El debate sobre el vapeo se enciende: la ciencia desmonta el relato oficial de la OMS
En el Global Forum on Nicotine 2025, celebrado en Varsovia, se pusieron en evidencia las contradicciones de la Organización Mundial de la Salud respecto a los productos de nicotina alternativos, desde su lenguaje alarmista a su negacionismo sobre las estrategias de reducción del daño
En el ámbito de la salud pública, pocas cuestiones generan tanto debate como la reducción del daño asociado al tabaquismo. Mientras millones de personas en todo el mundo siguen expuestas a los efectos letales del cigarrillo tradicional, se multiplican los estudios que avalan alternativas menos nocivas como los cigarrillos electrónicos, el tabaco calentado o las bolsas de nicotina. Sin embargo, desde organismos internacionales como la OMS, el discurso mantiene un tono rígido y alarmista, según señalan destacados expertos.
En el Global Forum on Nicotine 2025, celebrado recientemente en Varsovia, se pusieron en evidencia las contradicciones de la Organización Mundial de la Salud respecto a los productos de nicotina alternativos, como el uso de un lenguaje alarmista y su resistencia a aceptar la evidencia científica sobre las estrategias de reducción del daño.
Un grupo de investigadores con amplia trayectoria en ciencia, toxicología y políticas regulatorias ha cuestionado la estrategia que emplea la OMS para comunicar los riesgos asociados al vapeo y otros productos sin combustión. Aseguran que el lenguaje empleado exagera peligros, omite datos relevantes y mezcla intencionadamente conceptos como dependencia, adicción y daño, generando una percepción pública distorsionada que, paradójicamente, podría estar impidiendo una mejora real de la salud global.
Cuando el lenguaje reemplaza a la ciencia
Uno de los puntos más polémicos es la afirmación reiterada de que la nicotina es «altamente adictiva», sin matices ni distinciones. Para los expertos, esto supone una simplificación peligrosa. La adicción no depende sólo del compuesto en sí, sino de su vía de administración, velocidad de absorción, dosis y condiciones individuales del usuario. Así, no es lo mismo fumar nicotina en forma de cigarrillo, que administrarla mediante un parche, un aerosol oral o un vaporizador. Cada formato tiene un perfil de riesgo diferente y, por tanto, debe analizarse de manera diferenciada.
Además, se propone diferenciar entre «adicción» –relacionada con deterioro funcional y daño– y «dependencia», que puede implicar un uso sostenido sin consecuencias graves para la salud. Este matiz, clave para comprender el potencial de herramientas de reducción del daño, brilla por su ausencia en los documentos y campañas del organismo internacional, lo que contribuye a una visión moralista y poco útil en el terreno práctico, según los científicos.
Las reticencias de la OMS
La OMS ha manifestado en diversas ocasiones que los riesgos del vapeo a largo plazo son aún desconocidos, una postura que, según los críticos, se utiliza como coartada para no actuar. Sin embargo, cada vez más estudios muestran que los niveles de sustancias tóxicas y cancerígenas en productos como los cigarrillos electrónicos son drásticamente menores que en los cigarrillos combustibles. El consenso emergente es claro: aunque no son totalmente inocuos, los productos alternativos reducen significativamente el riesgo, sobre todo si se comparan con la alternativa más mortífera, que sigue siendo el cigarrillo tradicional.
La reticencia de la OMS a reconocer esta evidencia podría estar impidiendo avances necesarios en la lucha contra el tabaquismo. Según los especialistas, una política centrada exclusivamente en la abstinencia ignora la realidad social y desprecia herramientas que podrían salvar vidas. Para muchos fumadores, dejar de fumar sin algún tipo de ayuda es simplemente imposible. Penalizar o demonizar alternativas viables no resuelve el problema: lo agrava.
El caso EVALI aumenta la confusión
Uno de los episodios más citados en el discurso anti-vapeo es el brote de EVALI (lesión pulmonar asociada al vapeo) que se registró en ciertos países. Pero los investigadores recalcan que estos casos no se debieron al uso de productos de nicotina regulados, sino al consumo de aceites de THC adulterados con vitamina E, adquiridos en el mercado negro. A pesar de que esta causa quedó científicamente establecida, la OMS no ha corregido del todo su narrativa, dejando entrever que los cigarrillos electrónicos podrían haber sido responsables.
Este tipo de ambigüedad –afirman los expertos– siembra el miedo entre usuarios, políticos y legisladores, alimentando la confusión entre productos peligrosos ilegales y alternativas reguladas y comprobadas. En lugar de distinguir con claridad, se opta por la generalización, lo que empobrece el debate y penaliza la innovación.
Prohibir sin comprender, regular sin contexto
Las políticas prohibicionistas han sido especialmente cuestionadas. Países que han vetado el vapeo o el comercio de productos de nicotina sin combustión, como algunos en América Latina u Oceanía, han visto cómo el mercado negro emerge con fuerza. El resultado no ha sido menos uso, sino más clandestinidad. Usuarios desinformados, productos sin control de calidad, y un crecimiento alarmante del comercio ilícito. En lugar de proteger al consumidor, las prohibiciones lo exponen aún más.
Los expertos insisten: el consumo ya existe. La cuestión no es si estos productos deben permitirse, sino cómo se regula su acceso de forma segura, basada en evidencia y respetando los derechos del consumidor. Desde esa óptica, la OMS estaría aplicando a comportamientos de consumo —como fumar o vapear— la misma lógica que se aplicaría a una epidemia infecciosa, ignorando por completo las dinámicas sociales, culturales y económicas del tabaquismo.
Ciencia o ideología: es hora de elegir
La crítica más profunda no es técnica, sino filosófica. Los expertos consideran que la OMS ha dejado de actuar como institución científica y ha adoptado un enfoque ideológico, inmóvil ante los cambios, sordo a la evidencia, cerrado al debate. En vez de liderar la conversación global sobre salud pública, se ha aferrado a un marco moralista centrado en la abstinencia total como único ideal aceptable. Y ese marco —según advierten— no sólo es ineficaz, sino perjudicial.
Piden una reevaluación honesta, que acepte la complejidad del fenómeno y entienda que reducir el daño no es claudicar, sino adaptarse al mundo real. La verdadera ciencia, recuerdan, no dicta sentencias absolutas. Observa, compara, reevalúa, y sobre todo, escucha las pruebas. En el caso de la nicotina, las pruebas existen. El futuro de la salud pública dependerá, en parte, de si sabemos escucharlas.
Fuente: elespanol.com