Descubren en China restos del primer uso de la marihuana como droga
Los registros arqueológicos demuestran que la Cannabis sativa era una planta conocida y cultivada en Oriente hace miles de años, apreciada por sus semillas oleaginosas y sus fibras de cáñamo. Determinar cuándo y cómo algunas variedades comenzaron a utilizarse para alterar las funciones psíquicas resulta mucho más complicado ya que, hasta ahora, los investigadores han tenido que basarse únicamente en fuentes escritas. Heródoto, por ejemplo, menciona que los pueblos Escitas de Asia central solían utilizar el cannabis en baños de vapor -de los que salían «encantados, gritando de alegría»- pero las pruebas materiales sobre su consumo medicinal o ritual son escasas.
Un estudio publicado este miércoles en la revista Science Advances describe el hallazgo en China de diez braseros de madera de hace 2.500 años, la prueba más antigua hasta ahora de la utilización de esta planta por sus propiedades psicoactivas. El análisis de las cenizas realizado gracias a una técnica combinada (cromatografía de gases y espectrometría de masas) ha revelado niveles muy altos de tetrahidrocannabinol (THC), el agente químico más potente del cannabis, lo que sugiere que la variedad elegida fue especialmente seleccionada en virtud de la potencia de sus efectos.
Los braseros fueron descubiertos en el complejo funerario Jirzankal, un yacimiento situado en el extremo oriental de la cordillera del Pamir, dentro de la actual región de Sinkiang. Allí los difuntos eran situados en tumbas sobre las que se levantaban montículos circulares, con anillos de piedra en los que se intercalaban cantos blancos y negros. Su hallazgo en una necrópolis apunta a una función ritual. «Es probable que se consumiera durante los entierros, o tal vez como forma de comunicarse con los dioses o con los muertos», escriben los autores.
Las primeras variedades de cannabis cultivadas por el hombre -como la mayoría de las silvestres- tenían bajos niveles de THC y otras sustancias psicoactivas. Arqueólogos y botánicos han tratado de reconstruir cómo el ser humano consiguió que se extendiesen subespecies más potentes, seleccionadas para provocar alteraciones más fuertes. «Este estudio nos ayuda a entender las primeras prácticas culturales humanas, además de dar testimonio del conocimiento intuitivo del ser humano de los fitoquímicos naturales de las plantas», señala Yimin Yang, investigador de la Academia de Ciencias china.
Una de las hipótesis aventurada por los autores es que las variedades locales de la cordillera del Pamir eran capaces de producir plantas con mayor presencia de compuestos activos, por su crecimiento en altura (con una mayor exposición a la radiación ultravioleta, por ejemplo). Los efectos magnificados de esas variedades salvajes halladas en zonas de alta montaña habrían llevado a los pueblos locales a ser los primeros en experimentar con nuevos usos para la planta.
La región que rodea Jirzankal debió ser, además, un paso estratégico en la circulación entre Oriente y el resto del continente asiático durante el primer milenio antes de nuestra era. Algunos de los esqueletos descubiertos en ese yacimiento presentan rasgos más cercanos a los actuales habitantes de Asia central que a pueblos orientales y el análisis de los huesos demuestra que muchas de las personas allí enterradas no eran de origen local.
El cannabis en la ruta de la seda
«El intercambio que se desarrolló en el inicio de la Ruta de la Seda puso a Asia central en el corazón del mundo antiguo», explica Robert Spengler, director de los Laboratorios de Paleoetnobotánica del Instituto Max Planck y coautor del estudio. «Nuestro análisis sugiere que la costumbre de fumar cannabis y de utilizar variedades específicas de alta producción química se encuentra entre las tradiciones culturales que se extendieron gracias a esas rutas».
En 2016 otro artículo publicado por arqueólogos de la Academia China describía el entierro de un hombre de 35 años en el oasis de Turfán, en la misma región de Sinkiang y de la misma época. El cuerpo fue colocado en una cama de madera con una almohada de caña bajo la cabeza y 13 plantas de cannabis depositadas en diagonal sobre su pecho. «Hay conexiones claras entre Turfán y Jirzankal», señala el investigador, «está claro que había un sistema de creencias compartido por esas personas».
En el sur de Siberia también se han encontrado semillas de cannabis en algunas tumbas de época similar -de pueblos Escitas- incluyendo la de una de una mujer que posiblemente murió de cáncer, de acuerdo con los análisis forenses. En este último caso los arqueólogos creen que podría haber utilizado la planta para aliviar sus síntomas. «Las perspectivas modernas sobre el cannabis varían enormemente de una cultura a otra pero está claro que la planta tiene una larga historia de uso humano, desde un punto de vista médico, ritual y recreativo», concluye Spengler.
Fuente: elmundo.es