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Reaparece el conejo de Omiltemi en México: la especie que se creía extinta desde hace 120 años

Después de más de un siglo sin registros, científicos en México confirmaron la existencia de un conejo que creían desaparecido en la Sierra Madre del Sur, en el estado de Guerrero

Los saltos de un pequeño gazapo frente a una cámara trampa desconcertaron a los científicos. La cría de conejo, de pelaje pardo y cola negra, no coincidía con ninguna especie conocida en la Sierra Madre del Sur, en el estado de Guerrero, México. El biólogo Fernando Ruiz-Gutiérrez investigó ansioso entre sus archivos y con colegas para confirmar su hipótesis. A pocos kilómetros de distancia, el ecólogo José Alberto Almazán-Catalán tenía la respuesta: tras capturar un ejemplar adulto años antes y después de una serie de estudios, ahora contaba con pruebas irrefutables de que el conejo de Omiltemi (Sylvilagus insonus), que se llegó a creer extinto durante más de 120 años, seguía vivo.

La última vez que la ciencia supo de este lagomorfo, fue en 1904, cuando el naturalista Edward William Nelson lo describió por primera vez. La cacería y la destrucción de su hábitat han sido las mayores amenazas para la especie a lo largo de su historia, así que pasó más de un siglo para redescubrir al elusivo conejo perdido en vida silvestre. Que dos equipos científicos hayan logrado registrarlo en varias zonas, coinciden, sólo puede significar buenas noticias para la especie.

“Fue muy emocionante tener en las manos un animal que no sólo se creía extinto sino que se creía casi mítico, porque las pieles existentes en México no son tan precisas como uno quisiera ya que no fueron sacadas por un mastozoólogo, sino que fueron donadas por campesinos”, explica José Alberto Almazán-Catalán, ecólogo y presidente del Instituto para el Manejo y Conservación de la Biodiversidad (INMACOB).

“Realmente no teníamos la certeza de que existiera este conejo. Podría haber sido una anomalía. Saber que está vivo y que hay poblaciones saludables fue un gran alivio”, celebra el mastozoólogo que lideró una investigación de cinco años para dar con el incierto paradero de la especie.

El mítico conejo

El conejo de Omiltemi es endémico del estado de Guerrero. Su distribución previamente conocida se restringía a los alrededores de la localidad de Omiltemi, en el municipio de Chilpancingo. Se catalogó como en peligro de extinción según la normatividad mexicana debido a que se conoce muy poco sobre su distribución, ecología y biología, pues se trata de una especie elusiva, de hábitos nocturnos y con bajas densidades poblacionales.

El equipo del biólogo Fernando Ruiz-Gutiérrez señala que se trata del conejo más amenazado del mundo y recuerda que incluso, en 1999, esta especie fue considerada por los investigadores MacPhee y Fleming como un ejemplo de extinción moderna.

El Sylvilagus insonus habita en madrigueras, principalmente en los bosques de coníferas, pero también se le encuentra en bosques mesófilos y vegetación de galería en pequeñas barrancas, en altitudes desde los 2133 a los 3048 metros sobre el nivel del mar.

“Son territorios bastante ricos, muy diversos en general, con una gran variedad de plantas y de animales. Esta región de sierra tiene condiciones ambientales muy buenas, con zonas boscosas que no han sido tocadas en muchos años, que tienen su cobertura forestal primaria y donde el impacto de las comunidades no ha sido tan fuerte”, describe Fernando Ruiz-Gutiérrez.

“Hemos encontrado zonas con ríos prístinos y hermosos, con una cantidad de agua impresionante, muy limpia y clara, con zonas de bosques muy cerrados donde es difícil acceder y otras áreas donde ya hay intervención humana, pero no tan frecuente. En estos sitios es donde hemos tenido registro del conejo de Omiltemi”, afirma Ruíz Gutiérrez.

La especie es de color rojizo oscuro y de un tamaño mediano, pero es más pequeña y tiene orejas más chicas que otros conejos de la zona. Sin embargo, José Alberto Almazán-Catalán describe que la característica más obvia que separa al Sylvilagus insonus de S. cunicularius —la especie con la comparte distribución y con la que se le podría confundir— es su cola negra y pequeña.

