Unas proteínas presentes en las ventosas les permiten responder a las sustancias químicas producidas por sus presas, o enemigos
Los pulpos poseen un complejo sistema nervioso, gran parte del cual se halla distribuido en entre sus ocho flexibles brazos. Cada una de estas extremidades contiene cientos de ventosas, donde reside el sentido del tacto. Ahora, Nicholas W. Bellono, y su equipo, de la Universidad de Cambridge, describen el modo en que unas proteínas presentes en la superficie de las ventosas permiten a estos animales saborear también sus presas.
Según los resultados, publicados por la revista Cell, una familia de receptores quimiotáctiles, poco conocida, mediaría la percepción gustativa de los cefalópodos. Estas moléculas proteicas detectarían sustancias liberadas por las capturas, como los terpenos producidos a modo de defensa, así como la tinta del propio animal.
Los autores alcanzaron dicha conclusión tras observar la conducta de pulpos de dos manchas de California (Octopus bimaculoides) en un tanque. Separados de un cangrejo por una barrera, los cefalópodos usaron sus ventosas para explorar el terreno a través de un pequeño agujero. En contacto con la presa, las ventosas reaccionaron de inmediato para atraparla. Sin embargo, el roce con superficies u objetos no desencadenó respuesta alguna.
El análisis del tejido epitelial reveló la presencia de tres tipos de células sensoriales. De forma interesante, aquellas que respondieron a estímulos mecánicos no lo hicieron ante compuestos secretados por las posibles capturas, peces o cangrejos, y a la inversa. Los científicos identificaron el receptor NompC como el responsable de procesar la información táctil. No obstante, los esfuerzos por dilucidar las moléculas sensibles a las sustancias químicas condujeron a un conjunto de proteínas, aún por estudiar, al que denominaron receptores quimiotáctiles (CR, por sus siglas en inglés).
La presencia combinada de los distintos miembros de la familia CR en las células sensoriales permitiría a los pulpos percibir el sabor de una gran variedad de estímulos químicos, incluidos aquellos que actúan como señales de alarma ante el peligro.
Para Bellono y sus colaboradores el hallazgo confirma que esta clase de cefalópodos no solo usan el sentido del tacto para investigar el fondo marino, sino también el del gusto, en busca de alimento, o bien para huir de posibles amenazas.
Fuente: investigacionyciencia.es