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Hallan microplásticos en 62 placentas humanas estudiadas en una investigación

Los investigadores sugieren que una combinación de factores ambientales, dietéticos, genéticos, de edad y estilo de vida explican las altas concentraciones de microplásticos en las placentas analizadas

Investigadores de la Universidad de Nuevo México examinaron 62 placentas humanas y en todas ellas encontraron microplásticos. El estudio es considerado el más amplio sobre el tema realizado hasta la fecha. Sus hallazgos han despertado nuevas preocupaciones sobre los efectos de la contaminación plástica en la salud de los humanos y otros mamíferos.

El trabajo fue dirigido por el biólogo Matthew Campen. El equipo empleó técnicas de microscopía de fluorescencia para detectar partículas plásticas mayores a 1 micrón en el tejido orgánico. Mediante procesos químicos avanzados y de centrifugación a velocidades extremadamente altas, logró separar los polímeros de las muestras biológicas. Con espectroscopía infrarroja consiguió identificar la naturaleza de los sólidos plásticos.

La metodología confirmó que en las 62 placentas analizadas se encontraron entre 6.5 y 685 microgramos de microplásticos por cada gramo de material placentario. Los niveles son superiores a los encontrados en el torrente sanguíneo en estudios anteriores.

La investigación determinó que el polietileno representó el 54% del total de las micropartículas halladas. El cloruro de polivinilo y el nailon representaron un 10% cada uno; el 26% restante estuvo asociado con nueve tipos diferentes de polímeros. Los científicos puntualizan que “se desconocen los factores que impulsan rangos de concentración tan extremos. Tampoco está claro si estos niveles contribuyen negativamente al crecimiento y desarrollo de la placenta o el feto, y si tienen otras consecuencias para la salud materna”. Sugieren como aparente causa una combinación de factores ambientales, dietéticos, genéticos, de edad materna y estilo de vida.

Los autores argumentan que su método en combinación con metadatos clínicos pueden impulsar nuevas investigaciones para evaluar los riesgos potenciales durante el embarazo asociados a la presencia de microplásticos. Campen advirtió que es necesario acelerar los esfuerzos al respecto. «Si la concentración de micropartículas sigue aumentando y encontramos efectos adversos en las placentas, entonces toda la vida de los mamíferos en este planeta podría verse afectada».

Especialistas del Hospital Fatebenefratelli de Roma y del Politécnico de Las Marcas fueron los primeros en documentar la presencia de microplásticos en placentas humanas tras analizar muestras de cuatro mujeres italianas que tuvieron embarazos y partos sin complicaciones en 2020. En aquel momento concluyeron que estos plásticos de diminuto tamaño “contienen sustancias que, actuando como disruptores endocrinos, podrían tener efectos a largo plazo en la salud y desarrollo de los recién nacidos».

A finales del año pasado, la Universidad de Hawái, en Manoa, el Centro Médico Kapi’olani para Mujeres y Niños, y la Universidad Federal de Alagoas de Brasil analizaron 30 placentas donadas entre 2006 y 2021. Hallaron que la presencia de contaminantes plásticos en el tejido orgánico había aumentado significativamente con el tiempo. Seis de las 10 muestras facilitadas en 2006 registraban algún nivel de concentración de micropartículas. La relación aumentó a nueve de cada 10 en 2013.

Microplásticos en el cuerpo humano

Los microplásticos se han encontrado en todos los órganos del cuerpo. De acuerdo con Gregorio Rafael Benítez Peralta, académico del Departamento de Anatomía de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México, cuando ingresan al cuerpo atraviesan la barrera intestinal para incorporarse al torrente sanguíneo y entrar en contacto con los macrófagos, células responsables de la respuesta inmunológica.

Se han asociado con posibles afectaciones al cerebro. En un experimento con roedores, científicos de la Universidad de Rhode Island advirtieron que la presencia de microplásticos en el organismo provocó inflamaciones cerebrales en los mamíferos y redujo la cantidad de proteína fibrilar glial (GFAP, por sus siglas en inglés). Los niveles bajos de la molécula están asociados con las primeras etapas de las principales enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer.

Se presume que la concentración de estas pequeñas partículas tiene impactos negativos en la salud. No obstante, todavía no existe un consenso científico sobre qué tan nocivas son, si afectan distinto a los diversos sistemas del organismo y si los daños que provocan son inmediatos o se presentan a largo plazo.

Fuente: es.wired.com