Los blancos se hacen pruebas genéticas de ascendencia y no les gusta el resultado
Este sábado la ciudad de Charlottesville (Virginia) ha acaparado la atención por los fuertes enfrentamientos entre ultraderechistas que protestaron contra la demolición de la estatua de Robert E. Lee, un monumento confederado, y los activistas que salieron a las calles para hacer frente a los supremacistas blancos.
Sin embargo, las luchas raciales tienen algo de arbitrario. Estados Unidos, por ejemplo, es una nación de inmigrantes. A menos que seas índigena, los primeros barcos llegaron a Jamestown en 1607. Por otro lado, muchos de estos supremacistas blancos se hacen pruebas genéticas para comprobar su ascendencia… y se sorprenden con los resultados.
Ascendencias genéticas
Ya alcanzado el estatus de anécdota lo que le ocurrió hace poco al supremacista blanco Craig Cobb, cuando escuchó que su análisis genético revelaba que su ascendencia era sólo “86 por ciento europea y … 14 por ciento africana subsahariana”.
Como Cobb, muchos están decepcionados al descubrir que su ascendencia no es tan “blanca” como esperaban, y por ello se dedican a impugnar los resultados porque ¿cómo van a ser supremacistas blancos sin ser 100% blancos?
Para eclarecer qué opina la mayoría de estos personajes, se escrutaron los foros donde participan. Los autores de este estudio reclutaron a un equipo de la Universidad de California, Los Angeles, para buscar términos como “prueba de ADN”, “haplotipo” o “23andMe” en dichos foros. Aproximadamente un tercio de las personas que publicaron sus resultados estaban satisfechos con lo que encontraron. Muchos otros, sin embargo, no estaban de acuerdo con esos resultados.
La validez de las pruebas
Algunos supremacistas blancos rechazaron las pruebas enteramente, diciendo que el conocimiento de un individuo sobre su propia genealogía es mejor que cualquier prueba genética. Otros decían que esos resultados eran una conspiración judía. Otros que no importan tus genes, sino lo que piensas sobre tu raza. Algunos supremacistas más cultos, sin embargo, han tratado de cuestionar científicamente la validez de estas pruebas genéticas en términos de la certeza que aportan.
Los especialistas suelen estar de acuerdo con el hecho de que estas pruebas no son la última palabra. Los consumidores pueden estar utilizando categorías imprecisas al pensar en su propia ascendencia genética dentro de la extensa historia de la migración humana. Y los resultados de los ancestros de los usuarios pueden cambiar dependiendo del conjunto de datos al que se compara su material genético.
Con independencia de la seguridad de estas pruebas genéticas (¿a quién le importa realmente?), lo relevante es la reacción psicológica de los supremacistas blancos al descubrir que no son tan blancos como creían, así como la forma de gestionar esa revelación por parte de la comunidad a la que pertenecen. Por ejemplo, hubo a quienes se les dijo que podían seguir formando parte de grupos nacionalistas blancos, a pesar de sus ancestros impuros, siempre y cuando no se “aparearan” o sólo tuvieran hijos con ciertos grupos étnicos.
En otras palabras, incluso si las pruebas científicas fueran innegables, las personas pueden continuar esgrimiendo sus ideas más locas, absurdas o contrarias a la ciencia si están muy comprometidos psicológicamente con ellas. Es algo que hemos visto con ciertos credos religiosos, con los movimientos antivacunas, y ahora con los supremacistas blancos. Las cosmovisiones parecen refractarias a las pruebas empíricas. Porque a la mayoría de nosotros, sobre todo si formamos parte de grupos fuertemente unidos (sesgo endogrupal), nos importa menos la verdad que las mentiras que dan sentido a nuestros actos. Aunque esos actos sean estúpidos.
Fuente: xatakaciencia.com