamos de cotidianidad, ¿a qué nos referimos? ¿Se pueden consumir “transgénicos” (OGMs más bien) sin problema? ¿Se pueden comprar en el supermercado a día de hoy? “Se comercializan más de noventa diferentes, lo que pasa es que tienen que ir etiquetados”, comenta Jose Miguel al preguntarle.
Efectivamente, actualmente consumimos maíz, soja, colza y remolacha que han sido modificados para ser más resistentes a los herbicidas o a los insectos. Estos dos son factores cruciales en la producción. En Europa, desde los años noventa, solo tres OGM han sido autorizados, de los cuales solo el maiz MON810 se puede cultivar en territorio Europeo.
Aún así, como explicaba Jose Miguel, sí que está autorizada su venta y consumo (de docenas de especies al menos), y su uso en el proceso de elaboración de diversos alimentos. La Comisión Europea, explican en la comunicación sobre la proposición de regulación sobre OGMs de 2015, solo recoge la opinión formal de un gran número de sus estados miembro aunque indica que existe un número creciente de evidencias científicas que indican la seguridad de su uso y cultivo, a pesar de la decisión particular de cada país. Este comunicado apunta a la necesidad de revisar la regulación europea vigente hasta la fecha a la luz de las novedades científicas sobre estos temas.
Además de las especies de las que hablábamos, los OGMs son bastante comunes en la obtención de medicinas, para lo que se usan microorganismos modificados, u otros productos alimenticios indirectos: levaduras para el pan, vinos fermentados con bacterias modificadas, etc.
Para que un organismo modificado sea apto para consumo alimentario ha de pasar unos escrupulosos exámenes. “El proceso de autorización de estos productos se hace según el principio de precaución”, explica el doctor en Biotecnología, “entonces, cuando uno de estos productos sale al mercado, los [supuestos] peligros son iguales o menores que los de un producto no transgénico, porque si no, no se aprobaría”. Por otra parte, entidades como Greenpeace, defienden que “tras más de veinte años en el mercado sigue sin haber estudios a largo plazo que demuestren su seguridad para los seres humanos”.
Modificación genética, ¿qué dicen las evidencias?
Como explicábamos, la Comisión Europea observaba en su comunicado la necesidad de revisar la regulación actual sobre OGMs. Esto se debe a que cada vez sabemos más sobre ellos. A pesar de este conocimiento creciente a nivel científico, todavía existen voces que insisten en la falta de información sobre su seguridad ecológica y biológica. Para entender un poco mejor sus argumentos, Xataka se ha puesto en contacto con la que probablemente sea la entidad más representativa en el movimiento “antiOGM”.
“Greenpeace no se opone a la biotecnología”, comenta Luís Ferreirim, posgrado en Filosofía de la Naturaleza y responsable de Agricultura de Greenpeace España. “Por ejemplo, apoyamos la selección asistida por marcadores [o MAS, por sus siglas en inglés, una tecnología de apoyo a la selección vegetal tradicional pero que emplea marcadores moleculares]. Tampoco se opone a la investigación y uso de transgénicos siempre y cuando se haga en ambientes confinados y sin interacción con el medio ambiente. Por ello, no nos ponemos en contra de las aplicaciones médicas de los transgénicos, como puede ser por ejemplo la producción de insulina a partir de bacterias transgénicas”.
“Greenpeace sí se opone a la liberación de transgénicos al medio ambiente”, continúa, “porque los transgénicos, plantas, animales o microorganismos, son organismos vivos que pueden reproducirse, cruzarse y provocar daños inesperados e irreversibles en la biodiversidad y los ecosistemas”. Este es el argumento principal esgrimido por la organización desde hace más de una década.
“La seguridad a largo plazo de los alimentos transgénicos para los humanos y los animales sigue siendo desconocida”, comenta Luís, “y no existe un consenso científico sobre su seguridad, por lo que creemos que el principio de precaución se debe aplicar a todos los cultivos transgénicos.
Sin embargo, estas declaraciones contrastan con algunos de los estudios más recientes, los cuales implican a otros miles de análisis y más de dos décadas de investigación. Entre ellos, probablemente uno de los mejores ejemplos sea el estudio publicado a principios de febrero sobre el maíz transgénico. En él se mostraba que el uso de este organismo modificado implica un incremento en la producción y confirma la seguridad de su consumo.
