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La peligrosa moda de capturar carbono en lugar de reducir emisiones

Empresas y gobiernos están apostándolo todo a eliminar CO2 con árboles, cuya eficacia está en entredicho, o con tecnologías inmaduras y arriesgadas, en vez de invertir en renovables y otras vías para limitar la producción de gases de efecto invernadero, que es lo que de verdad hace falta para frenar la emergencia climática

En febrero, el gigante petrolero Shell anunció un escenario en el que el mundo sería capaz de limitar el calentamiento global a 1,5 °C hasta 2100, aunque el gas natural, el petróleo y el carbón seguirían generando una gran parte de la energía mundial.

Entre otras cosas, la estimación de Shell implica una rápida instalación de sistemas de captura de carbono en las centrales eléctricas, una mayor producción de nuevas máquinas capaces de absorber el dióxido de carbono directamente del aire y la plantación de suficientes árboles para cubrir terrenos casi del tamaño de Brasil con la esperanza de absorber miles de millones de toneladas de gases de efecto invernadero.

Este plan refleja claramente los propios intereses de la empresa, pero las enormes ambiciones de Shell para la eliminación de carbono no son nada raras. Un creciente número de empresas está estableciendo programas para crear o intercambiar compensaciones de carbono mediante plantación de árboles gestión del suelo y otros medios para supuestamente equilibrar las emisiones en otros lugares. Mientras tanto, numerosas corporaciones y países anuncian planes de “cero emisiones netas” basadas en estos programas, con start-ups de eliminación de carbono que proliferan rápidamente en primera posición de sus presentaciones para inversores unas proyecciones que algunos consideran demasiado optimistas.

Ese jaleo, las noticias y el bombo crean la percepción de que la eliminación de carbono será barata, simple, escalable y confiable, pero nada más lejos de la realidad.

“Este tema se está volviendo muy visible y mucha gente se está sumando, pero hay bastantes disparates. Eso crea confusión y también distrae la atención del conjunto de las acciones inmediatas y rentables necesarias para reducir las emisiones”, opina el científico del clima de la Universidad de Harvard (EE. UU.) David Keith, que en 2009 fundó Carbon Engineering, una de las primeras start-ups que intenta comercializar la llamada tecnología de captura directa de aire.

Expectativas imposibles

Las emisiones globales siguen creciendo, aumentando las temperaturas y provocando olas de calor, incendios y sequías cada vez más extremos. Como el dióxido de carbono persiste durante cientos o miles de años en la atmósfera, existe poca controversia científica sobre la necesidad de eliminar cantidades masivas para evitar los niveles de calentamiento realmente peligrosos o para que el planeta vuelva a tener un clima más seguro.

La pregunta es cuánto. Para mantener el calentamiento global en 1,5 °C varios modelos científicos han calculado entre las 1.300 millones de toneladas al año a las 29.000 millones de toneladas hasta mediados de este siglo. Un informe de la ONU de 2017 estimó que, para evitar que el planeta se caliente más de 2 ˚C, se requerirá retirar 10.000 millones de toneladas anuales hasta 2050 y 20.000 millones hasta 2100.

(Un artículo publicado en junio en Nature Climate Change lo complicó todo aún más al señalar que eliminar toneladas de dióxido de carbono de la atmósfera para reducir el calentamiento podría no ser tan efectivo como se esperaba, porque la cambiante química atmosférica podría, a su vez, afectar a la rapidez con la que el suelo y los océanos liberan su CO2.)

Diez mil millones de toneladas es una cifra enorme, casi el doble de las actuales emisiones de carbono anuales de Estados Unidos. Y las opciones para capturar carbono a gran escala son limitadas. Destacan la captura directa de aire, el uso de varios minerales que se unen con el CO2, los esfuerzos de reforestación y lo que se conoce como bioenergía con captura y almacenamiento de carbono (utilizar cultivos como combustible, pero capturando las emisiones liberadas cuando se queman).

Ninguna de estas opciones se puede escalar fácilmente. La captura directa de aire sigue siendo prohibitivamente cara y consume mucha energía. Usar cultivos como combustible significa ocupar el terreno que tenía otros usos, como cultivar alimentos para una población en aumento.

Sin embargo, de repente, muchos países y empresas parecen confíar cada vez más, abierta o implícitamente, en las grandes cantidades de eliminación de carbono en sus planes de cero emisiones netas, como las empresas de petróleo y gas Eni y Shell, así como Amazon, Apple, Unilever y United.

Las empresas de capital de riesgo están invirtiendo decenas de millones de euros en start-ups en etapa inicial que prometen utilizar distintas máquinas, minerales y microbios para extraer CO2, y en aquellas que pretenden verificar y certificar que toda la eliminación realmente sucede.

