Comer insectos beneficia nuestra salud, pero también la del planeta
Así lo afirma un reciente estudio de la Universidad de Wageningen, que destaca su uso como abono entre otras posibilidades
Los insectos son para muchas naciones y grupos étnicos una parte indispensable de la dieta. De hecho la entomofagia (comer insectos) se practica en 113 países y son más de 2000 las especies de insectos comestibles. A nivel mundial, las especies consumidas con mayor frecuencia son escarabajos, orugas, abejas, avispas y hormigas.
Y estas cifras, según muchos expertos, puede aumentar. El crecimiento de la población a nivel global aumenta la demanda de fuentes de proteínas, pero la cantidad de tierras de cultivo disponibles es limitada. En 2050, la población mundial se estima será de unos 9 mil millones de personas, lo que resultará en una necesidad adicional de alimentos, cercana al 30 % mayor de los niveles actuales. Las fuentes de proteínas convencionales pueden ser insuficientes y tendremos que centrarnos en fuentes alternativas, como los insectos.
La ventaja de estos es que, en comparación con el ganado, la cría de insectos parece ser más respetuosa con el medio ambiente debido a las menores emisiones de gases de efecto invernadero, contaminación del agua y uso de la tierra.
Al mismo tiempo, los insectos muestran una mayor eficiencia de conversión alimenticia (es decir, una medida de la eficiencia del animal para convertir la masa alimenticia en masa corporal) en comparación con el ganado mamífero. Un estudio señala que la conversión alimenticia del grillo doméstico (A. domestica) es el doble que la de aves de corral, cuatro veces mayor que la de los cerdos y más de 12 veces mayor que la del ganado vacuno.
El consumo de insectos beneficia a todos
Marcel Dicke, director del laboratorio de entomología de la Universidad de Wageningen, ya conocía estos beneficios, pero tras realizar un nuevo estudio, publicado en Trends in Plant Science, Dicke demostró que los beneficios no solo son para los humanos. En este análisis, los autores destacan los beneficios de utilizar los desechos de la producción de insectos como alimentos y piensos para promover cultivos sostenibles. Este enfoque, según el equipo de Dicke, podría mejorar el crecimiento, la salud, la polinización y la resiliencia de las plantas.
Los restos de la producción de insectos vienen en dos formas principales: los exoesqueletos que quedan después de la muda, y el excremento. Cuando ambos se agregan a la tierra cultivable, promueven tanto el crecimiento como la salud de las plantas. Las heces de los insectos son ricas en nitrógeno, un nutriente fundamental para el crecimiento de las plantas pero escaso en la mayoría de los suelos; por lo tanto, a menudo se agrega a los cultivos en fertilizantes sintéticos. Por su parte, los exoesqueletos de los insectos son ricos en quitina, un polímero difícil de digerir para la mayoría de los organismos.
«Sin embargo – explica Dicke en un comunicado – existe un conjunto de bacterias que pueden metabolizar la quitina, y esos microbios ayudan a las plantas a ser más resistentes a las enfermedades y las plagas. Cuando se agregan al suelo, las poblaciones de esas bacterias beneficiosas aumentan».
Para los autores la cría de insectos permitiría un sistema alimentario circular en el que se desperdicia muy poco. Los insectos se alimentan de los desechos de la agricultura o la producción de alimentos y luego los insectos proporcionan alimentos a los humanos. Usar los restos de la producción de insectos para impulsar el crecimiento de los cultivos podría cerrar este círculo.
Los insectos son un «mini-ganado»
Los insectos, a los que Dicke se refiere como «mini-ganado», ya son eficientes para criar, especialmente cuando se comparan con el ganado más tradicional. Se necesitan aproximadamente 25 kilogramos de pienso para producir un kilogramo de carne de res. La misma cantidad puede producir diez veces más proteínas comestibles de insectos.
Esto se debe a la mayor tasa de conversión de los insectos y porque hasta el 90 % de la masa corporal de un insecto es comestible, en comparación con solo el 40 % de una vaca, por ejemplo.
Otro potencial uso sería el control de plagas. Cuando una planta es atacada por un insecto, sus hojas pueden producir complejos volátiles que atraen a los depredadores de la plaga. Los microbios que digieren la quitina en los desechos de los insectos también podrían actuar como defensa para las plantas al descomponer los hongos patógenos y hacer que la planta sea resistente a las plagas.
«Los estudios ya han demostrado que los microbios asociados con las raíces ayudan a las plantas protegiéndolas contra las enfermedades – concluye Dicke –. Ahora estamos investigando si las raíces de las plantas reclutan microbios que les ayuden a defenderse de las plagas».
Fuente: lasexta.com