Este no es el primer metaanálisis, una investigación que recoge y analiza decenas, cientos o miles de estudios al respecto de un tema, que concluye la seguridad del uso de los OGM para consumo. Dichos metanálisis han reflejado la evidencia científica sobre estos organismos tanto en alimentación humana como en alimentación animal. El resumen de todos ellos parece ser siempre el mismo: no existen razones para temer su uso alimentario.
Aún así, desde Greenpeace insisten en que existen asociaciones independientes de científicos que no confían en estos resultados. Entre ellas, Luís hace referencia a la European Network of Scientists for Social and Environmental Responsibility, o ENSSER, una organización sin ánimo de lucro cuyo papel, indican sobre sí mismos, es aportar la visión de un grupo independiente de científicos ante las nuevas tecnologías emergentes.
Esta organización, sin embargo, se posicionó rápidamente en el debate de los OGM con una clara visión restrictiva. El problema principal, indican los más críticos con la entidad, es que sus opiniones son solo eso, opiniones, sin base científica o que no atienden a la evidencia actual. Esto se observa, aseguran los detractores de la ENSSER, en la defensa que hacen de investigaciones que ya han mostrado ser incorrectas o fraudulentas, por lo que su opinión es también puesta en tela de juicio.
En concreto, la ENSSER ha sido acusada en otras ocasiones de defender algunas posiciones insostenibles científicamente, como el caso “Seralini”, que supuso la retractación de un paper clave en el que se enlazaba el cáncer con los OGM. Este estudio manifestaba diversas controversias y fallos de información.
El responsable de Greenpeace defiende la postura de la entidad: “Tenemos razones de sobra para seguir oponiéndonos y para seguir defendiendo la agricultura ecológica, la única solución de futuro”. Todo ello a pesar de que existe un número creciente de estudios que aseguran, cada vez con más firmeza, la seguridad en el consumo de los organismos modificados.
“Un producto transgénico que sale al mercado supera más pruebas que un producto no transgénico”, aclara Jose Miguel. “Cuando se comercializan sabemos sobre ellos, como mínimo, lo que sabemos sobre un producto no transgénico, si no más, por lo que podríamos encontrar el mismo supuesto problema de seguridad [a largo plazo] en un producto que no ha sido modificado genéticamente”.
¿Cuáles son su supuestos beneficios?
“El beneficio que puede tener un transgénico es que te permite generar nuevas variedades que por los métodos tradicionales son imposibles”, confirma Jose Miguel. “Lo más obvio es la tolerancia a herbicidas y defensa contra insectos”, continúa. Estos organismos permiten incrementar la producción al resultar más resistentes ante ataques de depredadores o sustancias potencialmente dañinas para la planta. “Esto ha sido útil para los agricultores, pero la tecnología llega mucho más lejos”.
“Ahora, por ejemplo, tenemos trigo apto para celíacos, tomates que pueden prevenir el cáncer, alimentos biofortificados… entonces las ventajas de estas nuevas variedades son mucho mejores que las de las variedades que teníamos antes”. Según nos cuenta el experto, dichos productos ayudarían a combatir la desnutrición o incluso el hambre en algunas zonas.
“Estas son algunas de las mejoras que podría llegar a utilizarse o que ya se están utilizando”. Por ejemplo, el arroz en su variedad golden riceestá preparado para combatir los déficits de vitamina A en Asia y otras zonas deprimidas. Aunque es justo decir que las primeras versiones no tienen los resultados esperados.
También existen otros tipos de arroces biofortificados para ayudar contra la desnutrición. Otros aspectos que ejemplifican bien su utilidad son las variedades modificadas para contar con una mayor productividad o resistir la sequía. Y estas son solo algunas de las aplicaciones, pues los resultados dependen de la creatividad y habilidad de los investigadores.
¿Podríamos resolver el hambre en el mundo?
Ya solo nos queda la última pregunta, la que articula todo el debate: ¿podríamos ponerle fin al hambre en el mundo gracias a los OGMs?. “Se puede decir que son una herramienta”, contesta el experto en biotecnología, al preguntarle si los OGMs son la respuesta contra la desnutrición. “El hambre en el mundo es algo que depende de otras cosas. Si tienes una producción eficiente de alimentos pero los distribuyes mal, por muchos transgénicos que tengas no vas a solucionarlo”.
“Los transgénicos no son la solución del hambre en el mundo”, coincide categórico Luís Ferreirim. “En el mundo hay alimentos suficientes para todas las personas. El 30% de los alimentos producidos terminan en la basura. Solo con esto tendríamos lo suficiente para alimentar a todas las personas que habitan la Tierra hoy día y los que podremos llegar a ser en 2050 sin intensificar más la agricultura y sin utilizar cultivos transgénicos”.