“Se está viendo a mucha gente haciendo grandes promesas, y no saben muy bien cómo cumplirlas”, afirma el director del Centro de Emisiones Negativas de Carbono de la Universidad Estatal de Arizona (EE. UU.), Klaus Lackner, quien fue pionero en el concepto de la captura directa de aire.

El director ejecutivo de Carbon Direct, Jonathan Goldberg, que asesora a las empresas que buscan alcanzar los objetivos de cero emisiones netas, asegura que las demandas corporativas de eliminar toneladas de carbono de alta calidad superan “en órdenes de magnitud” la oferta de opciones fiables actualmente. Y existe una gran brecha entre lo que están dispuestos a pagar por tonelada y el coste actual de esas opciones fiables tan limitadas, agrega Goldberg.

Todo esto deja al mundo frente a un enigma fundamental. Por un lado, invertir más dinero en eliminar carbono ayudará a escalar las tecnologías que se necesitarán en el futuro y a reducir sus costes. Por otro, el creciente entusiasmo en torno a estas tecnologías podría fomentar unas expectativas poco realistas sobre cuánto podemos confiar en la eliminación de carbono y, por lo tanto, cuánto pueden seguir emitiendo los países y las corporaciones durante las próximas décadas tan cruciales. También es probable que las demandas del mercado dirijan la atención hacia las soluciones más baratas, pero no tan fiables ni duraderas.

Bosque para los árboles

Un artículo publicado en la revista Science en 2019 afirmó que había espacio para añadir casi 1.000 millones de hectáreas de árboles en todo el mundo, lo suficiente para reducir más de 200.000 millones de toneladas de carbono. Los autores lo describieron como “una de las soluciones de reducción de carbono más efectivas hasta la fecha”. La reforestación a gran escala también ofrece numerosos beneficios adicionales, como la protección de la biodiversidad, la mejora del suelo y el suministro de valiosos recursos a las poblaciones locales.

Pero varios investigadores han criticado rotundamente ese artículo por sobrestimar la capacidad de eliminación de carbono de esos árboles, por subestimar los desafíos por los usos competitivos del suelo y por incluir áreas que no son particularmente adecuadas para el cultivo y el mantenimiento de los bosques.

Resulta bastante simple decir, como lo hizo Shell, que podemos plantar árboles en terrenos de tamaño de Brasil. Pero en los lugares donde se plantarían esos árboles viven personas. Y las poblaciones de todo el mundo tienen planes muy diferentes para sus tierras, que incluyen la vivienda, agricultura, pastoreo de ganado, minería, parques eólicos, plantas solares, etcéterea. En particular, el escenario del gigante petrolero abogaba por plantar árboles en la escala de la quinta nación más grande del mundo al mismo tiempo que pedía un enorme aumento en la producción de biocombustibles, que también requerirá inmensas cantidades de terreno.

También hemos visto en repetidas ocasiones que los sistemas que las personas crean para incentivar la plantación o la preservación de árboles a menudo sobrestiman los ahorros de carbono o proporcionan créditos de carbono para bosques que en realidad no estaban en riesgo de ser talados.

“La cuestionable, confusa y, a menudo, descaradamente falsa estimación de carbono parece descontrolada”, escribió la investigadora especialista en compensaciones de la Universidad de Arizona Lauren Gifford, en una evaluación de los programas forestales de carbono publicada el año pasado en Climatic Change.

Además, los árboles se caen y se pudren de forma natural, lo que libera el dióxido de carbono de nuevo a la atmósfera. Y el cambio climático en sí mismo está provocando cada vez más que los bosques sean susceptibles a incendios, insectos y sequías. Por eso, para lograr un progreso real desde el punto de vista climático, no solo tenemos que plantar miles de millones de árboles. Debemos plantar y mantener miles de millones más que los miles de millones que se secan, se queman o se talan cada año.

Pero una de las cosas clave que enreda el debate actual sobre la eliminación de carbono es la idea de que los árboles y otros enfoques naturales son tan fiables y duraderos como las opciones técnicas de un mayor coste, resalta Keith.

Las compensaciones forestales, que representan emisiones absorbidas del aire por los árboles o no liberadas porque los bosques que podrían haber sido talados se preservan, cuestan entre 4,21 a 12,63 euros la tonelada. Mientras tanto, la empresa de pagos online Stripe, que creó un programa para ayudar a aumentar la eliminación de carbono, acordó pagar a Climeworks, con sede en Suiza, 652,5 euros por tonelada para eliminar CO2 con su tecnología de captura directa de aire.

Obviamente, dada la diferencia de precio, la mayoría de las empresas centradas en el resultado final optarán por la primera opción. Pero no están comprando lo mismo: mientras los árboles se mueren y liberan su CO2, el dióxido de carbono que captura Climeworks se convierte en minerales y se almacena bajo tierra.

