Es oficial: el kilo tal y como lo conocías ya no existe
El kilo ha muerto. Al menos el kilogramo tal y como la humanidad lo calculaba hasta ahora, ya que la Conferencia General de Pesos y Medidas (CGPM), formada por más de 60 países y reunida este viernes en Versalles (Francia) ha firmado su funeral, fijado para el próximo 20 de mayo de 2019. En ese momento, el kilo dejará de ser calculado a través del “Gran K”, una pesa creada en el siglo XIX que hasta ahora era la base de todas las unidades de masa y que se ha quedado obsoleta para los avances de la ciencia y la tecnología, que necesitan de una precisión nunca antes vista. En su lugar, la constante de Planck hará que a partir del año que viene el kilogramo se vuelva cuántico, y lo pueda calcular desde un científico en su laboratorio de Berlín a un marciano en una duna de Marte.
Aunque la idea suene futurista y moderna, fue el propio Max Planck, descubridor de esta constante en 1900, quien lo planteó por primera vez: “Las constantes fundamentales ofrecen la posibilidad de establecer unidades de longitud, masa, tiempo y temperatura que son independientes de cuerpos o materiales físicos, y cuyo valor se mantiene para todos los tiempos y civilizaciones, incluso para extraterrestres y no humanos”, explicó a la comunidad científica por aquel entonces. Ahora, dos siglos después, por fin la humanidad atenderá a su legado y todas las unidades del Sistema Internacional de Unidades tendrán como base una constante fundamental,invariable, inmutable y universal. Así lo han votado todos los representantes de los países presentes en la CGPM.
Las razones del cambio
Y todo esto ocurre por dos razones. Primero, los expertos en metrología llevan advirtiendo durante décadas que, al contrario de lo que la lógica pueda dictar, a pesar de los esfuerzos por conservarlo intacto protegido por tres urnas y alejado del gran público, el “Gran K” ha variado de masa. En concreto, debido a razones que los científicos no consiguen explicar del todo, el IPK ha perdido en un siglo alrededor de 50 microgramos, el peso de un copo de nieve. Y, por insignificante que parezca, con el actual desarrollo de la ciencia -con las teorías cuánticas a la cabeza- y la tecnología -como el Big Data o la nanomedicina-, esta pequeña diferencia puede suponer todo un abismo.
Por otro lado, es ahora cuando se puede probar y reproducir la teoría de Planck en los laboratorios. “El problema es que hasta ahora no teníamos el desarrollo científico y tecnológico para demostrar realmente estas constantes”, explica José Manuel Bernabé, director del Centro Español de Metrología (CEM), quien habla con ABC desde Versalles. Ya en 2007 se planteó formalmente la necesidad acuciante de cambiar estas unidades básicas. Se hizo un primer intento en 2011 y un segundo en 2014, pero la humanidad no estaba preparada. De hecho, incluso tampoco ha estado claro que el Sistema Internacional de unidades (SI) pudiera redefinirse en esta convención, ya que los últimos experimentos se realizaron el año pasado. Y no es el único cambio: también se ha aprobado modificar cómo se mide el amperio (en base a la carga del electrón), el kelvin (tomando la constante de Boltzmann) y el mol (según la constante de Avogadro).
La mayor revolución desde la francesa
“Estamos ante la mayor revolución en la Metrología desde la Revolución Francesa“, afirmaba antes de la votación Klaus von Klitzing, del Instituto Max Plack y Premio Nobel de Física en 1985 por el descubrimiento del Efecto Hall cuántico, estrechamente relacionado con la constante de Planck. “Debemos recordar que la metrología se centra en aplicaciones prácticas para todos los tiempos y toda la gente, por eso es tan importante”, continuaba el físico, que recalcaba que estas nuevas definiciones servirían para acelerar el progreso humano hasta cotas insospechadas.
Pero aunque parezca que la Oficina Internacional de Pesos y Medidasya ha hecho todo el trabajo, aún le queda una asignatura pendiente: redefinir el segundo. “Ahora mismo su patrón son los ciclos de un átomo de cesio -medidos por relojes atómicos-. Pero los relojes ópticos son mucho más precisos, por lo que adoptarlos sería un salto exponencial para la ciencia y la tecnología”, afirma Bernabé. “Pero como con el kilo, hasta no estar seguros, no se redefinirá el segundo. Y eso probablemente no ocurra al menos hasta 2030”, vaticina. Contando con que la redefinición del kilogramo ha costado casi un siglo, se trata de una apuesta muy arriesgada. ¿O no?
Fuente: abc.es/ciencia