Rocas en glaciares alumbran las montañas bajo el hielo de la Antártida
Un tesoro de rocas antiguas recogidas en morrenas glaciares ha revelado la historia profunda de los cinturones montañosos ocultos bajo la capa de hielo de la Antártida Oriental.
Anteriormente, los científicos sólo tenían una vaga idea de cuándo, cómo y por qué se habían formado las montañas y los paisajes que ahora están enterrados bajo la mayor capa de hielo del mundo.
“Estas montañas y paisajes han estado enterrados bajo kilómetros de hielo durante los últimos 14 millones de años”, afirma en un comunicado Paul Fitzgerald, profesor de Ciencias de la Tierra y Medioambientales de la Facultad de Artes y Ciencias. “Son mucho más remotos que el monte Everest o la parte más profunda del océano”.
Ahora se han resuelto algunos de los misterios tectónicos de esa región inaccesible. En un estudio publicado recientemente en Nature Communications, el primer autor, Fitzgerald, y el segundo autor, John Goodge, profesor emérito de Ciencias Geológicas de la Universidad de Minnesota Duluth, utilizaron un innovador muestreo de rocas y datación radiométrica en esas rocas para revelar la historia de la Antártida Oriental central durante los últimos 500 millones de años.
Los investigadores seleccionaron rocas de granito con edades comprendidas entre 1.000 y 2.000 millones de años, sabiendo que rocas de esta edad no se encuentran en ningún otro lugar de la Antártida y que, por tanto, deben proceder de muy por debajo de la capa de hielo, tal vez de las grandes y misteriosas montañas subglaciales de Gamburtsev. Esto se debe a que, a medida que las montañas se erosionan, los glaciares -ríos de hielo de movimiento lento- transportan los cantos rodados a campos de roca y sedimentos depositados, llamados morrenas glaciares, cerca del borde del continente.
Durante mucho tiempo, los científicos se han preguntado por las montañas subglaciales de Gamburtsev, ya que están completamente enterradas bajo el hielo y nadie sabe qué tipo de rocas las componen. Imágenes recientes de la cordillera bajo el hielo sugieren un origen no volcánico, pero si no fue el vulcanismo, ¿qué fuerzas tectónicas fueron responsables de su formación? Saber cuándo se formaron las montañas permite a los investigadores empezar a resolver este rompecabezas.
Pero, ¿cómo determinar cuándo se formó un cinturón montañoso, y menos aún uno que está completamente enterrado bajo el hielo? Determinando el historial de enfriamiento a baja temperatura de las rocas. Y ahí es donde entran en juego los conocimientos complementarios.
Fitzgerald, neozelandés, y Goodge, estadounidense, son buenos amigos desde que se conocieron en 1986, cuando eran estudiantes de posgrado en las montañas transantárticas. Pero nunca habían trabajado juntos. Ahora tenían la oportunidad de hacerlo. Goodge había recogido los cantos rodados y Fitzgerald era experto en termocronología. Ambos llevaban décadas trabajando en la geología antártica.
Cuando se forman las montañas, éstas se elevan y forman una topografía elevada. A continuación, debido a la erosión, las rocas son exhumadas hacia la superficie. Al exhumarse, las rocas se enfrían. Determinar cuándo y con qué rapidez se enfrían las rocas ayuda a precisar en qué momento geológico se formaron las montañas. Los geólogos utilizan la termocronología (análisis del historial de tiempo y temperatura de las rocas mediante datación radiométrica) para comprender la historia del enfriamiento. El tamaño relativamente grande de los peñascos permitió a los investigadores analizarlos utilizando diversos métodos radiométricos.
Los resultados mostraron que el interior de la Antártida Oriental había experimentado tres grandes periodos de rápido enfriamiento que se deben a importantes acontecimientos tectónicos. En primer lugar, el supercontinente Gondwana se formó debido a la colisión continente-continente hace unos 500 millones de años. En segundo lugar, el supercontinente Gondwana comenzó a desintegrarse hace unos 180 millones de años. Por último, una meseta de gran altitud empezó a colapsarse hace unos 100 millones de años, asociada a la formación de un sistema de grietas entre la Antártida Oriental y Occidental. En conjunto, estas conclusiones tienen mucho sentido desde el punto de vista geológico.
Aún es pronto para comprender los enigmas geológicos que oculta la inmensa masa de la capa de hielo de la Antártida Oriental. Sin embargo, lo que más destaca Fitzgerald es la emoción del descubrimiento. “Estábamos tomando muestras de un lugar del que sabíamos muy poco. Para nosotros, era como tener rocas de la Luna o Marte para estudiar”, afirma.
Fuente: europapresss.es