Así se han gestado las estafas de material sanitario desde China
La escasez de suministros en Occidente obligó a los inexpertos responsables de compras a recurrir a intermediarios desconocidos. Para paliar el problema, los gigantes tecnológicos chinos Huawei, Alibaba y Tencent han empezado a canalizar los productos al tiempo que lavan su imagen en el exterior
A medida que el coronavirus (COVID-19) se propagaba desde China al resto del mundo desde principios de este año, dos amigos de Sídney (Australia) estaban aterrorizados. El cofundador de la compañía de energía renovable Maoneng Group, Milton Zhou, habría implantado algunas de las granjas solares más grandes de Australia. El antiguo socio en una consultoría de eficiencia energética Saul Khan, lo conoció en un grupo de Facebook para start-ups, donde coincidieron en un debate sobre el uso de cadena de bloques (blockchain) para monitorizar los productos que se envían al extranjero. Tenían experiencia en la compra de paneles solares y otros productos de China, y esperaban que la cadena de suministros médicos funcionara, al menos al principio del brote. Pero lo que veían era cómo los profesionales sanitarios se quedaban sin respiradores y otros suministros críticos. Khan recuerda: «Nos dimos cuenta de que algo iba muy mal. La gente no podía conseguir los productos rápidamente». Entonces se les ocurrió una forma de ayudar.
A medida que la demanda mundial de mascarillas, respiradores y otros equipos de protección personal (EPP) se disparaba, los suministros médicos se convirtieron en un nuevo punto clave geopolítico. Las autoridades se acusaban mutuamente de secuestrar cargamentos comprándolos fuera de la pista o confiscándolos a medio camino. Por ejemplo, cuando un comprador estadounidense supuestamente desvió un lote de respiradores de fabricación china destinados a la policía de Berlín (Alemania), un funcionario alemán denunció el acto como «piratería moderna».
Pero hay un punto positivo. En medio del caos, los veteranos de la industria tecnológica empezaron a organizar envíos de productos de alta calidad, utilizando tanto su influencia política como su acceso a aviones privados. Khan explica: «Muchos hospitales tienden a comprar localmente. Están acostumbrados a la tipología local y a no tener que lidiar con el papeleo de importación-exportación. La gente que se dedica a la tecnología es más global. Tienen más alcance». El resultado de esa experiencia son buenas relaciones públicas, en un momento en el que la industria tecnológica lo necesita desesperadamente.
Khan y Zhou crearon una organización sin ánimo de lucro llamada RapidWard, que se dedica a comprar suministros médicos en nombre de gobiernos y hospitales de todo el mundo, gestionando toda la logística con tarifas mínimas y, en algunos casos, alquilando aviones para asegurarse de que lleguen a tiempo. Hasta que no recibieron el pago de sus primeros clientes, Zhou puso su propio dinero para los pedidos. En Estados Unidos, un grupo de inversores de riesgo y tecnólogos, varios de ellos de la empresa de inversión en tecnología emergente 8VC de San Francisco (EE.UU.), han creado una empresa similar llamada Operation Masks. Ahora, ambas organizaciones tienen una gran demanda. Desde su inicio a finales de enero, RapidWard ha recibido pedidos por valor de 111 millones de dólares (102,44 millones de euros) para los trabajadores de primera línea en Italia, Irán y Suiza, entre otros países. Algunos envíos han sido organizados por distintas empresas tecnológicas y fundaciones chinas que buscan pulir su imagen fuera de China, incluido el gigante de telecomunicaciones Huawei, el conglomerado de juegos y redes sociales Tencent, y las fundaciones Alibaba y Jack Ma, vinculadas ambas al fundador de la empresa de comercio electrónico Alibaba, Jack Ma.
China produce la mayor parte de EPP del mundo. En enero y febrero, cuando el coronavirus arrasó con Wuhan (China) y el país se confinó, sus fábricas de suministros médicos aumentaron la producción, la cual fue complementada con una afluencia de suministros donados de Estados Unidos y Europa.
