La ‘app’ de rastreo de Reino Unido: crónica de un fracaso anunciado
Tras meses de anuncios grandilocuentes y peleas con Apple y Google, el Gobierno británico ha renunciado a su aplicación centralizada de rastreo de contactos de coronavirus para optar por otra descentralizada que encargó en secreto. El resultado: una pérdida de tiempo, dinero y confianza en los sistemas de rastreo automatizados
Ser uno de los mayores sistemas públicos de atención médica del mundo tiene ventajas. Para el Servicio Nacional de Salud de Reino Unido (NHS), el big data es cada vez más una de esas ventajas. Su Ensayo sobre la Recuperación, lanzado al principio de la pandemia de coronavirus (COVID-19) para reunir la información de todo el sistema, ha llevado al descubrimiento de la dexametasona como uno de los tratamientos más prometedores para salvar vidas.
En otras áreas médicas, su base de datos sobre el cáncer, que ya tiene casi una década, representa una de las fuentes de datos clínicos más completas del mundo para la investigación oncológica.
Por eso, cuando los ministros de Reino Unido propusieron lanzar una aplicación de teléfonos inteligentes para el rastreo automático de contactos, a nadie le sorprendió que los responsables del NHS vieran la oportunidad de crear una tecnología líder en el mundo.
Pero el pasado jueves, el Gobierno británico anunció que iba a abandonar su plan original a favor de una opción mucho más simple. La noticia generó una oleada de críticas e ira, y dejó a muchas personas preocupadas ante la idea de la tecnología de rastreo de contactos en general. ¿Qué pasó?
‘Big data’, grandes ideas
El rastreo digital de contactos (las notificaciones de un teléfono a otro que pueden alertar a los usuarios de la posible exposición a la enfermedad) es una tecnología nueva, y la utilidad de dichas aplicaciones para ayudar a los esfuerzos de rastreo todavía no se ha comprobado. Pero, si la aplicación también pudiera recoger información para ayudar a rastrear el virus de otras maneras (buscando patrones en la forma en la que se propaga el contagio, identificando grupos, encontrando los brotes con más antelación o incluso añadiendo datos demográficos y de otro tipo), entonces su potencial se podría aumentar drásticamente.
Esto es lo que motivó a los directivos y desarrolladores del NHS a abogar por un modelo centralizado para su aplicación. Creían que este enfoque podía reunir la información recogida sobre los contactos en una base de datos protegida, con la posibilidad de anonimizarlos para que las personas pudieran recibir alertas si entraban en contacto con alguien que presentaba síntomas del coronavirus o había recibido un resultado positivo en la prueba de diagnóstico.
El modelo centralizado permitiría analizar los datos mucho más que los sistemas descentralizados, que ofrecen a los usuarios las notificaciones sobre la exposición, pero no permiten a los funcionarios tanto acceso a los datos. Esos modelos, como el propuesto por Google y Apple que ahora será el utilizado por el NHS, son mucho menos invasivos en cuanto la privacidad. Se espera que esas protecciones de privacidad aumenten la confianza en la aplicación, lo que llevaría a que un mayor número de usuarios la utilizan.
Hubo más factores que motivaron a Reino Unido a desarrollar una aplicación centralizada: su limitado sistema de realización de test de diagnóstico y su número relativamente pequeño de rastreadores humanos de contacto significaban que el sistema podría saturarse rápidamente si se notificaba cada posible caso positivo, mientras que un modelo centralizado basado en casos confirmados en lugar de los sospechosos estaba más en línea con sus capacidades.
Mientras tanto, los responsables buscaban la gloria (e incluso medallas), y los ministros se centraron en lanzar una aplicación «de renombre mundial», en vez de limitarse a una que simplemente funcionara, para poder reclamar su victoria en el escenario universal. El impulso hacia un sistema centralizado se volvió imparable, y los desafíos de crearlo se dejaron de lado.
Problemas técnicos y caos organizativo
Entre los muchos obstáculos técnicos estaba el rendimiento de Bluetooth. Casi todas las aplicaciones de rastreo de contactos dependen de la presencia de la tecnología en un teléfono para rastrear quién ha estado cerca de quién. En teoría, si se ejecuta constantemente, podría ser muy preciso, proporcionando resultados fiables sin inundar el sistema de atención médica con falsos positivos que socavarían la confianza, con miles de test adicionales y que obligaría a las personas a autoaislarse innecesariamente. Pero en la práctica, conseguir resultados precisos con Bluetooth resulta difícil, y mejorar su calidad ha requerido un importante trabajo adicional de los diseñadores de aplicaciones en todo el mundo.
Estos sistemas se están ajustando y mejorando, pero el enfoque inicial de Reino Unido también ignoró otro hecho importante: Apple y Google tenían una política ya existente para proteger la privacidad de los usuarios al bloquear específicamente las apps para evitar escaneos de Bluetooth constantes y enviar los datos a otro lugar, y no quisieron cambiar esa política para las aplicaciones del coronavirus. En cambio, estos gigantes tecnológicos estaban creando su propio kit de herramientas para ayudar a las aplicaciones descentralizadas a llevar a cabo algo parecido, sin entregar los datos de los usuarios a una autoridad central.
Reino Unido intentó convencer a los gigantes de la tecnología de que hicieran una excepción. También pudieron haber creado una aplicación que eludiera específicamente las protecciones diseñadas por Apple y Google.
