La ciencia del cannabis supera el estancamiento político

Mientras aquí seguimos debatiendo si la planta es “buena” o “mala”, el resto del mundo ya entiende que el cannabis no es una moda

Mientras el mundo acelera, México sigue atorado en discusiones políticas que ya no tienen sustento. En 2025, investigadores publicaron más de 4,000 estudios científicos sobre cannabis, consolidando una tendencia que viene creciendo de forma imparable desde hace una década. La ciencia avanza sin pedir permiso; la regulación mexicana, en cambio, parece diseñada para no moverse.

Lo inquietante es que, aun con trabas regulatorias en distintas regiones del mundo y con Estados Unidos evaluando ajustes en la clasificación federal de la planta, la comunidad científica no ha dejado de investigar, descubrir y medir los beneficios, riesgos y aplicaciones del cannabis. La ciencia sigue su curso, aunque la política se entretenga en su propia burocracia.

Los investigadores no están esperando a que los gobiernos se pongan de acuerdo. Cada estudio que se publica sobre salud mental, dolor crónico, adicciones, neuroprotección, inflamación, enfermedades degenerativas o incluso propiedades industriales es un recordatorio de lo atrasados que estamos como país.

Mientras aquí seguimos debatiendo si la planta es “buena” o “mala”, el resto del mundo ya entiende que el cannabis no es una moda: es un sector estratégico de salud, innovación y economía. Y la evidencia acumulada lo prueba.

Los estudios recientes muestran avances en áreas donde México tiene urgencias reales:

Ansiedad, depresión y trastornos del sueño. El cannabis medicinal ha demostrado mejorar síntomas en pacientes que no responden a tratamientos convencionales.

Dolor crónico. En varios países, la disponibilidad de cannabis medicinal se asocia con una reducción de prescripción de opioides y sus riesgos.

Enfermedades neurodegenerativas. Algunos cannabinoides tienen potencial neuroprotector, abriendo puertas para investigar Parkinson, Alzheimer o epilepsias resistentes.

Inflamación y trastornos autoinmunes. Los nuevos estudios sobre cannabinoides menores muestran efectos antiinflamatorios relevantes.

Reducción de daño. Cada vez es más claro que el cannabis puede desplazar sustancias más agresivas, como el alcohol o analgésicos altamente adictivos.

Esto no significa que sea una cura milagrosa. Significa que hay evidencia suficiente para permitir investigación clínica seria en México, algo que hoy sigue atorado por permisos, omisiones y miedo político.

El cannabis no solo es un tema de salud: es un motor económico. México tiene condiciones agrícolas para ser protagonista global. Pero sin regulación clara y sin incentivos para investigación y desarrollo, la industria se queda en manos de otros países.

Mientras vemos cómo Canadá, Alemania, Suiza, Israel o Colombia avanzan en innovación farmacéutica y biotecnológica, aquí seguimos discutiendo si se debe permitir “sembrar una plantita”. La diferencia entre países competitivos y rezagados empieza por algo básico: permitir que los científicos trabajen.

Si México quiere aprovechar su verdadero potencial, necesita una regulación enfocada en tres ejes: facilitar la investigación clínica y preclínica para liberar a la ciencia nacional de las ataduras burocráticas; construir un marco regulatorio completo que deje atrás las medias tintas y coordine salud, industria, comercio y campo bajo una misma ruta; y reconocer, sin prejuicios, el valor económico y medicinal del cannabis, porque lo que ya está probado no requiere ideología, sino implementación. El país tiene clima, tierra, universidades e industria para ser líder mundial; lo único que falta es decisión.

La evidencia está ahí. Más de 4 000 estudios en un año no son casualidad. Son una señal clara de que el cannabis es un sector que avanza con o sin nosotros. Y si no actuamos pronto, la verdadera pregunta no será si debemos regular, sino si todavía tendremos espacio cuando lo queramos hacer.

Fuente: forbes.com.mx

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