“En una cámara trampa es difícil verlo, pero con una buena foto quizás se puede distinguir que es un conejo distinto”, dice Almazán-Catalán. “La primera foto nítida del conejo de Omiltemi es de 2009, tomada por el fotógrafo Stephen John Davies del Reino Unido que vino a Puerto del Gallo y fue él quien hizo una fotografía muy buena y creó una polémica en la página de iNaturalistMX, donde se generó el primer debate para averiguar qué animal era”.

Buscar jaguares y encontrar conejos

Las cámaras trampa que el equipo de Fernando Ruiz-Gutiérrez instaló en árboles junto a brechas, caminos y senderos utilizados por la fauna silvestre en la porción central de la Sierra Madre del Sur para monitorear a los jaguares fueron clave para encontrar al conejo de Omiltemi. Este logro fue parte del proceso de monitoreo del Censo Nacional del Jaguar (Cenjaguar) que se ha realizado allí, de manera estandarizada, desde 2009 hasta 2024, con 14 muestreos realizados en un área mayor a los 1800 kilómetros cuadrados.

“Utilizamos el fototrampeo para identificar la presencia de jaguares, pero también de toda la fauna asociada, es decir, de sus presas potenciales y de otros felinos con los que cohabitan”, explica Ruiz-Gutiérrez. “Partiendo de ello se generan estimaciones de riqueza de especies y biodiversidad en general, sobre todo, aspectos poblacionales del jaguar en esta región, que posteriormente se extrapolan a nivel estatal y nacional, lo que da como resultado los datos del Cenjaguar”.

Fue en mayo de 2024 cuando apareció el misterioso gazapo frente a una cámara trampa. A diferencia de otros videos nocturnos donde aparecen conejos muy difíciles de identificar, este video que fue capturado en el bosque de Jaleaca de Catalán, una localidad del municipio de Chilpancingo, fue a plena luz del día y el conejo podía apreciarse con mayor claridad. Ese avistamiento encendió las alertas del especialista y sus colegas.

“Nos llamó mucho la atención porque en la misma cámara pasan otros animales y el tamaño del gazapo es pequeñísimo. Tenemos una foto de una ardilla que pasa justo frente al sitio donde estaba el conejo y, al hacer la comparación, era del mismo tamaño”, describe Ruiz-Gutiérrez. “Así fue que empezamos a platicar de manera más constante al respecto con el doctor Gerardo Ceballos —que dirige el Cenjaguar—, le envié toda la evidencia y con eso nos pudimos cerciorar de que realmente era el mítico conejo de Omiltemi, y empezamos a emocionarnos sobre este hallazgo tan importante”.

Así fue que los especialistas comenzaron a revisar el material de archivo de once años atrás, de 2014 a 2025. Allí localizaron datos sobre la presencia de S. insonus en 29 estaciones de fototrampeo en los municipios de Atoyac, Chilpancingo y Técpan de Galeana. En términos generales, se amplió la distribución de la especie en 111 kilómetros lineales de su distribución conocida, desde la localidad de Omiltemi hasta la sierra de Técpan de Galeana.

“Para nosotros fue una alegría total poder redescubrir la presencia de la especie, confirmar que sigue viva y que sigue teniendo pequeñas poblaciones en la sierra de Guerrero”, comenta Ruiz-Gutiérrez. “Necesitamos redoblar esfuerzos para que se conserve a mediano y largo plazo, trabajando con las comunidades en estrategias de conservación que nos ayuden a protegerlo y que no llegue a la triste etapa de que se nos desaparezca de la faz de la tierra”, agrega el biólogo.

Con el análisis de las imágenes de las cámaras trampa, el equipo pudo describir el patrón de actividad y algunas observaciones sobre el comportamiento del conejo. Por ejemplo, los 139 registros del conejo en el estudio muestran un periodo de actividad general entre las 16:05 y 08:40 horas, donde el 68 % de los registros fueron durante el periodo nocturno, por lo que se le puede considerar como una especie principalmente nocturna.

En general, se observó que S. insonus es de hábitos solitarios, sin embargo, se cuenta con fotografías ocasionales en algunas estaciones de fototrampeo en Técpan con dos individuos interactuando en junio, lo cual puede atribuirse a posibles actividades de cortejo. Además, en los meses de mayo y diciembre se han registrado individuos juveniles o gazapos en Chilpancingo y Técpan.