“Lo que sí es obvio es que renunciar a los transgénicos implica la imposibilidad de solucionar el hambre en el mundo”, opina contrariamente Mulet. “A día de hoy toda la carne que estamos comiendo en Europa se alimenta con maíz y soja transgénica. Si no los empleáramos, una de dos: o ya no tendríamos carne o el maíz y la soja subirían su precio de forma disparatada. En Europa podríamos permitírnoslo pero otras partes del mundo se quedarían sin estos vegetales”.
Según nos cuenta el doctor en Biotecnología, esto ya ha pasado con anterioridad. En concreto, Jose Miguel se refiere a la crisis de alimentos básicos ocurrida en México cuya falta de maíz, que prefería venderse para hacer biodiesel, aumentando su precio y, como consecuencia incrementando la hambruna en el país. Este efecto de demanda y precio de vegetales básicos es una respuesta que hemos visto otras veces en los sistemas económicos y, como bien dice el experto, no se puede solucionar, simplemente, con un mayor número de recursos gestados con ayuda de los OGMs.
El “gran” debate
A tenor de lo que hemos visto, con los beneficios y los perjuicios en cada una de nuestras manos ¿qué decidiríamos? ¿Existen suficientes pruebas para asegurar la inocuidad de los transgénicos en nuestra salud? Al menos cien nobeles firmaron en 2016 una carta donde pedían coherencia y criticaban la actitud de Greenpeace contra los transgénicos, catalogándola de inmoral.
Aunque no debemos caer en la falacia de autoridad, lo cierto es que este comunicado muestra una muestra radiográfica del debate. “Lo que es incoherente es que todo el debate se haya centrado en los transgénicos de uso agrícola”, apostilla al respecto. “Es decir, la gente que dice que no quiere transgénicos en el campo, jamás diría que no a los medicamentos que está utilizando y que son de origen transgénico”.
Pero volviendo al tema del hambre, desde Greenpeace nos transmiten una idea clara: “El hambre es una cuestión compleja relacionada con guerras, migraciones, conflictos y no se soluciona con los cultivos transgénicos. A esto hay que añadir que el 80% de la superficie agrícola mundial se destina a pastos para ganado y a producir piensos para estos animales, no a producir alimentos directos para los seres humanos. “Además, la inmensa mayoría de los cultivos transgénicos comercializados (cerca del 80%) actualmente se destinan a piensos para animales y biocombustibles”.
“Hay muchas evidencias de que, ante los retos a que nos enfrentamos en la actualidad (cambio climático, pérdida de biodiversidad, sobreexplotación de los recursos hídricos y su contaminación, erosión de los suelos, uso masivo de fertilizantes y plaguicidas, entre otros) es fundamental apostar por un modelo de agricultura distinto que permita producir alimentos sanos y suficientes para todas las personas, que respete los límites físicos del planeta y garantice la soberanía alimentaria”, concluye el responsable de Greenpeace.
Estas reflexiones nos plantean una última pregunta: ¿quiénes son, finalmente, los últimos en disfrutar los beneficios de esta tecnología? ¿Las empresas, los consumidores, los agricultores…? “Los principales beneficiados del aumento de producción van a ser los pequeños propietarios”, asegura Jose Miguel.
“Actualmente están cultivando más transgénicos en países en vías de desarrollo que en países desarrollados. Sí que es verdad que las grandes producciones de semillas están en manos de grandes industrias porque el proceso de autorización es extremadamente caro. También existe investigación de OGMs financiada con fondos públicos, es decir, que tenemos transgénicos comercializados que no dependen de ninguna gran compañía”.
“¿Quién compra estas semillas? Los que al final más están apostando por esta tecnología son pequeños y medianos propietarios. Porque quien tiene un terreno más pequeño depende más de la producción que alguien que tiene mucha tierra y le preocupa menos”. Con esta última reflexión, Jose Miguel se despide de nosotros dejando en el aire los últimos datos y la cuestión que todavía está todavía por resolver: ¿sería ético renunciar a una herramienta que podría ayudar a combatir el hambre en el mundo? ¿O sería más correcto proceder agarrados a un draconiano principio de precaución? Si estuviera en tu mano, ¿cuál sería tu decisión?
Fuente: xataka.com