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Una cigüeña herida con una lanza africana que resolvió el misterio de las migraciones

La «desaparición» de ciertos animales a lo largo del año era un enigma hasta hace poco tiempo

Una de las historias más interesantes sobre biología que leído últimamente es la de la cigüeña que fue encontrada en Alemania en 1822 con una flecha africana clavada en el cuello. La importancia de este hallazgo fue tremenda porque, por extraño que parezca, hasta entonces no se sabía certeza por qué ciertos animales parecían desaparecer sin dejar rastro en determinadas épocas del año.

El misterio de las migraciones

Hablemos de mamíferos, aves, peces, insectos, reptiles, anfibios, insectos o crustáceos, en todos los grupos principales de animales existen especies que llevan a cabo migraciones anuales. Algunos animales recorren distancias «modestas» de unos pocos cientos o incluso miles de kilómetros, mientras que otros realizan viajes colosales. Uno de los ejemplos más extremos es el del charrán ártico, un pájaro de sólo 30 centímetros de largo que cada año hace un viaje de ida y vuelta de más de 70.000 kilómetros entre los polos de la Tierra.

Por supuesto, que ciertas especies desaparezcan de nuestro entorno durante parte del año no nos resulta extraño en la actualidad porque sabemos que simplemente se marchan a lugares donde las condiciones son más benevolentes, pero eso no siempre ha sido así. Es más, hasta no hace mucho, el hecho de que los animales se «esfumaran» de un territorio casi de la noche a la mañana fue todo un misterio… Al que se aportaron explicaciones con grados muy diferentes de fantasía.

Ideas más o menos descabelladas

He podido encontrar varios artículos en internet que afirman que Aristóteles defendía que que algunas especies de ave se transformaban en otros durante el invierno. Ahora bien, aunque es posible que algunos de sus contemporáneos intentaran explicar así la desaparición de ciertos animales y la emergencia de otros en determinadas épocas del año, lo cierto es que Aristóteles sólo citaba esta idea en sus textos para criticarla. En realidad, su propia explicación era bastante más razonable: ciertos pájaros desaparecían en invierno porque se escondían para hibernar.

Otras ideas de la época consiguieron acercarse un poco más al concepto de migración anual, pero seguían conteniendo tintes fantásticos. Por ejemplo, en La Ilíada, Homero sostenía que las grullas viajaban hacia a las orillas del sur del río Océano, donde «traían a los hombres Pigmeos matanzas y destrucción». Curiosamente, Aristóteles parecía dar su aprobación a la hipótesis de la guerra de las grullas contra los pigmeos en su libro Historia de los Animales:

[…] y la historia no es fabulosa, porque en realidad existe una raza de hombres enanos, y caballos de pequeña proporción, y los hombres viven en cuevas bajo el suelo.

Con todo, la teoría de la hibernación de Aristóteles prevaleció a lo largo de los dos siguientes milenios. Eso no significa que aparecieran otras ideas más pintorescas durante este tiempo, claro. Por ejemplo, en el siglo XVII, un ministro y científico inglés llamado Charles Morton (1627-1698) propuso que las cigüeñas migraban cada año a la Luna. Y, aunque su propuesta estaba fundamentada tanto en textos bíblicos como en los recientes descubrimientos astronómicos, básicamente, se reducía a «nadie conoce el paradero de los pájaros durante el invierno, por tanto, debe estar fuera de la Tierra».

La cigüeña herida que lo cambió todo

La palabra Pfeilstorch es un término alemán muy específico que se utiliza en referencia a las cigüeñas que vuelven de su migración anual a África con una flecha incrustada en sus cuerpos. No es algo que algo que ocurra muy a menudo pero, aun así, desde principios del siglo XIX, se han encontrado 25 de cigüeñas heridas con armas africanas en territorio alemán, además algunos casos en los que involucraban a otras especies de aves.

Como explica la bióloga Evely Segura en su libro, Adaptarse o Morir (Ediciones Paidós), la primera de estas cigüeñas heridas fue capturada en 1822 cerca del pueblo alemán de Klütz. Se trataba de un ave que llevaba una flecha de 80 centímetros proveniente del centro de áfrica incrustada en el cuello y que le colgaba verticalmente cuando volaba en posición horizontal. Ante este descubrimiento tan impactante, la cigüeña fue disecada y aún hoy en día se exhibe en la Universidad de Rostock.

Esta desafortunada ave herida que había tenido que recorrer 5000 kilómetros con una lanza colgando del cuello para llegar hasta Alemania era la primera evidencia a favor de que las aves que desaparecían determinadas épocas del año simplemente emprendían viajes hacia lugares lejanos del planeta. O sea, que ni hibernaban, ni se transformaban en otros animales, ni tampoco se marchaban a la Luna… Aunque no creo que esto último sorprendiera a mucha gente.

Fuente: larazon.es