El progreso en la aplicación de Reino Unido en realidad iba mejor de lo que algunos escépticos esperaban: los desarrolladores encontraron trucos que ayudaban a que funcionara de alguna manera, al menos en los teléfonos Android. Pero «de alguna manera» no es lo suficientemente bueno para una herramienta destinada a un uso generalizado durante la crisis sanitaria global.
Hace más de un mes, el Gobierno del Reino Unido encargó en secreto a un equipo que empezara a desarrollar una segunda aplicación que utilizara el modelo descentralizado. Los dos sistemas rivales se desarrollaban conjuntamente, con un importante coste.
Esto coincidió con una caótica serie de reorganizaciones en la alta dirección de los esfuerzos más amplios de rastreo y localización de Reino Unido. Llegaron nuevos jefes y se cambiaron las agencias responsables de diferentes partes del esfuerzo, todo lo cual confundió y desconectó al programa de rastreo más amplio: en varios puntos, los guiones dados a los rastreadores de contacto ni siquiera coincidían con los de las aplicaciones.
La semana pasada, el Gobierno hizo público lo que ya era evidente: Reino Unido abandonaba su aplicación centralizada y adoptaba la descentralizada. Se había adjudicado silenciosamente el contrato operativo una semana antes.
Reino Unido ya no intenta hacer algo «de renombre mundial»: el objetivo actual es producir una aplicación con una funcionalidad similar a la que intentan llegar otros países. Dados sus retrasos y teniendo en cuenta el hecho de que otros países han tenido un éxito mixto con sus propias aplicaciones de rastreo descentralizadas, no se sabe si el nuevo sistema tendrá algo más que un papel periférico en la respuesta de Reino Unido al coronavirus.
Errores caros y confusos
Entonces, ¿qué podemos aprender de todo esto? Primero, la cobertura mediática de los esfuerzos de Reino Unido a menudo se ha confundido, lo que a su vez enturbia los intentos de comprender qué salió mal. Múltiples noticias han asegurado que Reino Unido ahora usará una «aplicación» desarrollada por Google y Apple, confundiendo las herramientas para desarrolladores con una aplicación completamente desarrollada y, por lo tanto, sin mencionar que Reino Unido ya tiene su propia aplicación descentralizada en marcha.
Las redes sociales se han dedicado más al papel del principal jefe muy divisivo del primer ministro, Dominic Cummings, que tiene un gran interés en el uso de datos en la política después de haberlo hecho para diseñar con éxito la pro-Brexit campaña Vote Leave.
Varios tuits virales afirman que el enfoque de Reino Unido no fue más que un afán corporativo para obtener datos, mientras que las personas cercanas al desarrollo real de la aplicación aseguran que fue un intento sincero de utilizar el sólido historial del NHS en datos para que la aplicación sea más útil.
Otros críticos ven el fracaso de la aplicación centralizada como un choque entre el Gobierno de Reino Unido y los gigantes tecnológicos, que ganaron los segundos. Tales enfrentamientos están por venir, pero no se sabe claramente si este ha sido uno de ellos. Reino Unido no hizo ningún esfuerzo para obligar legalmente a Google o Apple a actuar: les pidió que suavizaran voluntariamente sus protecciones de privacidad. Los gigantes tecnológicos, al ver a muchos otros países contentos por haber adoptado un enfoque descentralizado, decidieron mantener su posición. Reino Unido finalmente decidió que la lucha no valía la pena.
Estos problemas son específicos de la situación de Reino Unido, lo que dificulta sacar mayores conclusiones de los errores concretos del enfoque del NHS. Pero todavía hay lecciones que se pueden aprender de este fracaso, aunque resultan más comunes.
Primero, el equipo se centró en las posibles ventajas de la aplicación centralizada y desde el principio desatendió los desafíos adicionales que suponía. Las preocupaciones externas, muchas de ellas transmitidas públicamente, fueron ignoradas. El proyecto luego fue gestionado de forma caótica y se convirtió en objeto de enfrentamientos burocráticos. El resultado fue un gasto excesivo, un esfuerzo inútil y, lo que es peor, una pérdida de tiempo.
Los problemas por la indecisión y por el error son extremadamente grandes, especialmente dado que Gran Bretaña es uno de los países más afectados del mundo, con más de 40.000 muertes por COVID-19 confirmadas hasta ahora. La idea del plan original pudo ser un golpe contra el rastreo digital de contactos en general o no, pero está claro que la falta de comunicación cuidadosa y directa por parte de las autoridades de Reino Unido ha dañado el potencial de cualquier tecnología que ahora se implemente.
El único consuelo es que existe una alternativa, y eso significa que no se trata del fracaso total, que pudo haber sido. El Gobierno pudo haber decidido seguir con su problemático prototipo parcialmente utilizable y lanzarlo a toda la nación a pesar de los numerosos obstáculos y preocupaciones. Pero el NHS vio hacia dónde se dirigía la situación y comenzó a desarrollar un plan B. No trató de implementar la aplicación centralizada a nivel nacional cuando demostró un mal resultado en sus pruebas.
Los actuales titulares, de manera predecible y merecida, son terribles para el Gobierno de Reino Unido. Pero también es cierto que las cosas podrían haber salido mucho peor.
Fuente: technologyreview.es