Cada vez más agricultores se plantean la posibilidad de capturar y almacenar mayores cantidades de dióxido de carbono en el suelo para combatir el cambio climático.
El suelo almacena una cierta cantidad de carbono de forma natural, mayoritariamente en forma de plantas en descomposición y materia animal. La Academia Nacional de Ciencias de EE. UU. estimó el año pasado que las tierras agrícolas globales podrían capturar y almacenar hasta 3.000 millones de toneladas de CO2 adicional si los agricultores adoptaran una serie de prácticas mejoradas. Entre ellas destacan la adición de materia orgánica como estiércol o compost, el estímulo de cultivos que aportan más carbono al suelo, o usar el suelo en temporadas bajas para plantar cultivos que luego se descompondrían.
California (EE.UU.) ha comenzado a ofrecer pequeñas subvenciones del fondo estatal de capitalización y comercio de carbono a los agricultores que emplean técnicas que prometen almacenar más carbono. Mientras tanto, la start-up Indigo AG anunció recientemente un plan para pagar a los agricultores para que adopten prácticas similares para luego vender sus créditos de carbono a compañías o individuos que buscan formas de compensar sus impactos climáticos.
Sin embargo, según los ponentes en la mesa redonda sobre «agricultura del carbono» que tuvo lugar en la reciente conferencia anual del Instituto Breakthrough en EE. UU., la incertidumbre sobre la cantidad de beneficios climáticos que brindan estos esfuerzos y sobre qué prácticas funcionan mejor en función de las condiciones climáticas y del suelo, todavía es muy amplia. Y tampoco está claro si existen formas más seguras de equilibrar las emisiones de gases de efecto invernadero de la industria.
El director ejecutivo del grupo de expertos que promueve la captura y el reciclaje de carbono Carbon180, Noah Deich, resaltó que desde que se inventó la agricultura, el suelo del planeta ha emitido alrededor de 500.000 millones de toneladas de dióxido de carbono, una cifra 14 veces superior a la emitida el año pasado por todas las fuentes de energía fósil a nivel mundial. Es una cantidad enorme que se podría reducir, si se logra que esos ecosistemas absorban niveles más altos de dióxido de carbono. Pero el experto afirmó que, «a partir de esa premisa básica todo es muchísimo más complicado».
Todavía hay muchas incógnitas sobre cómo funcionan los ecosistemas microbianos del suelo y qué prácticas son más efectivas para capturar y almacenar el dióxido de carbono, destacó Deich. Y añadió que nuestra necesidad más urgente reside en hacer era una gran cantidad de experimentos de campo que exploren en detalles en muchos lugares.
El investigador de la Universidad de Princeton (EE. UU.) Tim Searchinger, que estudió de cerca el potencial de la agricultura del carbono para un próximo informe del Instituto de Recursos Mundiales, se mostró aún más escéptico. Aseguró que el nivel de cambio que los agricultores pueden implementar en sus prácticas de manejo del suelo es limitado y que hay otras restricciones sobre cuánto más carbono sería posible almacenar de manera confiable en las tierras de cultivo. Además, algunos esfuerzos que se acreditarían como agricultura del carbono podían haber tenido lugar de todos modos.
El experto señaló: «Nuestra opinión general es que se trata de una gran desviación. Hay muchísimas cosas que podemos hacer para resolver la agricultura y el cambio climático, y el carbono del suelo no es una de ellas, al menos no desde el punto de vista de la mitigación».
La primera y más importante prioridad para minimizar el impacto climático de la agricultura consiste en dejar de añadir terreno adicional para el cultivo, subrayó Searchinger. Y añadió: «La ciencia no plantea dudas en esa cuestión. Si se elimina un bosque se pierde mucho carbono». En su opinión, debemos hacer esfuerzos adicionales para conservar o restaurar las turberas, un tipo de humedal que libera grandes cantidades de dióxido de carbono cuando se seca y se convierte en terreno agrícola.
También señaló que el aumento de la productividad en las tierras de cultivo y pasto, a través de, por ejemplo, mejores procesos, nutrientes, cultivos y semillas, puede ofrecer mayores beneficios al aliviar la presión para expandir las operaciones agrícolas. Y aseguró que a los agricultores les convendría más convertir algunos campos en pastizales y bosques, que almacenan mucho más carbono en sus hojas, troncos, raíces y suelo.
Pero la investigadora del Proyecto Marin Carbon Calla Rose Ostrander, cuya iniciativa intenta mejorar el secuestro de carbono en el suelo, considera que resulta difícil llegar a conclusiones globales generalizadas sobre la agricultura del carbono. La experta señaló: «Cuando se trata de la ciencia del carbono en el suelo… hay que adoptar un enfoque específico para cada entorno, sistema de cultivos y clima concreto». Y añadió que su programa se basa en una década de investigaciones revisadas por expertos que analizaron la captación de carbono a diferentes profundidades del suelo en todo el estado de California (EE. UU.).
La experta concluyó con la idea de que el objetivo de tales esfuerzos no debe limitarse a capturar y almacenar carbono, sino a crear suelos tan productivos desde el punto de vista agrícola como respetuosos con el clima.
Fuente: technoreview.es