Luego, China volvió al trabajo y su Gobierno trató de impulsar la economía. Con la propagación del virus por el resto del mundo, la demanda de equipos médicos se disparó hasta tal punto que los propietarios de las fábricas empezaron a jactarse de que poseían yinqianji: máquinas de hacer dinero. A medida que disminuía la demanda de coches, ropa y otros bienes de consumo, los desesperados fabricantes que se especializaron en estos productos cambiaron sus líneas de producción para producir mascarillas, guantes y batas. Algunos de ellos tenían las instalaciones adecuadas y los conocimientos necesarios para fabricar EPP. Otros no.
Con la explosión de la demanda, el pago por adelantado se convirtió en la norma. El fraude y la falsificación de productos proliferaron. A principios de abril, el Gobierno chino implementó medidas destinadas a reprimir la falsificación de EPP, y se volvió aún más complicado enviar productos desde China. Los compradores entraron en pánico. «Nadie está pensando con calma estos días. La gente está transfiriendo cantidades de dos millones de dólares (1,85 millones de euros) a la cuenta personal de un chico que está en su casa jugando a ser intermediario», asegura el interventor de la cadena de suministro de fabricación con sede en Hong Kong Renaud Anjoran.
Los especuladores abundan. El vicepresidente de Ventas Internacionales de CMICS Medical Instrument Company en Shanghai (China), Aku Zhang, afirma que regularmente es contactado por distintos comerciantes que quieren pagar en efectivo por decenas de millones de mascarillas de tipo KN95, de producción china de alta calidad. Él supone que los compradores están conectados con los gobiernos, pero no tiene forma de saberlo con certeza.
En el otro extremo de la cadena de suministro se encuentran los hospitales y los gobiernos, cuyos departamentos de compras suelen ser conservadores en su toma de decisiones y no están acostumbrados a tratar los complejos problemas de la cadena de suministro. Antes del brote, dependían de los distribuidores médicos. Ahora, con los distribuidores sobrecargados, los responsables de compras reciben correos electrónicos de comerciantes desconocidos. El responsable de compras de suministros para cárceles, instalaciones juveniles y urgencias en el condado de Hennepin en Minnesota (EE. UU.) Dan Rogan confirma: «Estamos recibiendo un tipo de spam diferente». La cofundadora de Operation Masks, Lily Liu, cree que es comprensible que los responsables de compras estén saturados: «Es como si en vez de comprar en un supermercado ahora deban examinar una granja de ganado solo para comer un filete». La falta de liderazgo nacional en el abastecimiento ha agravado el problema en algunos países.
Las compañías tecnológicas, con su fuerza de trabajo global y capital de sobra en un momento en el que la mayoría de las demás industrias se reducen, intentan llenar ese vacío. Liu detalla: «Sabemos cómo crear organizaciones, y tenemos la capacidad de construir plataformas online».
Los gigantes tecnológicos chinos, en particular, tienen experiencia con las complejas regulaciones gubernamentales en constante cambio. Y ellos también necesitan mejorar su imagen. El fabricante de teléfonos inteligentes Xiaomi, que vende dispositivos de bajo coste a Occidente, donó respiradores a la India e Italia. Tencent ayudó al propietario de los New England Patriots, Robert Kraft, enviara equipacion en un vuelo de Shenzhen (China) a Boston (EE. UU.) en su Boeing 767.
En la mayoría de los casos, esas donaciones se han organizado de forma intependiente al Gobierno chino, que por su cuenta está recompensando a los aliados políticos con envíos de EPP. En marzo, China empezó a enviar transportes aéreos de caridad con suministros, junto con sus equipos de expertos, a los países que considera amigos, incluidos Pakistán, Filipinas y Ucrania. Cuando un equipo médico chino llegó a Serbia, el presidente, Aleksandar Vučić, acabó besando la bandera china.
