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Una isla paradisíaca del Caribe tiene calles hechas de plásticos que recoge en sus playas

Con su estampa de perfectas aguas de color turquesa, la isla caribeña de Utila (Honduras), perteneciente al archipiélago de las Islas de la Bahía, es un paraíso tropical. Pero sus hermosas playas pueden llenarse de basura en la estación de lluvias, cuando las mareas los arrastran hasta ellas.

Las imágenes de enormes masas de plásticos flotando en los mares que circundan la isla de Roatán tomadas por la fotógrafa Caroline Power en 2017 generaron en todo el mundo titulares que calificaban de impactantes los interminables desperdicios flotantes. Las tortugas marinas tienen problemas para anidar, los residentes ven a los delfines jugando con bolsas de la compra que parecen medusas, y los plásticos amenazan la salud del cercano arrecife Mesoamericano, el segundo sistema de arrecife de coral más grande del mundo y unas de las zonas coralíferas con mayor diversidad del planeta.

Para el alcalde de Utila, Troy Bodden, es algo previsible. “13 municipios y cuatro hospitales arrojan sus desperdicios al río Motagua, que desemboca en el océano Atlántico”, explica, en referencia a un río de 482 kilómetros que transcurre por Guatemala y en sus últimos tramos antes de entrar en el mar forma frontera entre ambos países.

No hay soluciones fáciles para una isla diminuta como Utila, que constituye un importante destino turístico. Pero ahora están intentando ser creativos y dar un buen uso a estos residuos. A finales de 2017, el pueblo terminó de construir su primera calle hecha en parte con plásticos y ahora está concluyendo la segunda.

Bodden, amante del mar y capitán de barco que afirma descender de un famoso pirata, se inspiró en un video sobre las carreteras pavimentadas con plástico en Canadá que le enseñaron unos turistas. Desde hace unos años, este se utiliza cada vez más como material para construir carreteras en todo el mundo. El estado indio de Maharashtra, por ejemplo, ya ha asfaltado mil kilómetros con 5.000 toneladas de plásticos, y tiene intención de multiplicar esa cifra por 10 en los próximos años.

Utila, con solo 11 kilómetros de longitud, no puede hacer tantas carreteras, pero sí ahorrar dinero reutilizando todo el plástico posible.

Millones de botellas de plástico —equivalentes casi al peso de un tiburón ballena, el pez más grande del océano y habitante de las aguas de Utila— llegaron en barco el año pasado a la isla, cuenta Bodden. Rosalía Argueta, coordinadora de medioambiente del municipio, declaraba que se recogieron más de 5 toneladas de este material para reciclar, procedentes tanto de limpiezas en la playa como de viviendas, hoteles y restaurantes. Sin embargo, para reutilizarlo de manera sostenible, hay que transportarlo a una planta recicladora del continente, situada a más de tres horas en coche desde el puerto más cercano.

“Asfaltar las calles con plásticos reciclados podría ser una solución sostenible que nos permita ahorrar el coste de separar, limpiar, compactar y enviar las balas al continente”, comenta Bodden. Empezó solicitando a la Zona Libre Turística de las Islas de la Bahía, una institución pública, 5.000 dólares para comprar una trituradora.

La calle de Holland, que hace esquina con la calle Principal, llena de bares de turistas y centros de buceo, está ahora asfaltada con una mezcla de cemento, arena, gravilla y un 28% de plástico triturado y fundido. La fórmula se había probado primero en un laboratorio de Honduras para comprobar su resistencia al peso y al clima. El proyecto empleó 80.000 botellas para asfaltar una franja de 91 metros de longitud.

Luego se comenzó a asfaltar el acceso a la calle Lozano. Cada martes y jueves se recogía el plástico de las playas y del centro de reciclaje, se tritura para formar bolas y se llevaba a la obra en enormes bolsas negras.

Eymi Yolanda Reyes Galeas, de 28 años, es la técnica que supervisa la construcción. “Hoy estamos utilizando 272 kilos de plástico para hacer el hormigón”, explicaba. “Reducimos la cantidad de desperdicios de la isla y lo usamos para el bien común”. Mientras ella ordena a los trabajadores que humedezcan la calle, unos cuantos turistas que caminan por la zona hacen vídeos de la obra tras enterarse de qué trata el proyecto.

Bodden tiene planes de ampliar el trabajo. Construir más infraestructura, asegura, es una prioridad para esta isla desigual y con necesidades de desarrollo en gran parte de ella. “Nuestro siguiente paso será asfaltar las nuevas calles con esta fórmula”, añade. “Además, nos gustaría construir bancos para sentarse. ¿Y por qué no empezar a exportar bloques de hormigón hechos con plástico?

Sale de su despacho y se dirige en un triciclo eléctrico a su casa, situada justamente en la esquina de la calle Holland. El nombre le recuerda que hay muchas partes del mundo, Holanda incluida, en las que la construcción urbana está dando una segunda vida a los plásticos. “Mi objetivo es reducir un poco la contaminación que causan en nuestro hermoso archipiélago”, concluye.

Fuente: elpais.com