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¡Larga vida al móvil reciclable y reparable!

¿Y si los teléfonos móviles estuvieran hechos para durar? ¿Y si pudiéramos desmontarlos o cambiar sus componentes, sin necesidad de varitas mágicas? ¿Y si tuviéramos garantías de que los minerales usados proceden de zonas libres de conflicto y no han sido extraídos en condiciones de esclavitud? ¿Y si encima fueran reciclables?

Tarde o temprano, todas las compañías electrónicas tendrán que responder a las cuatro fatídicas preguntas. De momento, los móviles están diseñados para durar unos 18 meses (obsolescencia programada), para desafiar la inteligencia de los usuarios (repararlos es un calvario) y para propiciar una nueva carrera desbocada por los recursos, por no hablar de los 65 millones de toneladas de e-waste que se generarán este año, o de la explotación humana en las minas del Congo.

La Guía de la Electrónica Verde de Greenpeace lleva más de una década pasando revista a uno de los sectores que más resiste a entrar en la dinámica de las tres “R” (reducir, reutilizar, reciclar). En su última entrega, la organización ecologista va más allá y hace un llamamiento colectivo al sector tecnológico: la verdadera “innovación” consiste en avanzar hacia la “producción circular”, en cerrar los ciclos y en reaprovechar los “residuos” (que en este caso son auténticos tesoros, como el oro, el tungsteno o el tantalio).

Era de esperar: el ránking mundial de 17 compañías de Greenpeace lo encabeza este año Fairphone, la empresa social fundada en 2013 por el holandés Ban Van Abel y un grupo internacional de entusiastas (entre ellos, el mallorquín Miquel Ballester). El embrión de Fairphone fue realmente una campaña sobre la necesidad de un “teléfono ético, inteligente y duradero”. Sus impulsores no tardaron en darse cuenta de que el emprendimiento es el mejor aliado del activismo…

“Llegamos a la conclusión de que la mejor manera de influir en la industria era formando parte de ella e intentando inspirarla desde dentro”, advierte Fabian Hühne, portavoz de Fairphone. “Nuestro objetivo es precisamente que otras compañías nos copien, que ahorren recursos y que diseñen productos duraderos. Nosotros solos no vamos a poder resolver los grandes problemas generados por la industria de la electrónica: necesitamos que otros se suban a bordo”.

De momento, la compañía ha abierto brecha con 140.000 unidades vendidas de Fairphone 1 y Fairphone 2. Se estima que un teléfono “modular” (las partes pueden quitarse o ponerse fácilmente) ahorra hasta el 30% de emisiones de gases invernadero a lo largo de su ciclo de vida. Cambiar la batería o la pantalla es pan comido en comparación con un teléfono convencional. La web especializada iFixit concedió al Fairphone 2 una nota ejemplar de 10 por su “reparabilidad”.

“Cuando se trata de cambiar las pautas de la industria, los consumidores tienen un gran poder”, asegura Miquel Ballester, al frente de estrategia de producto y de eficiencia de recursos de Fairphone. “La gente debería apoyar a las marcas que lo están haciendo bien y reclamar a sus compañías favoritas de electrónica que hagan sus productos más sostenibles”.

“Estamos al principio de un largo viaje para lograr que la industria electrónica sea más verde y esperamos realmente que informes como el de Greenpeace sirvan para abrir oportunidades de colaboración, y no de competencia”, asegura Miquel Ballester, que destaca las virtudes del diseño modular, la facilidad de autoreparación y la reciclabilidad del Fairphone al final de su vida.

“Para nosotros, la economía circular es inseparable de las cuestiones sociales”, advierte por su parte Fabian Hühne. “Lograr los materiales justos, de zonas libres de conflicto y en unas condiciones dignas de trabajo es esencial. Como lo es también una transparencia en la cadena de suministro”.

De las 17 compañías evaluadas por Greenpeace, sólo seis publican una lista básica de suministradores. La obsolescencia programada sigue estando por desgracia en el ADN de los gigantes de la electrónica, que dan la espalda a la bola de nieve de los residuos: tan sólo el 16% de e-waste se recicla.

Hasta hace poco, el uso de plástico reciclado era el único brote verde en la cadena de producción. Fairphone ha marcado de nuevo el norte con el uso de tungsteno reciclado, y Apple se ha comprometido a cerrar los ciclos de varios materiales, empezando por el estaño y el aluminio. Pese a puntuar con una “C” en el capítulo de uso de recursos, Apple lleva la delantera por su compromiso de usar energías renovables.

Dell y HP puntúan también relativamente alto (salvo en el uso de productos químicos). Sony y Google se mueven en la zona intermedia y Amazon (una de las compañías menos transparentes sobre su impacto ambiental) figura en el furgón de cola de la guía de Greenpeace, junto a Samsung y los productores chinos de smartphones, como Huawei, Oppo y Xiaomi.

“El sector tecnológico ha cambiado el mundo de una manera asombrosa”, concluye el informe de Greenpeace. “Sin embargo, el modelo de negocio que subsiste bajo la fabricación de estos productos está estancado en el pasado, depende de un sistema lineal de producción y requiere un consumo constante, sacrificando la salud de los trabajadores y el impacto ambiental para disminuir los costes. No es un modelo sostenible”.

Fuente: elmundo.es