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El silencio es una de las condiciones fundamentales para lograr una buena acústica: Eduardo Saad

Eduardo Saad participó en la mesa “La arquitectura y la acústica”, conferencia que formó parte del ciclo “La arquitectura y las artes”, coordinado por Felipe Leal, miembro de El Colegio Nacional

El arquitecto Eduardo Saad, considerado como el pionero de la acústica en México, aseguró que el silencio es uno de los puntos fundamentales para lograr una buena acústica. Al participar en la mesa “La arquitectura y la acústica”, como parte del ciclo “La arquitectura y las artes”, que coordina Felipe Leal, miembro de El Colegio Nacional, el especialista recordó que el éxito de los teatros antiguos, por ejemplo, radica en esa su primera cualidad acústica: el silencio.

“Para que haya silencio debe existir el aislamiento: hay dos tipos de sonido, el que se transmite a través del aire, por ejemplo, de las cuerdas vocales, y para aislar esos ruidos no se debe usar fibra de vidrio, poliestireno, corcho, ni cortinas. Lo que sirve es la masa y el peso, como un muro de concreto. También hay sonidos de impacto, como la caída de objetos, que los que se transmiten a través de la estructura”.

Durante la sesión, celebrada en el Aula Mayor de la institución, señaló que otra de las condiciones indispensables para lograr una buena acústica es el nivel adecuado de sonoridad, “que los de adelante y los de atrás escuchen lo mismo, lo que se logra con la colocación de los muros, para que no sean paralelos, hay que hacer que los muros ayuden a los de atrás y a los de adelante”.

En ese sentido, uno de los aspectos más importantes es evitar los ecos, que se producen cuando se emite un sonido y va a un techo ubicado a más de 10 metros, “entonces se producen dos sonidos; por eso mismo, hay que evitar los muros posteriores en los que choca el sonido y regresa”, enfatizó Omar Saad.

Por otro lado, en todo lo que son superficies cóncavas se concentra el sonido como lupa y hace un sonido retrasado. En todos los lugares donde hay bóvedas no se escucha bien: mientras más bocinas se escucha peor, porque sale el sonido de diferentes lados, lo mejor es impulsar el sonido desde donde habla el orador.

“Al final, se debe reconocer que la acústica no se debe a mitos. En el pasado se decía que había que pegar los tabiques con sangre de toro, poner agua debajo del escenario. La acústica es física. Se requiere el adecuado balance entre cada tipo de escenario, lo que se logra como si fuera una orquesta entre los materiales y las formas, hasta lograr que se minimice eso que se llama ‘tiempo de reverberación’”.

Felipe Leal, previo a la participación de Eduardo Saad, reflexionó sobre la acústica arquitectónica como disciplina que combina conocimiento científico y de ingeniería para obtener un rendimiento auditivo óptimo en la habitación, el trabajo y la recreación.

“La acústica estudia lo que acontece con las ondas sonoras, desde que se emiten hasta que llegan a su destino y, para ello, utiliza elementos como muros, plafones, diversas superficies para reducir el sonido y el eco, minimizar la reverberación o crear una atmósfera, que se logra en espacios abiertos o cerrados, con propiedades acústicas muy particulares”.

Desde su perspectiva, es evidente la interrelación entre la arquitectura y el sonido para crear una arquitectura y una adecuada acústica. Su trascendencia se ejemplifica en el hecho de que las primeras referencias se remontan a escritos del siglo I antes de Cristo, cuando Vitruvio, el famoso arquitecto e ingeniero militar de Julio César, describió la concepción de diseños acústicos para los antiguos teatros romanos.

“Los griegos construyeron sus emblemáticos teatros en espacios al aire libre, abiertos, aprovechando las propias gradas escalonadas, en donde se ubican los espectadores, logrando con ello que el sonido se reforzara, de modo que llegaba a cuadruplicar la sonoridad del espacio que quedaba protegido por las gradas”.

Tras recorrer distintas etapas arquitectónicas, el colegiado rememoró a Wallace Clement Sabine, físico de finales del siglo XIX que resolvió un problema por la excesiva reverberación de una sala. Ahora es considerado el padre de la arquitectura acústica moderna.

“En 1895, los miembros del Consejo de la Universidad de Harvard comprobaron que la acústica de su recién inaugurado museo era muy mala y el discurso de los oradores no se escuchaba, por lo que pidieron a este físico que resolviera el problema de la excesiva reverberación. Para reducirla, además de cubrir las paredes con fieltro, desarrolló la fórmula de cálculo que nos permite conocer el tiempo de reverberación del sonido en un espacio, una fórmula que se sigue utilizando en la actualidad”.

A Sabine se le considera el padre de la acústica arquitectónica moderna, aun cuando se debe tener en cuenta que su fórmula no es la única, hay muchas otras, y tampoco es absolutamente fiable, “sólo se trata de una de las que más se utiliza, en palabras de Felipe Leal.

La fórmula de reverberación

Omar Saad, arquitecto por la Universidad Iberoamericana, describió a la reverberación como como el tiempo que tarda el sonido en desaparecer, al que se considera como el valor más importante en la música, porque si se cuenta con un tiempo de reverberación alto, “los sonidos se mezclan y se oye muy bonito, pero a veces si tengo mucha reverberación y hablo no se escucha bien”.

“Entonces, ese tiempo de reverberación, con la fórmula de Sabine, se toma en cuenta el espacio y la absorción, aunque hoy en día se usan herramientas donde modelamos y hacemos espacios tridimensionales para tener un mejor análisis, mucho más detallado, por lo que ya no usamos la fórmula de Sabine, que le agradecemos, pero ya no es tan exacta, porque no asume la posición de los materiales, la geometría o dónde esté colocado el espectador”.

Así, como parte de los estudios que desarrollan en la asesoría de la acústica arquitectónica utilizan el sonido como si fuera luz: se rebota de la misma manera. Usamos esos reflejos que, por ejemplo, hacemos al jugar con un espejo y mandar la luz a distintas posiciones. “Lo que logramos con la acústica se parece mucho a la iluminación. Lo que nos gusta entre los arquitectos es tratar de comparar a la acústica con la luz”, aseveró el también catedrático de clases de acústica en la UNAM.

Jimena de Gortari, quien más bien trabaja con el espacio público, poco controlable en términos de fuentes acústicas, está convencida de que se trata del espacio para todas las personas, amén de que no existen bordes que limiten ese espacio, de ahí los desafíos de tratar de vivir en comunidad, en un mundo en el que el oído recibe: “la mirada se dirige hacia un sitio, pero lo que nosotros buscamos controlar aquello que recibimos”.

La integrante del Sistema Nacional de Investigadores, creadora de un decálogo en contra del ruido en la Ciudad de México, resaltó la importancia de reflexionar en torno a la acústica urbana, no sólo en términos de la forma o los materiales, sino de la percepción, la sensibilidad y las emociones que nos producen los espacios.

“Es complejo, a la vez de una gran posibilidad, pensar en el ángulo que tenemos: los sonidos vienen de todos lados. Una cosa maravillosa son las escalas, porque muchas veces no sabemos de dónde viene el sonido, pero eso no nos limita el espacio, sino que amplía las escalas, sobre todo en ciudades como la que vivimos, en donde el horizonte ya no es posible de ver”.

“Es cierto, podemos discriminar aquellos sonidos que no nos interesan, sin embargo, el oído sigue trabajando a pesar de que no estemos prestando atención. Esa decisión no la controlamos”.

Fuente: El Colegio Nacional

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