A pesar de que los médicos estadounidenses suplicaban por mascarillas y por las redes sociales circulaban fotos de enfermeros protegidos con bolsas de basura, ninguna de las donaciones del Gobierno chino llegó a Estados Unidos. «Esa es una señal: un país que se está convirtiendo rápidamente en el epicentro de la pandemia y que también tiene una necesidad desesperada de EPP, no está recibiendo donaciones de mascarillas», afirma el alto miembro del comité para la salud mundial del Consejo de Relaciones Exteriores de EE. UU. Yanzhong Huang. Un artículo publicado por la agencia estatal china de noticias Xinhua a principios de marzo advirtió que China podría aplicar prohibiciones de exportación y «control estratégico sobre los productos médicos» para sumergir a Estados Unidos «en el enorme mar del coronavirus».
Pero el cofundador de Alibaba, Jack Ma, donó 500.000 kits de test de diagnóstico del coronavirus y un millón de mascarillas a Estados Unidos. «Todo lo mejor para nuestros amigos en Estados Unidos», tuiteó. El envío fue recibido y distribuido por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), según el Grupo Alibaba, aunque los CDC no respondieron a una petición de comentarios. Las fundaciones de Alibaba y de Jack Ma también han publicado un manual para los profesionales sanitarios a nivel mundial que explica cómo tratar a los pacientes con COVID-19 y ha donado suministros médicos por todo el mundo, incluyendo a 54 países africanos (el vicepresidente de Alibaba, Brian Wong, se encuentra entre los líderes de Operation Masks. El portavoz de las fundaciones no quiso hacer comentarios sobre los envíos).
Para muchas empresas tecnológicas chinas, aparecer como salvadores supone una astuta estrategia publicitaria. El director ejecutivo del Consejo de Relaciones entre el Estado de Washington (EE. UU.) y China, J. Norwell Coquillard, destaca: «Tienen los fondos y la influencia política, y es algo bueno para su misión comercial».
En algunos casos, las empresas también lo hacen para demostrar algo. Antes del brote, Huawei se postulaba para construir las redes inalámbricas 5G en todo el mundo frente a los esfuerzos de Estados Unidos para frustrarlo. La compañía estaba librando otra batalla en Canadá, donde la directora financiera de la empresa china Meng Wanzhou está bajo arresto domiciliario en Vancouver (Canadá), a la espera de la extradición a Estados Unidos por cargos de fraude. A principios de abril, Huawei provocó asombro cuando donó en silencio una gran cantidad de mascarillas y respiradores a Canadá. The Vancouver Sun informó que Columbia Británica (Canadá) recibió cientos de miles de mascarillas y respiradores. Huawei también ha donado suministros médicos a distintas comunidades en todo Estados Unidos, así como a varios países en Europa, y ha proporcionado tecnologías de diagnóstico, gratuitas o con descuento, impulsadas por inteligencia artificial, destinadas a detectar COVID-19 a Ecuador y a Filipinas. La vicepresidenta de Huawei en Estados Unidos, Joy Tan, afirma que la empresa quiere «usar nuestras tecnologías y soluciones para ayudar a combatir la crisis», pero no quiso hacer comentarios sobre sus donaciones de mascarillas y otros EPP ni confirmar cuánto ha donado la compañía a algunos países específicos.
En un momento en el que las compras sufren una falta de organización, algunos piensan que las empresas con presencia en China también deberían participar. Coquillard cree que las compañías que están activas en China ahora podrían ayudar a los gobiernos de sus países a obtener pedidos masivos, y añade: «No veo por qué simplemente su presidente no dice: ‘¡Hola, chicos, hacedlo!'»
Mientras tanto, Khan y Zhou, a veces cuestionan su propia cordura. Aunque representan una organización sin ánimo de lucro que solo abastece a los trabajadores de primera línea, a menudo les contactan comerciantes sospechosos, algunos parecen estar relacionados con el crimen organizado. También se topan con problemas de logística que no tienen fácil solución. Recientemente prepararon el envío de un paquete hacia Australia que terminó en los Países Bajos debido a un error en el número de seguimiento. Khan concluye: «Para ser sincero, da un poco de miedo. Pero estamos asumiendo ese riesgo».
Fuente: technologyreview.es