La última actualización de la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) revela que varias especies de cultivo y de delfines están amenazadas por el sistema de alimentación humano no sostenible. Asimismo, indica que la creciente sequía está empujando a la zarigüeya de cola anillada al borde de la extinción.
«Los ecosistemas sanos y ricos en especies son fundamentales para mantener nuestra capacidad para alimentar a la creciente población mundial y alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible de la ONU: poner fin al hambre para 2030», señala la directora general de la UICN, Inger Andersen.
«Las especies de cultivos silvestres, por ejemplo, mantienen la diversidad genética de los cultivos agrícolas que pueden adaptarse a un clima cambiante y garantizar la seguridad alimentaria y nutricional. La última actualización de la Lista Roja de la UICN enciende la alarma sobre su declive y enfatiza la urgencia de abordarlo, por el bien de nuestro propio futuro», añade.
Además, tres especies de reptiles que se encuentran solo en una isla australiana –el eslizón cola de látigo de la isla de Navidad, el eslizón de cola azul (Cryptoblepharus egeriae) y la lagartija de Lister– se han extinguido. Las buenas noticias llegan desde Nueva Zelanda, donde los esfuerzos de conservación han mejorado la situación de dos especies de kiwi.
Los datos ofrecidos por la UICN resaltan que la agricultura y la urbanización no sostenibles amenazan especies de cultivos silvestres. De esta forma, han sido evaluadas 26 especies de trigo silvestre, 25 especies de arroz silvestre y 44 especies de ñame, muchas de ellas por primera vez. En total, tres especies de arroz silvestre, dos de trigo silvestre y 17 de ñame silvestre están amenazadas. La deforestación y la expansión urbana junto con las presiones de la agricultura intensiva –en particular el pastoreo excesivo y el uso extensivo de herbicidas–, constituyen las principales amenazas para estas especies.
“Las variedades de cultivos modernos cruzados con parientes silvestres de cultivos añaden la diversidad genética necesaria, mejorando la resistencia a la sequía, las enfermedades y las plagas, todo lo cual es probable que se convierta en un problema creciente en un clima cambiante”, explican desde la UICN.
Un estudio reciente ha revelado que casi tres cuartos (72%) de los parientes silvestres de los cultivos no se conservan adecuadamente en los bancos de genes y la conservación in situ en el medio silvestre sigue siendo un desafío. Estos son muy valiosos desde el punto de vista económico, ya que aportan 115.000 millones de dólares anuales a la economía mundial, con la posibilidad de aumentar esta cifra considerablemente en el futuro.
«La diversidad genética que proporcionan los parientes silvestres de los cultivos nos permitirá desarrollar cultivos más resistentes en la era del cambio climático, además de garantizar la seguridad alimentaria. Ignoramos la suerte de estas especies bajo nuestra propia responsabilidad», explica Nigel Maxted, de la UICN.
El clima cada vez más seco y caluroso de Australia ha provocado un dramático descenso de la zarigüella de cola anillada (Pseudocheirus occidentalis), que ha pasado de vulnerable a estar en peligro crítico debido a una disminución de esta especie de más del 80% en los últimos diez años.
La zarigüeya solía estar extendida en los bosques de menta (Agonis flexuosa) y de tuart (Eucalyptus gomphocephala) en el oeste de Australia, pero ahora se limita a hábitats costeros fragmentados. Los intentos para restablecer la especie en el Parque de Conservación Lane-Poole, a unos 100 km al sur de Perth, han fracasado en gran parte debido a la mala calidad de los alimentos como resultado de un clima cada vez más seco.
Las poblaciones de zarigüeyas también se han visto afectadas por el desarrollo urbano y la depredación del zorro rojo (Vulpes vulpes) y los gatos asilvestrados (Felis catus), la tala, los incendios y los regímenes inadecuados de manejo de dichos fuegos.