Lackner señala que el precio real de la eliminación de carbono a través de los bosques sería significativamente más alto si los propietarios se vieran obligados a asumir los costes continuos de controlar los niveles de carbono y la responsabilidad por la eliminación adicional de carbono en caso de que sus árboles se mueran.

No podemos permitir que la eliminación de carbono basada en la naturaleza establezca el precio de mercado, porque hemos comprobado que no son fiables por muchas razones, no son permanentes y, muy a menudo, no van más allá de lo que hubiera sucedido en ausencia de tales sistemas, opina el investigador del Centro de Medio Ambiente de la Universidad de Lancaster (Reino Unido) Duncan McLaren.

Eso está creando “un discurso que hace que las cero emisiones netas parezcan una cosa relativamente fácil de conseguir a un precio relativamente bajo”, subraya.

Separar objetivos

Entonces, ¿cómo podemos lograr el equilibrio adecuado, usando la eliminación de carbono para reducir los crecientes peligros del cambio climático sin permitir que se convierta en una distracción de la prioridad mayor de reducir las emisiones?

Como mínimo, los legisladores de todo el mundo no deberían permitir que los elevados objetivos corporativos de cero emisiones netas y el ajetreo sobre la eliminación de carbono reduzcan la presión de las agresivas leyes y regulaciones climáticas que exigen recortes de las emisiones o incentivan un cambio hacia tecnologías más limpias.

“Se está creando el riesgo de que las empresas de combustibles fósiles y otras utilicen la eliminación de carbono como una manera pensada para no cambiar sus modelos de negocio, siempre que no exista un plan general para acabar con los combustibles fósiles”, afirma la profesora asistente en el Departamento de Medio Ambiente y Sostenibilidad de la Universidad de Búfalo (EE. UU.) Holly Buck.

Algunos argumentan que los gobiernos también deberían crear objetivos separados para garantizar que la eliminación de carbono (a veces llamada “emisiones negativas”) no cuente para los objetivos de la reducción de las emisiones.

“Al no hacer tal separación ya se ha obstaculizado la política climática, exagerando la esperada contribución futura de las emisiones negativas en los modelos climáticos, al tiempo que oscurece el alcance y el ritmo de la inversión necesaria para generar las emisiones negativas”, argumentaron en 2019 McLaren y otros en Frontiers in Climate.

Suecia hizo una versión de este modelo, estableciendo el objetivo de reducir las emisiones hasta 2045 en al menos un 85 % por debajo de los niveles de 1990 y confiando en gran medida en la eliminación de carbono. La Unión Europea incluyó una disposición similar dentro de la propuesta de Ley del Clima Europea, que limita el papel de la eliminación de carbono a 225 millones de toneladas, o un poco más de dos puntos porcentuales del objetivo general: la reducción del 55 % en las emisiones para 2030.

“Ahora se ha definido de forma rígida que la inmensa mayoría de los esfuerzos de mitigación de la UE se deberán realizar reduciendo las emisiones, y la eliminación de carbono ayudará como un esfuerzo adicional”, escribieron los expertos de la Fundación ClimateWorks Frances Wang y Mark Preston Aragonès.

Etapa temprana y alto riesgo

La profesora de ingeniería de recursos energéticos de la Universidad de Stanford (EE. UU.) Sally Benson señala que el dinero que fluye en la actualidad hacia las start-ups de eliminación de carbono le parece muy similar al de las tecnologías limpias en la década de 2000, cuando las inversiones se dirigían a las tecnologías en una etapa muy temprana y de alto riesgo.

Muchas de esas inversiones no dieron un buen resultado, ya que las empresas que desarrollaban biocombustibles avanzados y materiales solares alternativos fracasaron en el mercado. En un correo electrónico afirma: “Me preocupa un poco que ese sea el punto en el que estamos con las tecnologías de eliminación de carbono. Algunas de las que están más maduras y tienen más probabilidades de tener éxito y marcar una diferencia material, como BECCS [bioenergía con captura y almacenamiento de carbono], están recibiendo mucha menos atención que tecnologías menos maduras como la captura directa de aire y la mineralización”.

Pero resalta que es probable que estas sean las tecnologías cruciales en el futuro, y que “por algún lado tenemos que empezar”.

Cree que deberíamos pasar la próxima década haciendo lo que sabemos que funciona: limpiar el sector eléctrico, cambiarnos a los vehículos eléctricos y descarbonizar la calefacción, al mismo tiempo que aumentamos significativamente las inversiones en investigación y desarrollo de las tecnologías de eliminación de carbono. Y concluye: “Luego ya veríamos qué papel podrían tener”.

Fuente: technologyreview.es