Si bien se demostró que la distribución de la especie es más amplia de lo que se conocía, las amenazas relacionadas con la destrucción de su hábitat siguen vigentes —como la deforestación y los incendios forestales— y tampoco se conoce con precisión el grado de aprovechamiento de esta especie por las comunidades locales, sostiene el equipo de investigación.

Por fortuna, actualmente existen algunas áreas naturales protegidas que ayudan a la conservación del hábitat donde se registraron subpoblaciones de esta especie. En Técpan de Galeana se encuentra el Área Destinada Voluntariamente a la Conservación (ADVC) Cordón Grande y la Reserva de la Biósfera Sierra Tecuani, mientras que, en la región de Pueblos Santos, Chilpancingo, se encuentra el Parque Estatal El Nanchal, sin embargo, ya no se encuentra vigente su decreto. Esto implica que algunas de las subpoblaciones registradas no cuentan con esquema de conservación, principalmente en las sierras de Atoyac y Chilpancingo, por lo que es necesario lograr la protección de la especie.

“Es una oportunidad enorme para nosotros poder contribuir en la conservación de una especie tan enigmática. Todo este trabajo ha sido gracias a la conservación del jaguar, que ha sido la especie bandera que nos ha abierto las puertas para comenzar a estudiar y protegerla, pero gran parte de la conservación que podamos hacer tiene que ser de la mano de los ejidos y comunidades”, concluye Ruiz-Gutiérrez.

El conejo y su genética

El equipo dirigido por el ecólogo José Alberto Almazán-Catalán visitó diez zonas del estado de Guerrero en búsqueda del conejo. Desde 2019, cuando inició el rastreo, lograron encontrarlo en siete sitios. Sylvilagus insonus es la decimotercera especie redescubierta como parte de “Search for Lost Species” —Búsqueda de Especies Perdidas— de la organización Re:wild, que consiste en encontrar y proteger plantas, animales y hongos que se han perdido para la ciencia durante al menos 10 años, pero a veces cientos, y que no se han considerado extintas.

Aunque Almazán-Catalán y su equipo iniciaron la búsqueda del conejo en 2019 en las zonas boscosas de Chilpancingo y particularmente en la localidad Omiltemi, no encontraron señales de la especie. Así que de 2020 a 2022, modificaron sus rutas de expedición y se dirigieron a bosques de coníferas de gran altitud. Allí comenzaron a consultar a algunas comunidades locales de la región del Filo Mayor, donde supieron que tanto ese conejo como la especie S. cunicularius son fuente de alimento para los habitantes de la zona.

“Los campesinos tenían tres ejemplares de S. insonus en su poder y nos los obsequiaron con fines científicos cuando les explicamos para qué queríamos la piel y sus tejidos. Tenían a los animales para autoconsumo y los donaron para la investigación. No se quería acusar a la comunidad porque no tuvieron la culpa, sino que simplemente no sabían que era el Sylvilagus insonus”, sostiene el especialista.

“No los querían para la cacería deportiva ni para el comercio. Realmente, por la temporalidad de ese momento, consideraban que había muchos conejos y fue cuando se dirigieron a cazarlos”, agrega. De esos ejemplares, se tomaron algunas muestras de tejidos para estudios genéticos, así como de otros individuos que encontraron atropellados en una brecha y en una carretera asfaltada.

Cuando el equipo de investigación comparó los conejos de las comunidades con las pieles disponibles en colecciones y en las descripciones en la literatura, las características morfológicas coincidieron con las del conejo de Omiltemi descrito por Nelson en 1904. En ese momento decidieron comenzar la colocación de cámaras trampa —en colaboración con el investigador Joe Figel, como parte de su proyecto de doctorado sobre felinos— con las que lograron las fotos y videos que documentaron la presencia del conejo.

“Este hallazgo indica que nos hace falta mucho trabajo en campo todavía porque, a pesar de que creemos tener todas las especies documentadas, no es así. Hace falta gente más interesada, más especialistas en esta área”, concluye Almazán-Catalán. “Fue una alegría tener este animalito en las manos y saber que está ahí, vivo, que sigue brincando y que esperamos que por mucho tiempo lo sigamos encontrando y siga habitando esta región de la sierra de Guerrero”.

Fuente: noroeste.com.mx

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