El delfín del Irrawaddy (Orcaella brevirostris) y la marsopa sin aleta (Neophocaena asiaeorientalis) han disminuido, pasando de la categoría vulnerable a la de en peligro. El número se ha reducido a menos de la mitad en los últimos 60 años para el delfín del Irrawaddy, y en los últimos 45 años para la marsopa sin aleta.
Estas especies viven solo en aguas poco profundas cerca de la costa y ambas tienen poblaciones confinadas a sistemas de agua dulce, lo que las hace extremadamente vulnerables a las actividades humanas. «El delfín del Irrawaddy es venerado por muchas comunidades, y el turismo de delfines es una característica importante de las economías locales en regiones de la India y Camboya», apunta Randall Reeves, presidente del grupo especialista de UICN en cetáceos.
En el río Mekong, la mayoría de las muertes de delfines del Irrawaddy en los últimos años han sido causadas por el enredo en redes de enmalle, ‘cortinas’ de redes de pesca que cuelgan en el agua. Las redes de enmalle constituyen la principal amenaza mundial para los mamíferos marinos.
Los esfuerzos para prohibir o al menos gestionar su uso han sido, en muchas regiones, ineficaces, lo que ha provocado la disminución de muchas especies de ballenas, delfines y marsopas, incluida la marsopa vaquita (Phocoena sinus) en peligro crítico y el delfín de Baiji (Lipotes vexillifer), que está catalogado como en peligro crítico, pero es probable que ya esté extinto.
Un tercio de las 46 serpientes y lagartijas japonesas endémicas recientemente evaluadas para la Lista Roja de la UICN figuran como amenazadas. Las poblaciones de estos reptiles son pequeñas y fragmentadas, lo que aumenta su vulnerabilidad a los cambios en el hábitat.
En Japón, la disminución de las especies se ha acelerado por la pérdida de hábitat resultante de la agricultura no sostenible y el desarrollo urbano. La contaminación y la captura incidental también han afectado el número de especies.
Tres especies de reptiles endémicos de una isla australiana se han extinguido en la naturaleza: la lagartija de Lister (Lepidodactylus listeri) y dos escíncidos, el eslizón de cola azul (Cryptoblepharus egeriae) y el eslizón del bosque de la isla de Navidad (Emoia nativitatis).
En general, las poblaciones de reptiles de la isla de Navidad han disminuido rápidamente desde la década de 1970. Aunque la razón de su declive sigue siendo poco clara, la depredación de la invasora serpiente lobo (Lycodon capucinus), introducida en la isla a mediados de la década de 1980, puede ser la responsable. La introducción de una enfermedad nueva y los cambios en la ecología de la isla después de la introducción de la hormiga loca (Anoplolepis gracilipes) pueden haber ejercido una mayor presión sobre estas especies de reptiles.
El control intensivo de depredadores en las pequeñas islas de Nueva Zelanda ha llevado a la reclasificación del kiwi Okarito (Apteryx rowi) y el kiwi marrón de la isla Norte (Apteryx mantelli) de en peligro de extinción a vulnerable, según la última actualización de la Lista Roja.
Ambas especies de kiwi han enfrentado amenazas que incluyen la pérdida de hábitat y la depredación por mamíferos introducidos, como las comadrejas (Mustela erminea) y los gatos asilvestrados. El kiwi marrón de la isla Norte también está amenazado por la depredación del hurón (Mustelafuro) y los perros.
Los esfuerzos de conservación del gobierno y la comunidad se han centrado en el control de los depredadores y la remoción e incubación de los huevos para su liberación en la naturaleza. El kiwi Okarito ha aumentado de 160 individuos en 1995 a entre 400 y 450 adultos en la actualidad. En general, se estima que las poblaciones de kiwi marrón de la isla Norte crecen en más de un 2% por año, aunque las poblaciones no gestionadas continúan disminuyendo. La reclasificación de los kiwis forma parte de una evaluación más amplia de las aves de Nueva Zelanda, que pone de relieve que muchas especies endémicas están en declive, a menudo como resultado de especies invasoras. (Fuente: Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza)
Fuente: noticiasdelaciencia.com