Un escáner del cerebro muestra dónde se esconde la compasión humana
La imagen que abre este artículo del pequeño Omran, cubierto de polvo y ensangrentado, provoca en la mayoría de las personas una intensa empatía. La fotografía del pobre Aylan, con su camiseta roja y sus pantaloncitos azules, sin vida en una playa turca, también suscita una inmensa empatía. Pero son empatías diferentes. La primera genera compasión, solidaridad y ganas de ayudar a Omran. La segunda, dolor, angustia y hasta ganas de mirar para otro lado. Un estudio muestra ahora las bases cerebrales de ambas emociones.
La empatía es un mecanismo neuronal básico en los humanos. En las comunidades primitivas, esa capacidad para interpretar los estados mentales del otro y ponerse en su lugar servía para saber si los que acercaban al grupo tenían buenas o malas intenciones. La empatía es fundamental para las relaciones humanas. Tanto que, salvo psicópatas o autistas, todos los humanos son seres empáticos. Un grupo de investigadores de EE UU ha estudiado en qué parte del cerebro se genera y si es igual en diferentes personas.
A 66 voluntarios les escanearon el cerebro mientras oían testimonios reales de dramas humanos, algunos con final feliz, otros no. Fuera del escáner, los voluntarios tuvieron que valorar cómo les hizo sentir cada historia. Lo primero que comprobaron es que la empatía no es cosa de una zona determinada del cerebro, intervienen muchas y con funciones muy diferentes. «El cerebro no es un sistema por módulos donde haya una zona encargada de la empatía. Se trata de un proceso distribuido», dice el director del laboratorio de neurociencia de la Universidad de Colorado, Boulder (EE UU) y coautor del estudio, Tor Wager.
Dentro de la empatía que despertaban las historias pudieron apreciar dos patrones bien diferenciados entre la que tiene que ver con la solidaridad y la compasión y la angustia empática. En la primera participan áreas cerebrales como el córtex prefrontal ventromedial o la corteza medial orbitofrontal, relacionadas con los procesos con los que el cerebro da valor a algo. «Las mismas regiones que interviene en la valoración de la comida o el dinero, aparecen implicadas en nuestro estudio al valorar el bienestar de los otros», explica Yoni Ashar, miembro del grupo de Wager y principal autor del estudio.
Sin embargo historias como la de un veterano de guerra que acaba mendigando en las calles o la de un enfermo de cáncer que acaba mal, que despiertan más angustia que compasión, activan otras zonas del cerebro, como el córtex premotor o la corteza somatosensorial primaria. Ambas son conocidas por participar en los procesos llamados de espejo. «Las áreas cerebrales que aparecen preferentemente relacionadas con la angustia empática también se activan mientras experimentamos u observamos acciones, sensaciones y expresiones faciales», comenta Ashar.
Pero el resultado que más ha llamado la atención de este trabajo publicado en la revista Neuron es que todas las personas escaneadas mostraron patrones cerebrales muy similares cuando empatizaban con los protagonistas de cada historia. Aunque la emoción sea muy personal, el patrón de activación es común. De hecho, pudieron usar estos patrones como marcadores para predecir cómo valoraría otro grupo de 200 personas a las que no les escanearon el cerebro las mismas historias que oyó el primero. Los investigadores creen que estos patrones podrían, en el futuro, servir en la detección de trastornos como la psicopatía.
Fuente: elpais.com