Los biohackers están usando CRISPR en su propio ADN. ¿Es hora de regular?
CRISPR, una técnica barata y fácil para realizar cambios precisos en el ADN, ha hecho que los investigadores de todo el mundo corran para probar su uso en el tratamiento de una serie de enfermedades, como el cáncer.
La revolución de este procedimiento es tal que ya excede incluso a los laboratorios. El mes pasado, Josiah Zayner, un bioquímico que había trabajado para la NASA, se convirtió en la primera persona que se sabe que ha editado sus propios genes con CRISPR.
Edición a la carta
Durante una conferencia sobre ingeniería genética que se transmitió en vivo por Facebook, Zayner sacó un frasco y una jeringa y luego se la inyectó a él mismo. Ahora, siguiendo sus pasos, otros biohackers se están preparando para jugar con sus propios genes.
Lejos de los estrictos controles de la ciencia formal, esta autoexperimentación puede parecer peligrosamente imprudente. Pero si a las personas se les permite modificar su propio cuerpo a través de cirugía estética, tatuajes y otros procedimientos, ¿el genoma de una persona debería estar fuera de los límites?
El experimento de Zayner estaba destinado a aumentar su fuerza mediante la eliminación del gen de la miostatina, que regula el crecimiento muscular. Un experimento similar de 2015 mostró que esto funciona en perros cuyos genomas fueron editados en la etapa embrionaria.
Robin Lovell-Badge, un destacado investigador de CRISPR en el Francis Crick Institute de Londres, ha señañado que el experimento de Zayner fue «estúpido» y que podría tener consecuencias no deseadas, como daño tisular, muerte celular o una respuesta inmune que ataque sus propios músculos.
Lejos de consieraciones técnicas o morales, parece que esta técnica podría ser relativamente segura a largo plazo. ¿Será hora de regular su uso para que determinadas personas eviten convertirse en seres superiores? ¿Qué argumentos podemos verter para regular algo así cuando no regulamos acudir al gimnasio, por ejemplo?
Se aproximan tiempos interesantes, y las cuestiones a las que deberemos enfrentarnos requerirará de un debate público informado y enriquecedor. Porque, se regule o no, estamos convencidos de que los biohackers continuarán tuneando sus cuerpos hasta límites que, hace bien poco, correspondían solo al ámbito de la ciencia ficción.
Fuente: xatakaciencia.com